No tiene la selección peruana otra opción, este martes 11, que la de ganar en Santiago. El fútbol no admite conjuros, encantamientos ni sortilegios, por lo que el único hechizo es jugar bien y anotar todos los goles que se pueda.
La inspiración es otro componente del fútbol. Si el once peruano amanece con un cosquilleo de hacer un buen partido, no habrá rival capaz de hacerlo desistir de la idea de aporrear al adversario.
Sin embargo, no es suficiente. La inspiración no es todo, falta la concentración y evitar caer en los roces y las provocaciones que sin duda se va a dar. En eso la palabra la tiene el ‘Tigre’.
Se necesita, además, otros condimentos como el de estar atentos, con la pelota quieta y rezar para que el árbitro ecuatoriano Roddy Zambrano se porte con aciertos de justicia.
Chile en estos últimos partidos ha patentado una suerte de paternidad que debe acabar. En todos estos cotejos, es cierto, hemos ofrecido un hándicap intolerable. Carlos Zambrano, Christian Cueva y Rinaldo Cruzado fueron prisioneros de sus propias iras y fueron expulsados.
No se les puede dar a los chilenos tantas ventajas. Enfrentarlos es estar muy bien avisados para sacar todas las ventajas posibles: El buen toque, las paredes y la picardía no aparece en el manual ni en el dibujo táctico que pueda elaborar Ricardo Gareca.
Paolo Guerrero, Christian Cueva, Miguel Trauco, Aldo Corzo y todo aquel que se una a la tropa gananciosa, podrá sumarse para que el rival tenga en cuenta que el rendimiento peruano ante los argentinos no fue casualidad.
Cierto que Chile también juega. Tiene jugadores presentables con Arturo Vidal, Alexis Sánchez, Charles Aránguiz, Claudio Bravo y Eduardo Vargas pero recordemos que Ecuador se los devoró a fuego lento con el 3-0 en Quito.
Entonces, no hay que caer en pánico. Chile como adversario es respetable pero se le puede ganar. Sacar provecho de su mal momento es muy posible porque este Chile con Juan Antonio Pizzi con el buzo no es el Chile de Jorge Sampaoli. (Hugo Laredo Medina).
Foto: EFE