Las inteligencias artificiales empiezan a funcionar entre nosotros, en mayor o menor medida: no es lo mismo una mente que opera una fábrica por completo, como se espera que ocurra en la llamada «industria 4.0» que un asistente virtual que te puede dar conversación y que estudia tus necesidades al analizar (espiar) el uso que haces de un dispositivo.
Pese a estos dos extremos, por lo general los expertos coinciden en que las IAs todavía son bastante limitadas. Estupidez artificial, lo llaman algunos, y para quitarse de encima semejante denominación, Google se han propuesto solucionar esta falta de naturalidad y de conocimientos por parte de las mentes virtuales con un nuevo proyecto.
Lo han denominado PAIR, que son las siglas de People and AI Research, y lo lideran dos expertos en visualización de datos de la compañía. Su objetivo: producir unas bases para que en el futuro las inteligencias artificiales no sean tan propensas a los errores y las interacciones con humanos sean menos extrañas y, a ser posible, menos mecánicas.
El equipo tiene tres objetivos a medio plazo en su investigación: cómo hacer que los ingenieros construyan inteligencias más fácilmente, cómo éstas pueden ayudar a los profesionales a hacer mejor su trabajo y dar con nuevas aplicaciones para utilizar ‘machine learning’ (aprendizaje automático de las máquinas). A su vez, quieren estudiar la percepción que tienen los usuarios de las IAs, pues ahí radica también parte del éxito de esta tecnología, dicen.
Con todo esto, creen que pueden diseñar y presentar las próximas inteligencias de tal modo que animen a la gente a utilizarlas más, en lugar de a burlarse de sus fallos o de utilizarlas como recursos secundarios.
Al margen de los objetivos de PAIR, quedan muchos aspectos aún por delimitar y estudiar sobre las inteligencias artificiales que proliferan en el mundo de la tecnología. Aunque aún sean ‘estúpidas’, que hayan desarrollado la habilidad de guardar secretos o de entender los beneficios del engaño a seres humanos debe tratarse con mucho cuidado para que no existan peligros.
Aunque una revolución de las máquinas aún es más un argumento de una película de ciencia ficción que algo que pueda ocurrir, ya hay organizaciones con pesos pesados detrás dedicadas a impedir que eso ocurra.
elmundo.es/B.T