Eurocopa 2016: Alemania-Francia un duelo ensombrecido por el terror

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Cuando mañana los jugadores de Francia y Alemania se vean las caras, enfundados en las camisetas de sus selecciones nacionales, es posible que a más de uno le recorra un escalofrío: la última vez que lo hicieron se estaba produciendo fuera del estadio una de las peores masacres terroristas en Europa.

Las explosiones de tres terroristas suicidas el 13 de noviembre -ocho meses atrás-  se escucharon dentro del Estadio de Francia, en Saint Denis, aunque pocos repararon realmente en ellas.

Corre el minuto 17 del partido amistoso que enfrenta a Francia con Alemania y un estruendo que se cuela desde fuera del campo no parece alarmar a nadie. Antes al contrario, muchos hinchas corean el ruido causado por la deflagración.

Tres minutos después, otro bombazo, perceptible incluso para quienes ven el partido por televisión.

El presidente de la República, François Hollande, es evacuado del estadio en el descanso mientras el fútbol sigue, como si estuviera al margen del tiempo y del espacio. Esa atmósfera irreal la completan los cánticos de los espectadores, también ajenos a lo que sucede por la pésima recepción de internet dentro del estadio.

A las puertas del Estadio de Francia, tres yihadistas kamikazes habían hecho detonar sus cinturones con explosivos, causando la muerte de una persona. Otros dos comandos de tres terroristas perpetraban en paralelo varias matanzas en las terrazas de París y en la sala Bataclan, hasta acabar con la vida de 130 personas.

Los futbolistas continuaron hasta el final del partido, sin noticias del exterior, aunque en las gradas se instalaba poco a poco la incertidumbre. Ganaron los locales, por cierto, por dos goles a cero, aunque nadie recuerda ya el resultado.

Tras el choque, la policía, que había acordonado el campo, evacuó a los cerca de 80,000 espectadores, que tuvieron que abandonar el recinto saliendo por el césped.

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A su salida, una escena inolvidable fue captada por las cámaras de los teléfonos móviles: muchos comenzaron a entonar de manera espontánea «La Marsellesa» mientras abandonaban el estadio y no paraban de recibir pésimas noticias en la que había de ser la noche más larga para Francia en muchos años.

Los jugadores alemanes -la mayoría de los cuales estarán mañana en Marsella contra, más o menos, los mismos contrincantes franceses- no fueron evacuados de los vestuarios hasta las 07.00 de la mañana por precaución.

Los galos salieron unas horas antes, en un autobús escoltado, con el corazón en vilo por la hermana de Griezmann, que se hallaba en la sala Bataclan y que logró salvar la vida.

Antes del comienzo de la Eurocopa, la gran obsesión de todos, y más todavía de las autoridades, era la seguridad. Hasta el momento, no solo no se han registrado problemas más allá de los destrozos y la violencia causados por los «hooligans», sino que los campos y «fan zones» se han llenado con frecuencia.

Tras los atentados se alzaron numerosas voces en Francia y en el resto de Europa que cuestionaron la capacidad del país para organizar uno de los principales eventos deportivos del mundo, con sedes en diez ciudades distintas.

El Gobierno de Manuel Valls hizo de la Eurocopa un «casus belli», la demostración de que Francia no se plegará de ningún modo a la amenaza terrorista, como ya hizo, a una escala menor, al acoger a los jefes de Estado de todo el mundo en la Cumbre del Clima (COP21), solo unas semanas después de los atentados.

Cuando mañana vuelva a sonar «La Marsellesa», precisamente en Marsella, será difícil no echar, antes de que empiece a rodar el balón, una mirada a ocho meses atrás.

EFE/Enrique Rubio

 

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