No es tan fiero De Niro como le pintan. Cierto: a veces tuerce el gesto y responde casi con monosílabos, y se queda mirando con el rabillo del ojo, como tomando las hechuras a su interlocutor. Pero de pronto sonríe, sobre todo cuando le mentas a Marty (Scorsese), y hasta está dispuesto a quitarse la gorra de béisbol para enseñarnos la calva a lo Bernie Madoff que lleva por exigencias del guión. A los 72 años, el viejo Bob vuelve a la carga en El Becario, interpretando a un jubilado que suspira por volver al mundo laboral y poner un poco de alma en una start up…
¿Ha llegado la hora de acabar con la jubilación por decreto?
No lo sé si por decreto o no. Pero creo que tendríamos que ser más flexibles y no obligar a nadie a colgar los hábitos a una edad determinada. Lo de jubilarse o no tendría que ir en función de lo que sienta la gente.
¿Y usted piensa seguir en el tajo mientras sienta la música, como dice su personaje Ben?
Más o menos. La verdad es que los músicos y los actores somos un poco privilegiados en ese sentido. La última decisión la tomamos nosotros (o el público). Yo tengo ahora 72 y los dos últimos años no he parado. Aunque la edad empieza a pesar: me gusta lo que hago y sigo disfrutando durante el proceso, pero me canso más durante los rodajes…
¿Qué se trae entre manos?
Ahora mismo estoy rodando la serie televisiva El Mago de las Mentiras, donde hago de Bernie Madoff (aquí es cuando se quita la gorra y nos muestra sin tapujos las entradas). Dentro de poco estreno Joy, la historia de la inventora de la fregona mágica junto a Jennifer Lawrence. Y vuelvo al boxeo, esta vez de preparador, con Hands of Stone de Jonathan Jakubowicz.
Si tuviese que llevarse un papel al «jubileo»…
Jake LaMotta. Siempre seré Toro Salvaje… El nivel de preparación física y psíquica que me exigió aquel papel fue muy grande. Ha habido otros papeles muy exigentes (pienso sobre todo en El cazador o en Taxi driver), pero el reto de Toro Salvaje fue quizás superior a todos.
¿Cómo se explica lo suyo con Martin Scorsese?
Nacimos en la misma ciudad, con un año de diferencia, crecimos en Little Italy, sentimos idéntica pasión por los spaghetti carbonara. Estaba escrito que teníamos que trabajar juntos. Somos grandes amigos.
¿Y no se siente traicionado por el recambio con Leonardo DiCaprio? ¿Cómo ha sido medirse ante él en The Audition?
Tarde o temprano, Marty iba a necesitar héroes más jóvenes para sus películas, y Leonardo venía pisando fuerte. Ha sido divertido ponernos los dos a sus órdenes en el corto que hicimos en Macau. Ahora estamos dándole vueltas a otro proyecto juntos. No pienso jubilarme mientras no lo haga Marty…
Háblenos de ese proyecto…
The Irishman, basado en el libro sobre la vida del mató de la mafia Frank Sheran. Al Pacino y Joe Pesci estarán probablemente a bordo. Puede ser un encuentro de viejas glorias.
¿Ha conocido usted a muchos mafiosos en su vida?
Alguno que otro, pero la mayoría ha sido a través de los libros y de películas como El Padrino o Uno de los nuestros.
La mafia tuvo también la culpa de su salto a la comedia…
Es cierto. Algo cambió cuando Billy Crystal me psicoanalizó en Una terapia peligrosa. A partir de entonces me empezaron a ofrecer papeles que no me llegaban antes. Aunque el auténtico culpable de casi todo en mi vida como actor vuelve a ser Marty. Con él hice El rey de la comedia, tres años después de Toro Salvaje, y hasta me atreví con un musical a sus órdenes, New York, New York, aquel con Liza Minnelli. Era muy joven entonces…
Algunos críticos piensan que tantas comedias como las que ha hecho últimamente pueden manchar su expediente como actor dramático…
No me dejo llevar por las críticas.
A usted le siguen lloviendo ofertas, pero las actrices se quejan de que no hay buenos papeles para ellas a partir de cierta edad…
Y se quejan con razón. Las mujeres sufren una doble discriminación en Hollywood, de género y de edad. No entiendo cómo a estas alturas sigue habiendo tan pocas directoras.
Usted ha rodado El becario con Nancy Meyers. ¿Alguna diferencia entre estar a las órdenes de un hombre o una mujer?
En absoluto. Nancy es además de una directora muy precisa, que lo controla todo mucho. Tiene un empeño muy especial en mantener el ritmo de la comedia. Otros directores dejan más espacio a la improvisación, pero ella no. Esos largos diálogos que mantengo con Anne Hathaway, y que pueden parecer improvisados, están en realidad muy ensayados.
¿Cómo fue la experiencia de tener que rendir cuentas a los 72 años a una jefa que podría ser su hija?
Bueno, a Anne ya la conocía, aunque nunca habíamos tenido la suerte de trabajar juntos. Digamos que hemos mantenido una «distancia profesional», pero nuestros papeles han servido para trabar una amistad, aunque no hasta el punto de celebrar una barbacoa.
Usted es por cierto la única persona que lee periódicos en la película. ¿Cree que la prensa diaria acabará corriendo la misma suerte que las guías telefónicas?
Es triste reconocerlo, pero yo diría que sí. Hoy en día no ves a los jóvenes leyendo periódicos, todos están pegados al smartphone.
¿Cómo es su relación con la tecnología? ¿Podría trabajar en una start up?
Tengo un iPhone, y mando mensajes y emails, pero eso del browsing ya me supera, me parece mucha distracción… Rodando la película me di realmente cuenta del bache generacional. No es que hoy se trabaje de otra manera, es que estamos ante una nueva mentalidad.
Su última voluntad como actor, después de haber trabajado con Scorsese, Bertolucci, Coppola o Tarantino…
Me gustaría trabajar con Paul Thomas Anderson. Le sigo mucho la pista desde There will be blood (Pozos de ambición). Sentí una envidia sana de Daniel Day-Lewis en ese papel. Definitivamente, es un director especial.
(Entrevista: Carlos Fresneda – Diario El Mundo, España)