NUEVA YORK/EEUU.-La capilla de Saint Joseph sobrevivió a los ataques terroristas del 11 de septiembre, pero este humilde refugio que acogió a víctimas y héroes del peor atentado contra Estados Unidos corre hoy el riesgo de desaparecer, ahogado por el precio de su alquiler en el revitalizado sur de Manhattan.
Situado a menos de 500 metros del lugar en el que se alzaban las Torres Gemelas, el pequeño santuario católico se convirtió durante semanas en un centro de mando improvisado para los equipos de rescate tras los ataques y ejerció de refugio para víctimas y otras personas que necesitaban un espacio para reflexionar.
«Estoy devastada», dijo a Efe Justine Cuccia, una feligresa que lucha contra el cierre de la capilla desde la agencia del distrito local y considera que la Iglesia está «decepcionando» a su comunidad. «Prometieron no olvidar y están olvidando», añadió.
Las cuentas de Saint Joseph son desde hace varios años un lastre para la parroquia de la zona sur de Manhattan a la que pertenece, junto a las iglesias de Saint Peter y Our Lady of the Rosary, y de la que además es prestataria.
«El alquiler solía ser de 85,000 dólares al año y se incrementó en marzo del 2014 hasta unos 265,000. Es absurdo, no debería haber ocurrido nunca», explicó Cuccia.
La capilla habrá de desembolsar como mínimo este año 292,000 dólares por gastos de alquiler a la firma inmobiliaria LeFrak, que gestiona el complejo residencial donde está ubicada.
Según el balance del ejercicio pasado, la parroquia entera tenía un déficit de 754,972 dólares, arrastrado en buena parte por la capilla Saint Joseph, cuyos gastos de alquiler -incluyendo multas e impuestos- ascendieron a 369,000 mientras sus ingresos apenas sumaban unos 164,000.
La archidiócesis de Nueva York, que engloba los cinco distritos de la ciudad, prestó 540,431 dólares a la parroquia, con lo que el total de la deuda con el organismo religioso alcanzaba los 1,3 millones de dólares.
LeFrak y la parroquia negocian estos días una reducción del precio del alquiler pero, aun así, el montante podría ser demasiado alto para superar unas «significativas pérdidas operativas» que, según el consejo financiero de la parroquia, «no son sostenibles».
Saint Joseph, fundada en 1899 e integrada en la primera parroquia católica del estado de Nueva York, cuenta con la carga simbólica de haber sido escenario de la tragedia neoyorquina y protagonista en la vuelta a su normalidad.
Bomberos, policías y albañiles que trabajaron en la reconstrucción de la «zona cero» volvieron durante semanas a esta capilla dedicada al santo patrón de los trabajadores para ducharse, comer, descansar, unirse y hallar algo de paz en mitad del caos humeante que les esperaba dos bloques más allá.
El santuario, que alberga un memorial católico en honor a las víctimas y los héroes del 11-S, reabrió sus puertas el 11 de septiembre del 2003 tras un período de reparaciones en su interior, durante el cual se celebraron las misas en un edificio del cercano Rector Place.
«Yo no puedo ir al Memorial del 11 de Septiembre que está cruzando de la calle, es demasiado triste, y quiero un lugar para recordar y honrar a las personas que perdieron la vida. Esta capilla es el lugar para hacerlo», reivindica Cuccia, para quien «simplemente no es justo deshacerse de ella».
Casi quince años después de reabrir, esta humilde iglesia que da servicio a unas doscientas familias en la zona de Battery Park teme echar el candado por falta de fondos mientras otros centros religiosos en los alrededores cuentan una historia diferente.
Es el caso de la iglesia ortodoxa griega de San Nicolás, que sufrió el derrumbe de la segunda torre del World Trade Center y está siendo reconstruida junto al Memorial de 11-S bajo el diseño del arquitecto valenciano Santiago Calatrava, un proyecto arquitectónico de unos 35 millones de dólares.
EFE