Diego Pablo Simenone está en el firmamento del fútbol mundial. Ha llevado al Atlético de Madrid no sólo a una final de Champions. Ha logrado que los “colchoneros” se entreguen a ese “cholismo” que les ha dado vida en las canchas de nuevo. La filosofía Simeone es simple “Si se cree y se trabaja, se puede”.
CRÓNICA VIVA reproduce una entrevista ofrecida por el técnico del Atlético de Madrid a la revista Jot Dow que cobra más actualidad que nunca.
Diego Pablo Simeone (Buenos Aires, Argentina, 1970) mira directamente a los ojos cuando habla. Es rápido de pensamientos y se enroca cuando la conversación no le conviene, aunque soltarla, la suelta. Ha convertido al Atlético de Madrid, un equipo que estaba medio grogui cuando él aterrizó, en un rival temible, y está luchando por la liga y la Champions con un presupuesto muy inferior al de sus contendientes. El «cholismo» es una religión, pregunten a un feligrés si tienen a alguno cerca. «El liderazgo se tiene o no se tiene, yo no lo impongo. O me seguís, o no me seguís. Es así de sencillo», afirma. Parece de ese tipo de persona que como amigo debe de ser un tesoro y al que jamás querrías como enemigo. Es un trotamundos del fútbol: de Buenos Aires a Pisa, Sevilla, Madrid, Milán, Roma, vuelta a Madrid, regreso a Argentina y ahora de nuevo en Madrid.
¿Se imaginaba de niño siendo otra cosa que no fuera futbolista? Ya sabe, ¿recuerda jugar a ser policía, maestro, médico o bombero?
La verdad es que no. Solo jugaba a ser futbolista. De chico volvía del colegio y la mayor ilusión era irme a la plaza para jugar al fútbol, la calle en el medio y los árboles eran la portería. Siempre tuve la ilusión de ser futbolista y a los ocho años ya me fui al Estrella de Oro, después a Vélez en el año 79, donde jugué en las categorías infantiles. Recuerdo perfectamente las botas que llevaba de niño, por ejemplo, los botines «futbolsito» que eran unas botitas con ruedas blancas en los costados y los tacos medios raros para la época. Pelota, pelota, pelota, pelota. Esa fue mi niñez.
¿No se entretenía con otra cosa?
Mira lo que te voy a contar para que veas hasta dónde llegaba. De pequeño me regalaron los «rastis», un juego de construcción. Y había soldados e indios, pero yo no jugaba a los soldados contra los indios. Iba a la verdulería con mi madre y se ataban las verduras con una cinta celeste y blanca y como soy hincha de Racing y sus colores son celeste y blanco armaba a los indios con las cintas y me montaba un partido. Mis padres me regalaban un fuerte para jugar y yo lo armaba como un partido de fútbol de indios contra soldados.
Al dedicarse al fútbol desde tan pequeño ¿Siente que se perdió algo más tarde en su adolescencia?
No. Es cierto que me fui alejando de lo que hacían los demás. Por ejemplo, el viaje de fin de curso en séptimo curso no lo hice porque tenía que competir y el resto de mi clase sí. No fue el único que me perdí. El sábado cuando mis amigos salían yo no porque me preparaba para el partido del domingo. Y no salía de verdad, me preparaba para lo que me gustaba y por eso no tuve nunca la sensación de estar haciendo ningún esfuerzo. Al contrario, lo hacía con la tranquilidad y la alegría de esperar que llegara el día del partido. Yo me quería matar cuando llovía el sábado por la noche, porque entonces al día siguiente se suspendía el partido porque el campo se embarraba y no se podía jugar. Siempre he pensado en el fútbol.
Uno de sus primeros referentes fue la selección argentina del 78, cuando tenía ocho años. Ha llegado a decir que de Pasarella le gustaban hasta los andares…
Sí. Y me fijaba en todo, en las caras de los jugadores, cada detalle. Siempre fui muy observador para todo en la vida. La mejor manera de aprender es mirar y escuchar. Mi familia siempre me enseñó a escuchar. Y sí, me gustaba mucho Pasarella porque me gustó y admiré siempre a la gente con personalidad. Cuando uno habla de líderes… El líder se ve también hasta en cómo camina, se ve cuando se mueve. Esas imágenes en el 78 de Pasarella de capitán, saliendo del túnel, con los papelitos cayendo. Y veías las caras de los chicos y eran hombres, con veinticinco años eran hombres. Me gustaba observar esos gestos.
¿Quién es la persona que más ha influido en usted?
Mi padre ha influido como padre y en la vida como guía. He aprendido de muchos, de mi madre, mis hermanas. Hoy aprendo de mis hijos. Uno aprende hasta el día que se muere, al menos eso es lo que yo busco.
Sus tres hijos son futbolistas. ¿Cómo lo vive? ¿Es de esos padres de futbolista pesados que les dan indicaciones todo el rato?
No, no. No intento nunca mejorarles futbolísticamente. Yo pienso en ellos como mis hijos, soy su educador. Cometeré errores como todos los padres del mundo, pero intento inculcarles principios de vida: El respeto, la educación, el compromiso con la gente, la fidelidad. Y eso no se negocia, al menos en nuestra familia. Intentamos marcarles el camino.
Antes de que diera el salto a Europa para jugar en el Pisa usted recordaba los domingos como el «día más feliz de la semana porque comía pizza y veía a Maradona en el Nápoles». ¿Qué recuerdos tiene de esa época?
El domingo en Argentina por la noche cuando pasan los resúmenes de los partidos es lo más lindo que hay, comerte una pizza y ver los partidos. Los domingos además empezaban relindos porque en el año 88 o por ahí pasaba que con el cambio de hora a las tres de la tarde jugaba Maradona en el Nápoles y en Argentina era por la mañana. Obviamente enamorado del Diego por su juego, por su pasión, por todo lo que transmitía, aquella era la mejor manera de empezar un domingo previo a que yo después jugaba. Y te ilusionabas, soñabas con algún día poder ser tú el que jugabas en Italia.
Da la sensación de que algo absorbió de Maradona, de aquellas gestas, en un equipo menor, pero que con mucha casta y pelea llegó a hacer campeón al Nápoles. ¿Es así?
Nunca busqué copiar. El que busca copiar se equivoca. Uno tiene que ser absolutamente espontáneo y la mejor manera de transmitir a otra persona tus sensaciones y lo que uno siente por este juego es siendo único. Yo aprendí mucho de diferentes generaciones, de diferentes camadas, me tocó estar con la del 86 en el 90 y yo era muy chico, aprendí de hombres que tenían otras posibilidades, otras herramientas, que no eran ni mejores ni peores que los Messi de hoy, pero tenían una diferente manera de ver la vida porque se criaron de manera distinta. Después me fui adaptando a los cambios que hubo, de Verón, de Almeida, pero sí tengo mucho de aquellos tipos que con dificultades consiguieron muchas cosas.
Cuando le hacen la oferta para jugar en Europa, en el Pisa, le dan solo cuarenta minutos para pensárselo. ¿Qué se le pasó por la cabeza?
Yo estaba jugando en Vélez, tenía diecinueve años y me llamaron de la oficina del representante y me dicen «hay una posibilidad para jugar en el Pisa pero tienes que decidirte en cuarenta minutos». Me dejaron solo. Mi agente en Italia, mis padres fuera de vacaciones en Mar de Plata. No había móviles entonces, ¿eh? Había que resolver, con diecinueve años de los de entonces, no de los de ahora. Recuerdo quedarme mirando los cuadros de los jugadores de fútbol en la oficina y… el fútbol es mi pasión. Apareció una oportunidad y había que aprovecharla. No dudé mucho. Primero dije que sí y luego localicé a mis padres. Y ya me puse luego a mirar quiénes eran los jugadores del Pisa. Había dos daneses y yo estaba convencido que uno de ellos, Larsson, eraElkjaer Larsen, el 9 de Dinamarca y resulta que no, que era un lateral [risas]. Y a los tres días me fui a vivir a Italia.
Y en lo único que se equivocó fue en el vestuario…
Sí. No tenía yo ningún amigo en Europa que me avisara y también que me informé de la plantilla y bien poco de lo demás, así que llegué de invierno, con la «polera» de cuello alto y cuando bajé del avión me quería morir del calor que hacía.
Siguiendo con el vestuario, ¿es cierto que en Italia le miran a uno de arriba a abajo? Desde la ropa de calle hasta cómo se calza las botas…
Italia es especial. Es el país de la moda y se refleja en cualquier lugar. En los vestuarios también pasaba. Yo venía de Argentina que no se le daba tanta importancia a cómo llegabas vestido al vestuario, pero me fui adaptando. Uno siempre se adapta a los lugares en los que vive. La personalidad la forjas con la edad y después ya eliges, pero primero te adaptas.
Ha tenido grandes entrenadores, y de muy diferente personalidad. ¿De quién ha aprendido más o cree que le ha influido más?
Uno siempre dice que aprende de los entrenadores buenos que ha tenido, pero yo he aprendido mucho también de los malos que tuve porque ya sé qué es lo que no hay que hacer o cómo no comportarse. No es que quiera quedar bien con todos, es que saqué lo mejor de cada uno. Como todo en la vida, del entrenador que te agarra de joven, cuando uno está más esponja, absorbes más. Bilardo me marcó en mis inicios, pero después he crecido con Erikson, con Mancini, con Luis Aragonés, con Bielsa, Basile… No quiero decir uno porque no sería justo.
De la etapa que pasó en el Sevilla, su primer club en España en el que coincide con Suker, con Maradona, entrenado por Bilardo y por Luis Aragonés. ¿Qué balance hace?
Fue muy buena, muy buena. Teníamos un equipo muy sólido y fuerte y en el segundo año la presencia de Luis Aragonés mejoró mi capacidad goleadora de mediocampista y me dio la oportunidad de poder llegar al Atlético.
Daba la sensación de que Maradona absorbía la energía del equipo, si él estaba mal, la plantilla no carburaba ¿No pasó así en el Sevilla y en el Mundial del 94?
Yo no lo vivi así, yo creo que el equipo se acomodó muy bien cuando estuvo Diego, sobre todo en Sevilla. Le sacamos mucho partido arriba, evidentemente, si hubiésemos tenido al Maradona de veinticinco años hubiese sido mucho mejor. Hicimos una gran temporada. Y en el Mundial, increíblemente, todos hablan de lo que nos pasó a partir de la caída de Diego, pero el mejor partido que jugó Argentina en ese Mundial fue contra Rumanía, cuando nos quedamos fuera ¡Ese fue el mejor de todos! La figura del partido fue el arquero rumano, Stelea. La presencia de Diego es verdad que nos generaba una confianza importantísima. Jugando él en dos partidos lo hicimos muy bien, muy ofensivos, con Balbo, Caniggia, Maradona y Batistuta. Con casi cuatro delanteros y Redondo en el medio. El tercer partido contra Bulgaria perdimos y nos mandan a jugar enseguida contra Rumanía, pero aun así fue bueno. Al quedar fuera, se recuerda a partir del resultado, pero…
Llegamos ya al Atlético, y eso que estuvo a punto de fichar por el Real Madrid…
Hubo una posibilidad sí, porque llegaba Artur Jorge y me quería a mí, pero el Madrid eligió a Valdano y Valdano eligió a Redondo. Yo digo que las cosas en la vida pasan por algo y evidentemente lo mejor que me pudo pasar es el Atlético.
¿Fue amor a primera vista lo del Atlético?
No. El recibimiento que me dio la gente nada más llegar, cómo me trató, fue más de lo que yo le di en el primer año. Me lesioné el hombro, estuve fuera dos meses y el equipo tampoco estaba en su mejor momento, nos salvamos a última hora en Sevilla, pero la afición siempre tuvo conmigo un afecto enorme. Debe ser que los del Atlético están preparados para ver gente con entrega y eso nunca me faltó. Después el talento, la técnica, podía tener mejores o peores domingos, pero la afición lee muy rápidamente a los jugadores que se entregan. Lo vemos ahora otra vez.
¿Y con Madrid? ¿Qué tiene Madrid? Porque usted ha vivido en grandes ciudades y sin embargo siente Madrid como su casa…
Madrid me acerca a Buenos Aires. El porqué no lo sé. Me encuentro en mi lugar, de forma natural. Me fui a Milán, viví en Roma que es una ciudad extraordinaria, y cuando volví es como si nunca me hubiese ido. A mí me sorprendía por ejemplo que cuando estaba en Roma, o en algún otro lugar del mundo, y me encontraba con algún español siempre me decían: «Ahí va Simeone el del Atleti». Me hacía ruido esa forma de identificarme con un lugar.
Sus compañeros, cuando era jugador, siempre le recuerdan mandando, organizando. El entrenador estaba siempre latente en usted. A los diez años incluso un profesor ya le puso de director de orquesta en el colegio, ¿no es así?
El otro día charlando con mi hermana y viendo fotos de niños le comentaba justo eso. ¡Qué genio el tipo que me puso de director de orquesta! Se llamaba Bruno, Bruno Amasino. Era el profesor de música, un tipo aparte con mucha personalidad, un genio tocando el piano, tengo un gran recuerdo de él. Y el hombre me eligió para hacer de director de orquesta y había chicos más grandes que yo. La verdad que no sé por qué me eligió…
El carácter, ¿no? Ya le vería algo…
No tengo ninguna duda. Le gustaba mucho el fútbol al profesor, era hincha de un club que se llama Ferrocarril Oeste. Me eligió. Y bueno, fui siempre capitán de joven en mis equipos, capitán en la selección juvenil, en la selección a los veinticuatro años. A mí nunca me gustó imponer el liderazgo, es algo que no se puede imponer. El liderazgo lo tienes o no lo tienes y en realidad te lo aceptan y te lo dan tus colegas y compañeros, ya sea en un equipo de fútbol, en el colegio, en la empresa o en un restaurante. Posiblemente siempre me gustó empujar, nunca me callé. Siempre busqué pelear contra el que sea, el poder o los humildes.
Cuando llega al Atlético como entrenador se hizo cargo de un equipo deprimido y en cinco meses ya estaban ganando un título. ¿Qué les dijo? ¿Recuerda su primera charla con la plantilla?
Sí. Nos juntamos en el vestuario y les dije que conocía el lugar y lo que necesitaba la gente y que lo único que no era negociable era el esfuerzo. Y ya después de eso, del esfuerzo, por la calidad técnica del equipo estaba convencido de que íbamos a salir, les dije que yo había pasado por ese momento y que al año siguiente salimos campeones. Un año peleábamos el descenso y al siguiente conseguimos el doblete. Y después de la charla cuando salí al campo y la gente me aplaudía también les dije: «Miren a todos ellos, que en algún momento también me insultaron». El fútbol es esto.
¿Y cómo se convence a una plantilla?
Eso no se puede explicar. Yo tengo una energía y vos podés tomarla o no tomarla, seguirme o no, pero no se puede explicar lo que hace un líder. O me sigues, o no me sigues. Yo no comparto que uno en el trabajo es de una manera y en la vida de otra. Vos sos de la misma manera siempre. Si eres falso, lo eres con tu familia y en el trabajo. Si eres «ventajero», oportunista como lo dicen ustedes, en algún momento le vas a querer sacar ventaja a alguien que te rodea. La gente siempre es la misma, así que tienes que transportar cómo eres en tu vida al trabajo y ser natural. Porque lo más difícil que tenemos es ser simples en la vida cotidiana. Natural, natural. Obviamente que hay momentos en los que hay que marcar el rumbo, como con tus hijos. Uno no habla siempre igual con sus hijos, y con tus amigos en algún momento te peleas y si no les dices las cosas a la cara se alejan y les vas perdiendo. Pues en el fútbol es igual. Si a un jugador no le dices una cosa se va alejando y lo terminas perdiendo.
¿En su relación con los jugadores es una mezcla entre autoridad y seducción?
Es convencerles de dónde está el rumbo. Autoridad no.
Llegó a decir que algún jugador llegaría a odiarle, pero que le haría mejor. ¿Cree que tiene en la plantilla algún futbolista que le odie?
Si lo hay no me lo va a decir. Posiblemente lo haya. Nunca les vas a tener a todos contentos. Hay un refrán que dice que si el 49% de la gente te sigue, date por satisfecho. Cuarenta y nueve, eh, ni siquiera el cincuenta. El problema con un jugador es cuando no le hablas, cuando dejas de darle la atención que crees que necesita para que te sirva para el equipo. Ahí es cuando ya no hay vuelta atrás, ese jugador tiene que salir del club.
¿A usted le gustaba el Barça de Pep Guardiola?
Sí. Claro que me gustaba. Es el sueño de un entrenador hecho realidad porque aparte lo gestó él. La gran virtud de Guardiola fue haberlo armado para que se produjera.
¿El Atlético podría jugar así?
No.
¿Por qué?
Porque no somos el Barcelona. La construcción de las bases es diferente. El Atlético siempre tendrá más extranjeros que gente de la casa. El Atlético además es un histórico equipo agresivo, intenso, con compromiso, pasión, contragolpeador y fuerte defensivamente.
¿Tiene la sensación de luchar contra una idea única de que el fútbol bonito es solo de una manera y lo demás es feo?
No. Eso es un juego mediático que sirve para vender. Hay un juego, que es el juego del fútbol y después el fútbol es muy amplio. Se gana de diferentes maneras y cada uno elige la suya. El Barça y la selección española nos llevaron a ir detrás de una idea que es hermosa, claro, pero para correr rápido hay que tener un auto bueno. Si tienes un auto menos bueno tendrás que buscar la manera de pincharle la goma al otro y correr lo más cerca de él que puedas.
Coincidió con Ronaldo en el Inter y usted afirmó: «Él sale al campo a divertirse. Le envidio, pero no lo comparto»…
¡Ronaldo es como Kiko! Antes de salir a la cancha en el túnel hacía chistes. Cada uno encuentra la concentración de diferente manera, cada uno es distinto. Estos futbolistas vivían como son ellos, relajados, tranquilos, un chiste, una broma. A mí me gustaba estar encerrado en el partido, soy así, sigo siéndolo.
¿Qué relación tiene usted con la prensa deportiva?
Lo más prudente es tratar para dentro todo y para fuera nada, pero cada vez es más difícil porque todos tienen amigos, todos tienen celulares, todos mandan mensajes, pero siempre digo que a mayor privacidad en el vestuario hay mejor grupo, y a mejor grupo mejor equipo. Mi relación con la prensa siempre es buena porque no escucho ni leo.
¿Y nadie le cuenta? Porque esos suelen ser los peores…
Me cuentan las cosas importantes, pero si tú hablas mal de mí te contestaré con una sonrisa porque no lo sé. Si perdemos es lógico que nos critiquen, pero si hablan mal por conveniencia prefiero no leerlo.
¿Cuánto tiempo al día le dedica al Atlético?
El fútbol son veinticuatro horas. Voy al cine y mientras está la película viene una idea y en cuanto salgo tengo que coger el teléfono y llamar. O estoy cenando con gente y de repente se me va la cabeza en «uy, si mañana este no juega, habrá que avisar al otro». Así vivo yo el fútbol.
Una curiosidad. ¿En serio se fija usted en los horóscopos de los jugadores que quiere fichar?
Sí. Porque las características, las personalidades son parecidas. ¿Vos de qué signo eres?
Yo Géminis…
Se te ve, así agresiva… Cambiante. Intensa.
Vaya…
Las características de la gente según su horóscopo son similares y prestamos atención para ver cómo le podemos sacar lo mejor.
¿Y hay un signo mejor que otro para ser jugador de fútbol?
Me gustan los valientes.
(Entrevista: Gemma Herrero – Fuente: Revista Jot Dow – www.jotdow.es).