SEÚL.- Decenas de miles de surcoreanos se manifestaron hoy en Seúl en contra de las reformas laborales y educativas del gobierno de Park Geun-hye y ante lo que consideran medidas restrictivas para las libertades fundamentales.
La concentración reunió en pleno corazón de la capital surcoreana a unas 50,000 personas, según los organizadores, y a unas 15,000 según la policía, y sucede a otra protesta similar que congregó a 130,000 personas el 14 de noviembre y que derivó en graves enfrentamientos con las autoridades.
Ataviados con máscaras y antifaces blancos, y armados con banderolas y carteles críticos con Park y con la policía, los manifestantes marcharon por el centro histórico de Seúl hasta congregarse en la plaza de Gwanghwamun, próxima a la Casa Azul, la oficina gubernamental.
En la diana de las protestas estaban la reforma del mercado laboral y la polémica revisión de los libros de historia que ha impulsado Park, así como la respuesta de las autoridades tras la marcha del día 14, que para la oposición y otras voces críticas ha sido desproporcionada al vulnerar derechos civiles y políticos.
En esta ocasión la concentración se desarrolló sin incidentes significativos, después de que la protesta anterior, la mayor celebrada en Corea del Sur desde 2008, se saldara con medio centenar de detenidos y una treintena de heridos, entre ellos uno que continúa en estado crítico.
Ante el temor de que se repitieran los altercados, la policía surcoreana prohibió su celebración, pero en la víspera esta decisión fue revocada por un tribunal de Seúl, que la consideró «injusta», y los sindicatos y organizaciones cívicas convocantes contaron finalmente con la luz verde de las autoridades.
«Este gobierno represivo no puede detener nuestra lucha. Continuaremos nuestra marcha con resolución», afirmó en un mensaje retransmitido por vídeo y proyectado en la plaza Han Sang-gyun, líder de la Confederación de Sindicatos surcoreana, la mayor organización sindical del país.
Han no pudo participar en el acto al encontrarse refugiado en un templo budista de Seúl desde mediados de noviembre, cuando la policía emitió una orden de detención contra él al responsabilizarlo de la manifestación anterior, que fue declarada ilegal.
Su reclusión está cargada de simbolismo, ya que ocultarse en templos e iglesias -donde no está bien vista la entrada de la policía- era una práctica habitual de activistas a favor de la democracia durante la dictadura militar del fallecido Park Chung-hee, padre de la actual presidenta del país.
En la protesta también participaron representantes del mayor partido de la oposición y líderes religiosos de los principales credos de Corea del Sur, que hicieron repetidos llamamientos al comportamiento pacífico para evitar nuevos enfrentamientos con las fuerzas del orden.
Los líderes religiosos celebraron un servicio conjunto en Gwanghwamun en honor del agricultor de 69 años que se encuentra en estado crítico desde la marcha del día 14, en la que sufrió una hemorragia cerebral al ser alcanzado con un cañón de agua de los antidisturbios.
Muchos de los manifestantes portaban caretas para expresar su repulsa a la propuesta legislativa presentada por el partido gobernante Saenuri de prohibir el uso en las manifestaciones de cualquier prenda o utensilio que permita ocultar la identidad, también a raíz de lo sucedido a mediados de noviembre.
La marcha ha vuelto a poner de relieve el descontento en la sociedad surcoreana por una reforma laboral que según los sindicatos ‘abarata’ el despido; y por el nuevo plan en materia educativa del Gobierno, que le permite controlar la totalidad de los contenidos de los libros escolares de historia.
Seúl argumenta que los libros actuales poseen contenidos ‘sesgados’, ‘peligrosos’ o con un ‘enfoque de izquierdas’, mientras diversas organizaciones de estudiantes y profesores ven tras esta medida la intención de imponer una visión única y conservadora.
EFE