PARÍS.- En ruta para conquistar el único Grand Slam que le falta, el serbio Novak Djokovic tuvo que emplearse a fondo para superar las semifinales de Roland Garros contra el británico Andy Murray y clasificarse para su tercera final, que disputará mañana contra el suizo Stan Wawrinka.
Cinco sets en un duelo jugado en dos días tuvo que disputar el número uno del mundo para colocarse a un paso de la historia, de convertirse en el octavo tenista de todos los tiempos que gana los cuatro grandes.
El serbio no había perdido ningún set hasta semifinales y eso que en el camino se cruzó en cuartos con el español Rafael Nadal, nueve veces vencedor en París, el hombre que en seis ocasiones, incluidas sus dos finales anteriores, le había apeado del torneo.
Contra Murray, tercera raqueta del mundo, parecía que se repetiría el escenario cuando se alzó con solidez con las dos primeras mangas en medio de un bochorno asfixiante.
Pero el británico evidenció que el salto que ha dado sobre tierra batida, una superficie en la que hasta hoy estaba invicto esta temporada, era real.
El partido elevó el nivel, fue frenético, jugado a una enorme intensidad. Murray se alzó con el tercer set tras apuntarse la primera bola de rotura que dispuso y forzó un cuarto.
Set que se jugó con la amenaza de la suspensión, por la lluvia y porque la noche se echaba encima. Rompió primero Murray y seguido Djokovic hasta que con 3-3 y tras 3 horas y 8 minutos de juego el duelo se aplazó hasta la mañana de hoy.
El día amaneció más clemente en París y, en esas condiciones, Murray se anotó la cuarta manga, pero en la quinta apareció la raza del campeón para ganar el duelo, 6-3, 6-3, 5-7, 5-7 y 6-1, tras 4 horas y 9 minutos, 1 hora y un minuto disputados hoy.
Nunca había tenido tan cerca Djokovic levantar la Copa de los Mosqueteros. Completa una racha de 28 triunfos en un año en el que solo ha perdido dos duelos. Ninguno sobre arcilla. Ninguno en Grand Slam.
Su único punto débil parece ahora la fatiga, puesto que Murray le llevó a exigirse mucho. Fue un partido de gran intensidad y, mientras Djokovic ha jugado tres de los últimos cuatro partidos, Wawrinka ha tendido dos días de descanso.
Es la única ventaja con la que parte el suizo en la que será su segunda final de un Grand Slam, tras haber ganado en 2014 el Abierto de Australia.
Wawrinka, número 9 del mundo, verdugo en cuartos de su compatriota Roger Federer, segundo del mundo, y en semis del héroe local Jo-Wilfried Tsonga, se presenta como David ante un Goliat que busca su décimo Grand Slam.
El suizo asegura que está haciendo el mejor tenis de su carrera, pero eso no parece, sobre el papel, suficiente para hacer descarrilar la locomotora serbia.
Djokovic ha dejado una sensación de solidez incuestionable. Acabó con solvencia con Nadal y frente Murray supo elevar el nivel cuando el británico se lo exigió.
Contra Wawrinka solo ha perdido en tres ocasiones de 20. El suizo guarda en su memoria los cuartos de final del Abierto de Australia de 2014, cuando se impuso en cinco sets, con un quinto que acabó 9-7 y que le abrió la puerta de su primera final y su primer título grande.
Antes de ese duelo, el helvético había encadenado 14 derrotas consecutivas. Después, Djokovic le ganó todavía otras dos, la última este mismo año en el mismo escenario de Melbourne en semifinales, de nuevo a cinco sets, aunque esta vez el último acabó en blanco para el serbio.
Será la sexta vez que se midan en tierra batida, con un único triunfo de Wawrinka, en 2006. (EFE/ L.M.P.)