Se cumplen 50 años del asesinato del revolucionario más popular del siglo XX. El argentino Ernesto ‘Che’ Guevara murió en Bolivia el 9 de octubre de 1967 luchando por su ideal de justicia social. Sputnik dialogó desde La Habana con Oscar Fernández Mell, médico y amigo del socialista más famoso.
El vínculo entre ambos comenzó en plena guerra contra el régimen de Fulgencio Batista Zaldívar, a fines de los años cincuenta, cuando el ejército revolucionario se encontraba apostado en Sierra Maestra. El joven médico Oscar Fernández Mell se ubicaba en el lado oeste de la cadena montañosa. El Che se dirigía allí para organizar la lucha.
«La primera vez que lo vi estaba montado en su mulo y nos saludamos al pasar. Luego fuimos juntos en jeep por un camino terrible, angosto, pegado a un precipicio y lleno de baches. El vehículo se apagaba, retrocedía, él lo frenaba y lo volvia a arrancar. Yo iba de acompañante, del lado que daba al vacío», dijo a Sputnik Oscar Fernández Mell, quien se preparaba para viajar a Bolivia para ser parte de los homenajes al líder revolucionario en el medio siglo de su muerte.
El Che, al ver su rostro de pánico, intentó distraerlo. Con un tono «bien argentino» le dijo: «Cuando lleguemos a destino te voy a decir algo muy importante». Al arribar el médico devenido en guerrillero se puso a trabajar y olvidó su promesa, entonces Fernández Mell le recordó que debía contarle algo importante. «Me confesó que era la primera vez que había manejado un coche. Así era el Che», indicó el Fernández Mell.
Este tipo de cosas hacían del argentino una persona «fuera de serie». En Sierra Maestra, un lugar inhóspito, levantó el primer campamento estático del sitio. Creó un hospital, una fábrica de armas, una sastrería y hasta un recinto para arreglar botas. En palabras de Fernández Mell: «Era un lujo».
Sin embargo el campamento pronto fue localizado por el ejército de Batista y comenzó a ser bombardeado constantemente desde el aire. Para evitarlo, el Che «cogió una bandera del 26 [Movimiento 26 de Julio], y la puso en una loma a cinco kilómetros de allí», recordó el médico y amigo del revolucionario. «Entonces los bombarderos se alejaron, nos los quitó de encima. Por estas cosas la gente decía ‘son cosas del Che‘», agregó.
El vínculo entre ambos ya nunca dejó de fortalecerse, luego de ese primer encuentro «ya no nos separamos nunca más», indicó Mell, quien contó además que el Che fue el padrino de su boda.
Ambos fueron juntos a la misión que los revolucionarios cubanos emprendieron en el Congo belga, allí debían «tumbar» al Gobierno en el poder. Sin embargo el panorama se complicó. Allí hubo, según Fernández Mell, tres cosas que el Che «nunca pudo resolver».
«La información con la que fue no era certera. No había combatientes que organizar sino gente andando por las tribus, dispersos, sin ningún sentido de organización militar. Además el Gobierno de Tanzania había aceptado que pasaran los combatientes cubanos por su territorio hacia el Congo belga, pero una personalidad como la del Che, reconocido a nivel mundial por su estatus de revolucionario, causó problemas a nivel político», dijo el amigo del argentino.
«Por último, los dirigentes congoleses se enteraron del Che cuando ya estaba adentro de su territorio. Tuvo que estar un poco en el anonimato durante algún tiempo. Tuvo muchas dificultades para irse imponiendo, aunque todas las incursiones cubanas fueron favorables», agregó.
Terminada la expedición congoleña los dos amigos no se volvieron a ver nunca más. El Che pasó a otra etapa de la lucha revolucionaria que lo terminaría llevando a Bolivia, de donde jamás saldría. Mell, en cambio, se quedó a cargo de un grupo de soldados que debían rescatar a otros cubanos que habían quedado atrás.
Mell está convencido de que el objetivo del Che no era Bolivia sino Argentina. «Aquél solo era un paso para seguir hacia el sur. Quería llevar la revolución a su país», dijo.
Para cuando comenzó a circular la información de que el Che había muerto, Fernández Mell ya se encontraba en La Habana. El médico recuerda exactamente cómo fue ese momento: «Estaba en el Ministerio de las Fuerzas Armadas y Ramiro Valdés Menéndez [actual vicepresidente del Consejo de Estado] nos acercó la noticia» rememoró.
«En ese momento me di cuenta que perdí más que un amigo, perdí al hombre que me enseñó a ser un revolucionario. Fue algo que dolió en lo profundo», recordó, y admitió que, 50 años después, lo sigue extrañando. (Agencias)