Gracias al periodista y poeta ecuatoriano Rubén Darío Buitrón, en las últimas semanas circuló esto en Twitter:
#Periodismo “Una versión mediática de cómo empezó el mundo según la biblia y la falta de contrastación de fuentes” (subrayado nuestro).
A continuación del tuit, el colega presentó como garante de su afirmación un párrafo del gran Eduardo Galeano:
“Si Eva hubiera escrito el Génesis, ¿Cómo sería la primera noche de amor del género humano? Eva habría empezado por aclarar que ella no nació de ninguna costilla, ni conoció a ninguna serpiente, ni ofreció manzanas a nadie, y que dios nunca le dijo que parirás con dolor y tu marido te dominará. Que todas esas historias son puras mentiras que Adán contó a la prensa”.
Divertido, si, Galeano era creativo y además apuntaba bien al blanco. En este caso apuntó y acertó: el vicio de las versiones unilaterales causa daños difícilmente reparables. La parcializada versión bíblica sobre la costilla y demás, dio origen a una malformación del imaginario colectivo, que como mala hierba se extendió por toda la sociedad humana con algunos matices y sin excepción alguna.
Sus consecuencias fueron desastrosas y promovieron un retraso en el avance social, que está felizmente en retirada en la mitad del mundo y en la otra mitad ni ha comenzado.
¿Retraso nacido de qué? De la versión unilateral de las leyes, de la política, las religiones, la filosofía; de la educación. Todo código de normas inequitativo en género es ineficiente per se, ya que perjudica y minusvalora a la mitad de la población ¡La mitad!, no a una minoría de escasa presencia.
Así como antes no se tomaba en cuenta la opinión de una mitad de la población, en la hora actual la falta de contraste de fuentes –origen de desinformación- también produce perjuicio social al presentar como cierta una media verdad (o falsedad absoluta) lo cual distorsiona las variables organizativas de la sociedad.
Si me dicen que a +b +c es igual a 10 pero en verdad es 15, tal vez no tenga elementos de juicio para tomar decisiones apropiadas. De allí la pertinencia de la cita de Rubén Darío Buitrón en Twitter este 6 de mayo.
La necesidad de contrastar las fuentes informativas es un requisito grabado con tinta indeleble en las leyes esenciales del periodismo. Publicar un rumor sin verificar antes es una vil manera de desinformar; algunos medios no se han enterado o se hacen los desentendidos, por cuestión de intereses.
El profesor universitario y periodista Jeff Jarvis, de la New York Graduated School, columnista en “The Guardian”, y autor de libros de gran demanda, afirma en “El fin de los medios de comunicación de masas” que “debemos enseñar las verdades eternas del periodismo incluyendo la rigurosidad, la justicia y la integridad”.
El profesor Jarvis eleva al rango de misión al ejercicio periodístico y le agrega un nuevo sentido cuando afirma que “su función es ayudar a la sociedad a organizarse mejor”. Que “en vez de definirnos (los periodistas) por la herramienta que utilizamos: tinta sobre celulosa o papel satinado; sonido o imágenes a través de ondas (…) dichas herramientas requieren nuevas habilidades y crean un nuevo valor”. Servimos a ciudadanos y a comunidades.
Esta visión de servicio necesita ser tenida en cuenta aun en medio de la guerra tribal de exterminio que es la contienda electoral. Nada justifica la desinformación proveniente de los medios, ya que son obra de aquellos a quienes se supone especialistas en el tratamiento de la noticia.
De modo bastante diplomático lo dijo Adolfo Suárez cuando era presidente del Gobierno Español: “Algunos periodistas no intentan obtener los datos necesarios para hacer una información exacta”.
En cambio, Gabriel García Márquez lo dijo sin rodeos y con su genialidad acostumbrada: “La ética debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón”.