Gustavo Gutiérrez: «Francisco es un hombre valiente que tiene resistencias a su alrededor”

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Considerado el padre de la Teología de la Liberación, Gustavo Gutiérrez sigue siendo admirado por varias generaciones de teólogos. Dice reconocer en el pontífice a un hombre valiente, que conduce la Iglesia en un momento de Kairós, que, en griego, significa momento cierto, oportuno.

Sobre la fuerza de la juventud, Gutiérrez bromea diciendo que no basta ser joven para promover cambios, pues un ser libre puede seguir variados caminos. Animado, el sacerdote explica en entrevista concedida a Adital la importancia del humor, que también puede ser una forma de comunicación, además de ayudar al ser humano a avanzar en la edad.

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¿Cómo evalúa la actualidad de la Teología de la Liberación? ¿Cuáles son las perspectivas y como renovar los líderes?

Sé que está sobrentendido, pero prefiero explicitar. Mi primera preocupación, como cristiano, sacerdote, es hacer teologías, y esto no es el Evangelio. La Teología es un acto segundo, que refleja, precisamente, sobre la vida de los cristianos, a la luz del mensaje evangélico. Mi mayor preocupación es esto. Yo fui, durante toda la vida, párroco, asesor de movimientos, y, claro, me gusto mucho la Teología, e hice Teología. Creo que es importante estar muy cerca del trabajo pastoral. En el caso de mi país, el mundo pastoral está muy circunscrito. Nunca enseñé en una Facultad de Teología, pero, ahora, a los 70 y tantos años, comencé a enseñar en una Facultad. Un poco tarde. Antes, yo desarrollaba el trabajo pastoral, reflexiones, escribí también. Me encanta la Teología y la veo como una comprensión de la esperanza. Para mí, es una hermeneutica de la esperanza y continúa siéndolo. Esto significa la cuestión de los señales de los tiempos, pues todo teólogo necesita ver en qué momento vive. Claro que el fundamento, la raíz, es el mensaje cristiano, pero la manera de vivirlo, hoy, depende de las condiciones.

Sobre la renovación de los líderes, uno no va a encontrar un millón de personas que trabajen en Teología, por muchas razones, pero esto tampoco es necesario. En el fondo, un cristiano es siempre un teólogo, porque piensa su fe. Cuando yo, como cristiano, ‘pienso que’, en realidad, ya estoy haciendo Teología. Esta es la Teología que hablamos, con el conocimiento de las fuentes, a veces debatida, como en cualquier disciplina en la actualidad.

¿Por qué hablar del [Concilio] Vaticano II, después de 50 años?

Porque es su aniversario, así como la persona cumple años, es igual. 50 años del Vaticano II siempre impresiona, y, además, su mensaje continúa siendo actual.

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¿Qué es la práctica del método ver-juzgar-actuar?

Es estar atento a la historia. Ver quiere decir ver la realidad para no elucubrar -«esto sería bueno…» -está asociado a la expresión «señal de los tiempos». Es preciso discernir los hechos, las causas y el por qué se producen los efectos, entonces, viene el momento de juzgar. Y, después, la última cosa es, en el fondo, la razón de ver y de juzgar, que es actuar. No es que se deba escribir un libro sobre los problemas, pero sí el hecho de cómo me comprometo ante eso. Es algo muy simple, nació en los años 1920, como un método en Bélgica y Francia, comenzó con el sacerdote belga [Joseph] Cardijn, que años después, se convirtió en cardenal. Juzgar es leer los hechos, a partir de las exigencias del Evangelio. El actuar tiene un tono más modesto, sería el «¿qué podemos hacer?». Hay personas que pueden esto, mientras otras pueden otra cosa. Al mismo tiempo, existen personas que pueden hacer otra cosa y no esto, personas que no tienen capacidad para esto, o tiempo, o edad o profesión. Hay una diversidad de acciones. Esto es la realidad. Las Conferencias Episcopales latinoamericanas -Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida- usaron el método ver-juzgar-actuar. Es una metodología.

Usted ya dijo que no basta ser joven. ¿Qué significa esto?

Estoy convencido de esto y lo digo racionalmente. Es verdad que la fuerza de la juventud, la salud, el conocimiento, cambiaron cosas muy importantes, pero, en el fondo, son personas libres. Pueden trabajar muy mal y pueden usar su conocimiento de otra manera, esto también ocurre. Por ejemplo, no todos los que estudian medicina van a ser médicos comprensivos con el paciente. Hoy en día, casi no existen. En Estados Unidos, por ejemplo, existen médicos de una impersonalidad impresionante, pero que saben mucho. La medicina clásica era mucho más del contacto más personal. El diálogo con el paciente es muy importante, tomando como ejemplo la medicina. Entonces, creo que es esto lo que ocurre. En relación con la Teología, existen muchos jóvenes latinoamericanos, sino todos, pero no es una profesión de la cual se puede vivir. Nosotros, como somos sacerdotes, no tenemos salario profesional suficiente para sobrevivir. Entonces, esas personas que pueden estudiar otra cosa, que pueden ser un profesional, con una entrada económica, están sacrificándose. Finalmente, todos los jóvenes, todas las personas pueden comenzar bien y no terminar bien.

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Usted ya comentó sobre la fuerza de los pobres. ¿Quiénes son los pobres de hoy, principalmente en América Latina?

Yo dije a partir de las escrituras y no de las Ciencias Sociales, o de la Economía. El pobre es el que no cuenta, es el insignificante, y ellos son muy numerosos. Existe la pobreza que se llama monetaria o económica, y es preciso estudiarla. La condición femenina por ejemplo. No es que toda mujer sea pobre, pero basta que sea mujer para que existan derechos que no están presentes. Así también ocurre con el color de la piel, indígenas, mestizos (yo soy mestizo), japoneses, chinos, algunos europeos en el Pacífico (la inmigración llegaba mucho por allá). Vea, el conocimiento es poder.

¿Cómo evalúa el papado de Francisco y cómo fue el encuentro de ustedes en la Asamblea de Cáritas, en 2015?

Pienso que la Iglesia está en un movimiento muy interesante, rico y con un gran frescor del Evangelio. Esas cuestiones del Papa, de «salir», ir contra la corrupción, de abrirse, es un momento de alegría, y él es muy valiente, porque eso no es fácil. Claro que las personas que están con él también resisten. El Papa Francisco creó un clima muy diferente, que además tiene un apoyo inmenso de personas que no son cristianas, y que ven en este hombre a alguien que habla a Abraham, que es prójimo, y tiene el sentido profundamente evangélico. Esto fue lo que conversé, cuando lo encontré.

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¿Qué reformas considera más urgentes en la Iglesia?

El [Papa] retomó una cosa muy fuerte de Juan XXIII, que es el pobre, y esto es una urgencia. Realmente, la cantidad de personas que están en las migraciones, por ejemplo, es un escándalo. Estamos en un siglo con tantos recursos y esas personas necesitan salir corriendo de su país, sino los matan. Esto es una superurgencia. Al mismo tiempo, existen también, naturalmente, cuestiones de la Iglesia, discutidas durante el Sínodo de la Familia, el rechazo enorme de la corrupción, no querer el dinero corrupto. Mucho se puede decir que es reforma, en una parte más institucional, es preciso cambiar las reglas también del comportamiento de los funcionarios. El clima que estamos viviendo es algo como volver al principio. Hablando teológicamente y bíblicamente, es también lo que llamamos Kairós, palabra que quiere decir momento oportuno, éste es el momento actual.

Entonces, es un momento de diálogo interreligioso? ¿Cómo es posible ante tantos conflictos en el mundo en torno de la religión?

El diálogo ya había comenzado antes. Los conflictos disminuyeron mucho en relación con el siglo pasado, cuando había guerras. Ahora, son otras guerras, como por ejemplo lo que ocurre con los musulmanes. Yo se que todavía hay mucho por hacer, aunque ya cambiaron lo que existía como muy violento en otros tiempos. Existe, por ejemplo, el fundamentalismo, las personas que creen que esto es así y es así para todos. Es preciso respetar la diversidad cultural, las historias, todos los pueblos tienen, como los seres humanos, sus pequeñas historias, están acostumbrados a ellas. A veces, existen cosas que no están bien en ninguna cultura, entonces, es preciso entrar en diálogo para comprender mejor. El diálogo interreligioso es muy importante, pero es preciso establecer la justicia, porque sin ella no hay paz. Y la justicia es reconocer los derechos de todos, y es, justamente, lo que le falta a los pobres. Recuerdo una frase de Hannah Arendt, filósofa judía alemana, que dice que «ser pobre es no tener derechos, no tener derecho de tener derechos». Esto es preciso que se acabe. No es posible que haya seres humanos sin derechos respetados. Esto es la ley de la vida, la ley de la libertad.

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¿Cómo evalúa el clima en América Latina, qué pasó con elecciones recientes, como en Argentina, Guatemala y Haití?

Hay una gran variedad, pero una cosa general que se puede decir es que existen elecciones. Digo esto porque tuvimos, en América Latina, países con dictaduras. En Argentina, Uruguay y en Brasil, o sea, hubo un cambio grande. Ahora, es verdad que no fue suficiente. No basta tener elecciones para decir que estamos bien. Estamos en el continente más desigual, económicamente hablando, y esto es preciso combatirlo. Los ricos son cada vez más poderosos y los pobres cada vez más pobres. Leí una frase de un gran economista y filósofo que dice: «el mundo es espectacularmente rico y desesperadamente pobre», es notable ese hombre. Esto no debería ocurrir, pero está en América Latina y todavía no hay un trabajo para poder cambiar.

Pero usted ya mencionó que América Latina es el continente de la esperanza…

Es una cosa simpática. Pero claro que también la esperanza siempre existirá. Esas son frases que alientan a las personas. La esperanza está ausente y presente en todos lados. En África, en Asia. Y ya que estamos hablando de personas, existe una frase que dice que «lo último que se pierde es la esperanza», pero la frase no dice «en América Latina, lo último que se pierde es la esperanza», por lo tanto, vale para todo ser humano. Por haber habido cambios importantes, es necesario valorar, en América Latina, este paso, políticamente hablando, de haber salido de dictaduras hacia la democracia.

¿Qué es para usted la espiritualidad y cómo vivirla hoy?

La espiritualidad cubre muchas realidades. Es calzar las chinelas y caminar por muchos lugares, que no están nivelados, lo que es una locura, pero es lo fundamental. El mensaje fundamental de Jesús es el amor a las personas y la primacía de los más pobres. Hay una pregunta eterna que se les hace a las familias – «Madre, ¿usted ama más a mi hermano que a mí?» – La respuesta eterna es «amo a todos por igual». Pero, si la madre no protege a los menores, quedan todos enfermos. Entonces, ¿por qué primero los pobres? Porque son más débiles. Es una cosa tan simple y las personas no la entienden. Dicen: – «No, Dios no habla solamente para los pobres…» Dios ama a todas las personas, pero, al mismo tiempo, primero a los débiles.

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Sobre monseñor [Óscar] Romero [ex-arzobispo de San Salvador], ¿cuál es el significado de su beatificación?

Comienzo por el final. Pienso que es muy importante y rico para América Latina la historia de su beatificación y canonización, por una razón muy simple, porque al principio no entendieron lo esencial. Él murió, claro que impactó mucho, pero en El Salvador, muchas personas bautizadas, católicas, se quejaban de que él era comunista. Entonces, este reconocimiento va a valorizar muchos testimonios del mismo estilo, en una cantidad de lugares de América Latina. En Argentina, antes de Romero, mataron a monseñor [Enrique] Angelelli, después de Romero fue [Juan] Gerardi, en Guatemala, y una cantidad de laicos y religiosos. Va a valorizar en la medida en que reconocer que Romero fue asesinado por cristianos y por defender a los pobres, lo que será interesante para la Iglesia latinoamericana.

Usted habló mucho sobre el humor. ¿Cuál es su importancia en la vida?

Es no tomársela muy en serio y no creer que se es la última Coca-Cola, como dicen. No es una chacota, ni significa que uno no esté sufriendo. En el mundo, existen muchas personas sufriendo, pero no es una indiferencia ni tampoco superficialidad. Pienso que no es preciso perder el humor. Yo bromeo un poco diciendo que hay sacramento para recuperar la gracia y no hay sacramento para recuperar el humor. Creo que el humor alimenta y puede ser una cosa psicológica también. Las personas que se reprimen no actúan. Inclusive ante una situación difícil, una persona puede mantener una distancia y tener humor. El humor también es una manera de comunicar algo. Yo bromeo mucho porque es mi manera de ser, pero no significa que todo esté bien, que no tengo preocupaciones y que la pobreza, para mí, no es un escándalo con tanta gente sufriendo. No. Yo trabajé toda mi vida con gente pobre, como pastor, siempre en las periferias, y es bastante doloroso, pero no puedo llorar todos los días, y el pueblo tampoco. Lo que quiero es que salgan de esa situación. Existe también una obsesión por el dinero y esta preocupación supera, en muchas personas, la cercanía con el otro. Creo que el humor ayuda también a llegar más lejos en la edad.

(Entrevista: Cristina Fontenele, en Adital – Fuente: Religión Digital – www.periodistadigital.com).

 

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