Entre 6,4 y 59 billones de dólares es la cifra que Jeff Neumann y Tracy Loeffelholz, de la revista Open Democracy, estiman que debe EEUU a sus ciudadanos descendientes de esclavos.
Para sus cálculos toman como base la palabra del general William T. Sherman, que prometió a cada esclavo, durante la guerra de Secesión, cuarenta acres, esto es, unos 20 dólares de rendimiento semanal para 3,9 millones de personas, y ajustando el cálculo a la inflación actual.
Según Neuman y Loeffelholz las tierras, que iban a ser arrebatadas a los antiguos hacendados esclavistas, y que finalmente nunca fueron confiscadas, hubieran ayudado a mitigar la enorme brecha económica que en EEUU todavía existe entre blancos y negros.
Una brecha que, entre otras cosas, explicaría que todavía hoy por cada dólar que tiene una familia blanca le corresponde un penique a las familias negras, que la media anual de ingresos en los hogares blancos sea de 58.000 dólares, frente a los 35.000 de las familias negras, o que en 1856, justo antes de la emancipación, los negros poseían el 0,5% de la riqueza nacional, y 134 años más tardes, en 1990, la cifra apenas alcanzara el 1%.
Para entender mejor la importancia de la economía esclavista, y cómo sus peones fueron utilizados sin recibir a cambio ninguna compensación, explican que el algodón recogido con mano de obra esclava «representaba el 48% del PBI de los estados Confederados», mientras que de cada dólar que este producía «un 40% terminaba en Nueva York, pues proporcionaba seguros, transporte y créditos».