En un deporte en el que la inteligencia táctica queda, a menudo, eclipsada por la exuberancia física, el azulgrana Xavi Hernández y el ‘bianconero’ Andrea Pirlo -dos de los cerebros que en la última década han marcado el ritmo del fútbol mundial- darán en Berlín una de sus últimas lecciones magistrales en lo más alto.
Que el español y el italiano hablan el mismo idioma futbolístico lo demuestra un pasaje de la autobiografía ‘Pienso, luego juego’ que el centrocampista del Juventus publicó hace un año: «Somos ya fuertes, la verdad es que no podía pedir nada mejor, pero tú eres la guinda del pastel. Estamos buscando un centrocampista que se alterne con Xavi, Iniesta y Busquets, y ese eres tú».
Esas fueron las palabras que Pep Guardiola, entonces entrenador azulgrana, le dirigió el 25 de agosto de 2010 a Pirlo después del trofeo Joan Gamper que el Milan -donde jugaba el italiano- y el Barcelona disputaron en el Camp Nou.
El destino y la negativa del club propiedad de Silvio Berlusconi evitaron el fichaje que sí que completaron dos años más tarde los mandatarios del Juventus, que el próximo sábado se jugará la gloria europea ante el Barcelona en la final de la Liga de Campeones que se disputará en Berlín.
Enfrente estará Xavi Hernández, que por el consejo de una madre también se quedó a las puertas de coincidir con Pirlo en el Milan, club donde aterrizó la temporada 2001-02 después de una intranscendente etapa en el Inter de Milan y aceptar dos cesiones en el Reggina y el Brescia.
Cuentan que, tras lograr el Mundial Sub-20 con la selección española (1999), el de Terrassa tenía prácticamente cerrado su fichaje con la escuadra ‘rossonera’, que no solo le mejoraba sustancialmente su salario, sino que le prometía la proyección futbolística soñada para un jugador de 19 años.
Vidas paralelas que nunca llegaron a entrelazarse. Uno es el jugador que más veces ha vestido de azulgrana, el motor que movía el engranaje del Barcelona de Pep Guardiola y de la selección española que conquistó una Copa del Mundo (2010) y la Eurocopa en dos ocasiones (2008 y 2012), y que en Berlín quiere levantar la cuarta ‘orejona’.
El palmarés de su ‘alter ego’ italiano tampoco se queda corto: Campeón del mundo con la selección ‘azzurri’ (2006) y finalista de la Eurocopa que se llevó La Roja, todo ello sin olvidar la impronta que dejó en el Milan de las estrellas que entre el 2003 y el 2006 conquistó dos Ligas de Campeones.
A lo largo de su carrera, ambos centrocampistas han paliado su más que discreto físico a través del amor por el balón. El español con una visión más horizontal, más paciente que el italiano, aunque, eso sí, con menos capacidad goleadora que su espejo italiano.
Un atributo que el jugador nacido en la región de Brescia absorbió en sus orígenes como mediapunta, posición que fue retrasando hasta convertirse en un mediocentro contracultural, un adicto al balón en una cultura futbolística donde los equipos se construyen a través del orden defensivo.
La final de la Liga de Campeones de mañana llega en el ocaso de sus respectivas carreras. A sus 35 años, el catalán aspira a levantar el título número 25 con el Barcelona y cerrar de la mejor manera su etapa en lo más alto del fútbol mundial antes de desabrocharse el cinturón para jugar en el Al-Saad de Catar a partir de la próxima temporada.
Con los 36 recién cumplidos, Pirlo aún no ha decidido su futuro, si bien desde Italia apuntan que el próximo año podría seguir los pasos de Xavi y emigrar a una liga menos competitiva.
En el Barcelona más vertical de los últimos tiempos con Messi, Neymar y Suárez marcando la jerarquía a base de goles, Xavi no es indiscutible, aunque ha mantenido sus galones hasta el final.
Sin embargo, no se prevé que juegue de inicio en el Olímpico de Berlín, donde sí que estará en el once Andrea, que se encargará de dotar de sentido al juego del Juventus en los momentos que consiga arrebatarle el balón al equipo de Luis Enrique Martínez.
En un duelo en el que Messi, Morata, Neymar o Tévez están llamados a marcar las diferencias en los metros finales, Pirlo y Xavi quieren demostrar, de nuevo, que el fútbol es un juego de once contra once en el que casi siempre ganan los que saben cómo mimar el balón.
(Con información de EFE, agencias, medios e Internet)