Olímpico de Berlín: de Jesse Owens al cabezazo de Zidane

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El Estadio Olímpico de Berlín, que albergará la final de la Liga de Campeones, ha sido escenario de momentos legendarios que van desde los triunfos de Jesse Owens en 1936, que le amargaron la vida a Hitler que no soportaba el triunfo de un negro, hasta el cabezazo de Zidane a Materazzi en 2006.

De alguna manera, el estadio nació maldito pues los Juegos Olímpicos 1936 se celebraron bajo la bandera con la cruz gamada y su arquitectura, llena de esculturas sobredimensionadas en su exterior, tiene mucho que ver con la estética nazi.

La historia del estadio, a partir de 1945, ha sido un esfuerzo por exorcizar ese pasado y el punto culminante de ese proceso fue el Mundial 2006, cuando el estadio fue renovado -manteniendo su aspecto exterior, y se convirtió en uno de los símbolos de lo que en Alemania se recuerda como el sueño de verano.

Una de las calles aledañas tiene el nombre de Jesse Owens, como refrendando el triunfo de un atleta negro contra la obsesión racista de los nazis.

Jesseowens

Muchos años después, en 2009, otro atleta de color, Usain Bolt, firmaría otros de los momentos legendarios del estadio al correr los cien metros en 9,58 segundos en medio de los Mundiales de Atletismo.

En lo que al fútbol se refiere, el acontecimiento más importante ha sido la final del Mundial 2006, cuando Italia -con Andrea Pirlo y Pierluigi Buffon en el campo- se impuso a Francia en la definición por penaltis.

Sin embargo, la imagen de ese partido que se quedó grabada en la memoria de muchos no tuvo que ver directamente con el resultado sino con la que probablemente ha sido la agresión más famosa en la historia de los Mundiales.

Lo más absurdo es que muy pocos de los que estaban en el estadio aquella noche se percataron de como Zinedine Zidane -en el último partido de su carrera- le había propinado un violento cabezazo en el pecho a Marco Materazzi.

Sólo después, cuando el cuarto árbitro la gente en la tribuna de prensa empezó a mirar las repeticiones de televisión para constatar la triste despedida de uno de los jugadores más grandes de la historia.

El escritor alemán, de origen persa, Navid Kermani ha recreado esa escena en un pasaje de su novela «Tu nombre» lamentando que Zidane, que como francés hijo de argelinos había sido un símbolo de la integración, dijera adiós a los campos con un acto de violencia que permitía a muchos renovar su prejuicios contra el Islam.

UsainBolt

En todo caso, el Olímpico parecen siempre mezclarse los aspectos luminosos con los aspectos oscuros de la historia y del deporte. Hitler y Jesse Owen, el récord de Bolt y el cabezazo de Zidane y finales interminables de la Copa de Alemania.

También el estadio ha albergado lo inusitado como un partido jugado entre la niebla entre el Hertha y el Barcelona -en la Liga de Campeones de la temporada 1999/200- en el que prácticamente no se veía nada.

«Mis jugadores me dicen que el partido terminó 1-1, yo no he visto nada», dijo con sarcasmo al final de ese partido el entonces entrenador del Barcelona Louis van Gaal.

El gol del Barcelona, por lo demás, lo marcó Luis Enrique que el sábado estará sentado como entrenador de los blaugrana en el banquillo.

La importancia deportiva de aquel partido es mínima aunque se trate de la única visita que ha realizado el Barcelona al Estadio Olímpico en partido oficial.

Messi

Lionel Messi ha estado en el estadio -en el partido de cuartos de final del Mundial de 2006 en que Argentina perdió en la definición por penaltis ante Alemania- pero no se movió del banquillo de suplentes.

Ese partido, por lo demás, dio origen a otro de lo momentos míticos del estadio en torno a la chuleta -presuntamente con datos de los lanzadores argentinos- que el meta alemán, Jens Lehmann, estudió minuciosamente antes de los penaltis.

Una vez al año, normalmente a comienzos de mayo, el estadio es invadido por atletas populares.

En la pista azul del estadio terminan los 25 kilómetros de Berlín los que lo terminan pueden pisar el mismo tartán del récord de Bolt y también del récord de los 800 metros del keniano David Rudisha.

(Con información de EFE, agencias, medios e Internet)

 

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