Río de Janeiro: Vivir en las favelas una opción para los extranjeros

shadow

 

BRASIL.- Vivir en una favela en Río de Janeiro es una opción que ha tomado fuerza en los últimos años entre residentes extranjeros que buscan esquivar los exorbitantes precios de los alquileres o acercarse a la realidad carioca «más auténtica».

La «moda» de vivir en las favelas se extendió a partir de 2008, cuando arrancaron los procesos de «pacificación» con la instalación de Unidades de Policía Pacificadora (UPP) en las comunidades, especialmente en las próximas a la zona sur de Río de Janeiro, en los alrededores de barrios como Botafogo, Copacabana o Ipanema.

Aunque la presencia de las UPP no ha logrado eliminar la violencia en las comunidades -que en los últimos meses se ha disparado-, los precios de los alquileres, que en un barrio turístico como Copacabana alcanzan los 650 dólares por un cuarto en apartamento compartido, ha contribuido a aumentar la llegada de extranjeros a las favelas.

Larissa Lourenço, que alquila un apartamento en Pavão-Pavãozinho, asegura a Efe que «muchos extranjeros» se han instalado en la favela «por la localización y los precios, que son más bajos. Está a cinco minutos a pie de la playa de Copacabana y a diez minutos de Ipanema».

Su apartamento, con dos cuartos, baño, salón, cocina americana y terraza, sin amueblar, cuesta 900 reales al mes (alrededor de 290 dólares), prácticamente la mitad del precio medio de un cuarto a apenas tres calles.

Muy cerca, en Cantagalo, que se comunica con Ipanema a través de una escalera y un ascensor, Raphael Rodríguez alquila una casa con un cuarto, salón y cocina por 1.000 reales (unos 320 dólares).

Raphael reconoce que «los tiroteos existen en la favela«, aunque «ocurren esporádicamente» y «el día a día es normal».

Advierte, no obstante, que «si te preguntan qué haces en la favela, sólo tienes que decir que estás aquí de alquiler».

«Cuando hay un tiroteo por las noches, las personas que llegan del trabajo esperan en las calles que dan acceso a la favela, y en caso de que ocurra por la mañana, espera a que termine para salir de casa», continúa.

Para Joaquín, estudiante español de 22 años, el problema es mucho más grave, por eso se marchó de la favela de Babilonia, apenas a 200 metros de la playa de Leme.

«La cosa se está poniendo más complicada», relata a Efe, «se había convertido en costumbre ver a los traficantes con armas y escuché varios tiroteos».

«Nadie te va a asaltar», pero Babilonia comparte entrada con Chapéu-Mangueira, que «está controlada por otra facción» (organización criminal) y «es posible que te pille un tiroteo en medio», explica Joaquín.

Su relato refrenda las conclusiones de los últimos informes de la policía, que revelan un incremento exponencial, cerca del 12.000 por ciento, en el número de tiroteos en las favelas con UPP, que han pasado de 13 en 2011 a 1.555 el pasado año.

El aumento de la violencia en las favelas no es un fenómeno aislado en las comunidades: Los homicidios intencionados en Río de Janeiro llegaron a 502 en febrero de este año, un 24,3 % más que en febrero de 2016.

Para Marianne, una francesa de 21 años que vive en Vidigal, próxima al exclusivo barrio de Leblon, la violencia no es problema.

«Vivir en una favela te acerca más a la auténtica vida carioca», «te aleja de los prejuicios», sostiene.

La vida en Vidigal, la «favela de moda» de Río de Janeiro donde tienen casa personajes como David Beckam, es muy diferente a la de comunidades del norte de Río o áreas como el Complexo de Alemao, que en la última semana ha sufrido cinco días de tiroteos que se han saldado con cinco muertos.

Para Alfonso, un español de 21 años paga unos 290 dólares al mes por cuarto en un apartamento compartido en Vidigal, «relacionar favela y criminales es un cliché».

Alfonso disfruta de su vida en Vidigal, que se extiende en la ladera de un morro (colina) sobre una Leblon y ofrece una vista espectacular de Río de Janeiro.

Una comunidad donde, en una rápida búsqueda en internet, se puede encontrar un dúplex con dos dormitorios por 8.100 reales (unos 2.600 dólares), precios desorbitados para un país con salarios medios de 1.230 reales mensuales (390 dólares).

EFE

 

330882