El premier israelí, Benjamín Netanyahu, dio ayer directrices a su ministra de Justicia, Ayelet Shaked, para acelerar los trámites burocráticos necesarios que lleven a la reintrodución de una controvertida medida: la demolición de las casas de aquellos palestinos acusados de atentar contra la vida de israelíes.
La política ha sido muy criticada por algunos expertos legales que argumentan que las penas impuestas deben aplicarse de forma individual y proporcional, más no colectiva. Sin embargo, el actual gobierno ha optado por aplicar más mano dura para así contentar a la extrema derecha y al movimiento de colonos que considera débil e insuficiente la respuesta de su Ejecutivo ante la reciente espiral de violencia.
Ayer, martes, las excavadoras israelíes destruyeron las viviendas de dos palestinos que perpetraron atentados en momentos anteriores -uno, el pasado mes de agosto mediante un atropello; y el otro en noviembre de 2014 en un sangriento ataque contra religiosos que rezaban una sinagoga-, sentando precedente para los más recientes.
Las familias de los supuestos autores del asesinato a tiros de una pareja de colonos en Cisjordania el jueves pasado y las de los de autores de los recientes apuñalamientos en la ciudad vieja de Jerusalén ya se han llevado todas las pertenencias de su vivienda conscientes de que la demolición es inexorable.
Por su parte, Netanyahu visitó ayer las cercanías del lugar de Cisjordania, donde el pasado jueves fue asesinado un matrimonio de colonos, para felicitar al ejército y servicio de seguridad interior (Shabak) por su eficacia, así como hacer ver a los colonos que controla la situación.
Por su lado, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) denunció la paradoja de que el Shabak haya resultado tan diligente a la hora de encontrar a los sospechosos de la muerte de Eitam y Na´ama Helkin, mientras todavía ha sido incapaz de detener a ningún extremista judío de los que participaron en el asesinato de tres miembros de una familia palestina que murieron carbonizados en un pueblo palestino cercano el pasado mes de agosto.
El entierro del joven palestino de 13 años que hace dos días fue alcanzado por un único disparo en el pecho en las inmediaciones del campo de refugiados de Aida, junto a Belén, se convirtió en una batalla campal que dejó decenas de heridos por inhalación de gases lacrimógenos y disparos. Según la ANP, 129 palestinos resultaron heridos solo el martes (600 desde el pasado sábado).
La ONG de derechos humanos israelí Bet’selem aseguró que el joven del campo de Aida recibió una bala del calibre 0,22, condenando el uso de este tipo de munición y de cualquier otra que tenga efectos letales para hacer frente a disturbios cuando la vida de los soldados no corra peligro
Foto: radiomacondo. fm