Ricardo Gareca no ha pasado por la desagradable experiencia de poner su cabeza en la guillotina en espera de que del verdugo cumpla con su despreciable tarea de volar las cabezas.
En el sentido metafórico un entrenador pasa por la guillotina cuando su trabajo se desprende y aleja de los resultados. La lista es larga y por ese desfile de ‘decapitados’ pasaron Maturana, Popovic y Pepe, entre otros, cuyo ciclo vieron interrumpirse a mitad de camino.
Otros terminaron el proceso como Markarián, Oblitas y ‘Chemo’ Del Solar pero en ningún caso tuvieron prolongada convivencia en la Videna y tuvieron que irse con ligero ropaje que proporciona el cobertor glorioso.
Ricardo Gareca ha hecho algo distinto. El equipo peruano ha regresado a su identidad futbolística y los números de la campaña están todavía en la mísera espera de meterse entre los clasificados al Mundial de Rusia 2018.
Sin duda el trabajo del ‘Tigre’ no agrada a todos, hay quienes no lo aprueban pero son más los que juntan figuritas para llenar el álbum de cromos con el respaldo mayoritario al argentino.
Gareca no ha logrado el objetivo de la clasificación pero su trabajo tiene otra valoración que sonroja a sus predecesores. Es el hecho de haber encontrado valores nuevos y los ha lanzado al primer plano.
Da la impresión de tener un plantel enorme y compacto cuando no es tan certero frente a limitaciones para armar con las justas un once parejo y tapar fisuras con lo que se presenta a la mano.
Con todo, el trabajo de Ricardo Gareca es mejor y diferente. Por lo menos hay un plantel de cara a las eliminatorias de Qatar 2022 y ello es lo que se llama proyección.
Estamos en la ruta correcta y por angas o por mangas, debemos ser nuevamente gallitos de pelea para que llegar a un mundial, todos los que vengan, resulte un tránsito común. (Hugo Laredo Medina).