El hostigamiento judicial a los periodistas adquiere un riesgo adicional ante la falta de confianza en la justicia peruana. El 97% de los reporteros peruanos entrevistados para Worlds of Journalism dijeron que la impunidad ante los hostigamientos es su principal preocupación, según explica Liliana Kanashiro, investigadora a cargo.

A esta preocupación le sigue en el estudio, en segundo lugar, la salud mental.

En este contexto, cinco periodistas de investigación peruanos que trabajan en diversos medios de comunicación y han enfrentado denuncias judiciales hablaron sobre cómo impacta este hostigamiento en su salud mental: desde el estrés de la incertidumbre hasta lo difícil pero liberador que es, a veces, llorar.

Defenderse con pocos recursos

Mabel Cáceres, directora del medio digital El Búho en la región sureña de Arequipa, es descrita por Reporteros Sin Fronteras como “una de las campeonas latinoamericanas en sortear acciones judiciales”. Ha enfrentado hasta 16 denuncias judiciales por su labor periodística. “Llegué a tener cuatro o cinco denuncias simultáneas”, cuenta.

La más reciente amenaza judicial contra Cáceres y su equipo proviene de un político que les ha exigido que se rectifiquen o los demandará para pedir una reparación de PEN1.000.000 (alrededor de US$300.000). El estrés por el hostigamiento es mayor cuando los recursos económicos son limitados y les exigen cifras exorbitantes.

En el Perú, algunas instituciones como la ANP, el Instituto de Defensa Legal y el estudio de abogados Arbizú & Gamarra han asumido la defensa de periodistas a precio social o sin costo alguno. Sin embargo, esta es una solución limitada: la ANP ha explicado, por ejemplo, que reciben más casos de acoso judicial de los que pueden atender.

Aun cuando se recibe un apoyo legal, los periodistas deben invertir varias horas en su defensa. Cáceres trabaja 10 horas diarias entre labores periodísticas y administrativas, que no incluye el tiempo dedicado a los procesos judiciales. Este ritmo crea un estrés adicional que impacta en la productividad.

“Era muy difícil concentrarme, no tenía tiempo ni ánimo de hacer otras cosas”, cuenta Cáceres. El estrés le generó problemas de alimentación y el aumento de sus niveles de colesterol y de azúcar. Además “dormía poco porque el estrés no me dejaba”. Desde entonces, Cáceres ha mejorado su dieta y practica pilates tres veces a la semana.

Apoyo entre colegas para estar bien

Christopher Acosta, jefe de la unidad de investigación de un canal de televisión en el Perú, también ha enfrentado demandas judiciales con exigencias económicas inusuales. En 2021, un político peruano lo demandó por publicar una biografía suya y exigió una reparación civil por PEN100 .000.000 (más de US$26.000.000).

“Me preocupé sobre todo al inicio: era la primera vez que me demandaban y por una cifra absolutamente inusual”, comenta Acosta. Como el libro era un proyecto personal, Acosta dividía su tiempo entre su trabajo y el proceso judicial. “Dedicaba horas de mi tiempo libre (…) la demanda fue un gran distractor de mi trabajo”, cuenta.

Acosta explica que no presentó estrés clínico por el proceso judicial, y esto en parte porque se sintió apoyado por el gremio periodístico y por la ciudadanía, algo que no suele ser usual en el Perú. Entidades locales como el Instituto de Prensa y Sociedad, la Fundación Mohme, la ANP y el Consejo de la Prensa Peruana; y globales como Comité para la Protección de Periodistas se pronunciaron en apoyo del periodista.

En primera instancia, Acosta fue condenado a dos años de prisión suspendida. Pero, ante la presión, el político desistió de continuar con la demanda.

“Conversar entre periodistas ayuda un montón”, asegura Acosta y agrega que en estos espacios “encuentras patrones comunes de preocupación”.

Acosta tiene razón. Experiencias como la terapia grupal de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis para fotoperiodistas, que fue organizada entre finales del año pasado e inicios de este, resultan beneficiosas. Sobre todo cuando en las redacciones se fomenta la narrativa del periodista como un superhéroe que no puede mostrarse débil.

En su labor, Acosta también ha identificado dicho patrón: “hay una narrativa de que el periodista debe ser recio y duro, sobre todo el periodista de investigación (…) y esa coraza no les permite compartir cosas”.

Es cierto que el periodismo de investigación afronta riesgos considerables y requiere temple del periodista. En ello coinciden los entrevistados. Sin embargo, como subraya Acosta, no significa que no podamos pedir ayuda. “No tenemos por qué tener ninguna coraza cuando amerite un acompañamiento emocional o psicológico (…) deberíamos abrirnos y contar nuestras historias personales a colegas, a alguien de confianza”.

El silencio del héroe

El deporte ha servido a Daniel Yovera para desestresarse. Antes iba al gimnasio para golpear un saco y, a veces, se junta con sus amigos para jugar fútbol. Sin embargo, se ha dado cuenta que suele jugar en la cancha con mucha fuerza. Un amigo incluso se lo hizo notar: ¿No será que estás conteniendo estrés? Yovera reconoce que suele guardar muchas de sus preocupaciones para sí mismo. “Es un problema”, agrega.

Como periodista de investigación, Yovera ha laborado en prensa escrita y televisiva; y es uno de los fundadores del portal digital Epicentro. Reconoce que trabaja más de 12 horas al día, pues divide sus horarios entre labores periodísticas, administrativas y su defensa legal. Desde hace seis años afronta un proceso judicial por revelar los nexos de una organización religiosa con el tráfico de terrenos.

“Es agotador (…) me he cansado bastante», explica Yovera. Sin embargo, admite que suele evitar conversar del tema con sus colegas, amigos y familia. Los primeros porque “tienen sus propios problemas”, los segundos porque puede que no entiendan por lo que pasa un periodista, y los terceros porque no quiere cargarlos de estrés.

El trabajo de Yovera ha influido en su personalidad reservada. Se ha dado cuenta, por ejemplo, que se ha vuelto “un poco duro” y que no socializa tanto por las precauciones que asume como periodista. El periodismo de investigación, dice Yovera, te obliga a construir tu propia coraza: “es la única autoprotección que tenemos”.

Esa coraza provoca, según Yovera, que uno se guarde emociones. Por ejemplo, hace tiempo que no llora. “No ha habido una situación que me haya llevado a romper en llanto como vía de desahogo. Raro, ¿no? Qué será”, reflexiona.

Yovera reconoce la importancia de la salud mental porque, en sus propias palabras, no solo permite establecer relaciones humanas saludables, sino que es requisito para que un periodista afronte los desafíos de la profesión. “[Cuidar la salud] mental para poder enfrentar situaciones y desafíos de gran magnitud”, agrega.

Le gustaría en el futuro, dice Yovera, asistir a terapia psicológica. “Yo quisiera vivir con menos preocupaciones, estrés y temores. Eso me haría más feliz”, cuenta.

 

La terapia como aliada del periodismo

La periodista Paola Ugaz se considera una convencida de la salud mental: “la terapia es fundamental porque tu herramienta de trabajo es tu cerebro y la salud mental es clave para que hagas un mejor periodismo”. Esto lo descubrió, explica, en medio de una guerra sin cuartel. En el año 2019, Ugaz apareció en las portadas de la prensa local con el titular: la periodista con más denuncias en el año por sus investigaciones.

Luego de revelar los abusos cometidos por una organización religiosa, Ugaz ha sido denunciada múltiples veces, por delitos que van desde la difamación hasta el lavado de dinero. Este hostigamiento judicial ha sido condenado por entidades internacionales como Amnistía Internacional. En el año 2022, en un acto de desagravio público, Ugaz fue recibida por el Papa Francisco en el Vaticano.

El impacto, sin embargo, no pudo ser evitado. Al hostigamiento judicial se le sumaron campañas de desprestigio, así como amenazas de muerte. “Bajé 12 kilos, afectó mucho mi vida”, explica. También presentó problemas para conciliar el sueño, una disminución de su productividad y tiene programado pasar por exámenes neurológicos para medir el impacto de la exposición a un estrés sucesivo.

“Llegó un punto en que sentía que ya no podía más”, confiesa.

Ugaz contactó a una psicóloga que le ayudó a darle sentido y ponerle nombre a lo que le pasaba. “Reconozco tener miedo y que he pasado momentos muy difíciles, porque me he dado cuenta de lo importante que es nombrar las cosas”, explica.

Cuando a finales del año pasado se descubrieron presiones irregulares para mantener activas las investigaciones en su contra, Ugaz por fin pudo llorar: “Fue un llanto bonito, un soltar bonito; la primera vez que, en todo este ataque, sentía que podía llorar”.

Ahora Ugaz recomienda, sobre todo a los colegas de su generación que aprendieron a ejercer el periodismo en un entorno que reprime las emociones, a comenzar a hablar sobre cómo se sienten y su salud mental: “Me ha ayudado muchísimo y será clave para mi trabajo como periodista, de aquí en adelante”.


*Este reportaje es parte de un especial sobre la salud mental de los periodistas en Perú. La serie fue realizada con el apoyo del medio peruano La Encerrona y en el marco de la beca Rosalynn Carter para Periodismo en Salud Mental, de la Universidad de la Sabana de Colombia y el Carter Center de los Estados Unidos.

Los videos fueron realizados con la colaboración de Leslie Moreno.

Imagen principal de Daniel Reche en Pexels.

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