GINEBRA.- Las vacunas se pueden conservar a temperatura ambiente durante meses mediante «procedimientos simples y poco costosos», según revela un nuevo estudio de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza) que publica hoy la revista Nature Communications.
El descubrimiento abre nuevas posibilidades en la lucha por el acceso a la vacunación en regiones remotas de países en vías de desarrollo, en los que el transporte de las vacunas sin romper la cadena de frío representa «un desafío logístico y económico considerable», informaron los científicos a cargo del estudio.
Los investigadores del laboratorio de nanomateriales supramoleculares de la Universidad de Lausana han trabajado con las vacunas denominadas vector viral, que son la mayoría y que, en teoría, tan solo se preservan «algunos días» a temperatura ambiente.
La necesidad de conservar las dosis entre 2 y 8 grados centígrados es una de las causas principales de la baja tasa de inmunización, según datos de la ONG Médicos sin Fronteras citados por el estudio.
«Los elementos virales, que son fluctuantes por definición, en una vacuna, se mantienen de forma estable porque el frío asegura el equilibrio», explicó el director de la investigación, Francesco Stellacci.
Frente a ello, con el calor las fluctuaciones destruyen su integridad.
Para contrarrestar este fenómeno, los investigadores han probado con éxito tres tipos de aditivos –nanopartículas, polímeros y sacarosa– que estabilizan las vacunas.
La primera solución consiste en generar «una contrapresión osmótica» que mantiene el virus intacto.
Con este método, la conservación de la vacuna logró alcanzar una vida media de 20 días.
El segundo enfoque busca aportar rigidez a la cápsula que envuelve el virus inactivo, gracias al uso de polímeros aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FAD).
Estos consiguen que la vacuna se mantenga intacta durante 20 días y tenga una vida media estimada de más de dos meses.
Por último, la viscosidad de la sacarosa -un edulcorante común- ralentiza las fluctuaciones.
«Del mismo modo que si nos sumergiéramos en miel, nuestros movimientos se ralentizarían», explicaron los científicos.
De esta manera se logra que el 85 % de las propiedades de la inyección se preserven después de 70 días.
El estudio, realizado en colaboración con científicos de Milán y Turín (Italia), Leiden (Holanda) y Oregón (EEUU), ha demostrado la estabilización de la vacuna contra el virus tropical Chikunguña durante diez días después de inyectarlo en ratones.
«El próximo paso es hacer ensayos con vacunas específicas«, concluyó el experto.
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