LA HABANA.- El Papa Francisco aceptó la renuncia del cardenal de Cuba, Jaime Ortega, religioso clave en el deshielo de las relaciones diplomáticas de la isla con EEUU y un destacado interlocutor ante el régimen de Raúl Castro y su mediación para un proceso de excarcelación de presos políticos que culminó en el 2011.
Tal como lo establecen las reglas en la Iglesia católica, Ortega había presentado su renuncia el 2011, cuando cumplió los 75 años, pero hasta ahora el Papa no la había aceptado ni había nombrado a un sucesor para la estratégica diócesis de La Habana, cargo que fue designado el nuevo arzobispo de La Habana a Juan de la Caridad García.
Una de las últimas apariciones públicas del cardenal Jaime Ortega como arzobispo de La Habana fue en marzo pasado, cuando recibió en la catedral de la capital al presidente estadounidense, Barack Obama, y a su familia, en el primer día de su histórica visita a la isla.
Un comunicado de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba indicó que el pontífice había finalmente consentido el retiro de Ortega que estaba al frente de la diócesis de La Habana aunque, hasta el momento no se ha especificado cuál será su nuevo destino.
Ortega llegó al arzobispado de la capital cubana en 1981 y durante su mandato como cardenal organizó tres visitas papales y estuvo al frente de un paulatino acercamiento entre el gobierno cubano y la iglesia, luego de una ruptura a comienzos de la década de los 60, cuando muchos sacerdotes apoyaron abiertamente a la contrarrevolución e hicieron propaganda en su favor.
Asimismo, ha sido reconocido por haber servido de nexo entre Cuba y Estados Unidos cuando ambos países buscaban mejorar sus relaciones diplomáticas, cuyo deshielo fue finalmente anunciado en diciembre del 2014.
En su larga trayectoria al frente del arzobispado, el prelado tuvo que hacer frente a muchas críticas de disidentes en la isla y en Estados Unidos, que lo acusaron de no tomar partido en su favor y tener una conversación abierta con el gobierno.
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Ortega defendió su posición dialoguista alegando que el papel de la iglesia no era asumir una política partidaria. (ECHA – Agencias)