Caracterizado por el aire tímido pero encantador con el que maravilló en su papel de «The Graduate» («El graduado», 1967), Dustin Hoffman, ganador de dos Óscar, cumple mañana 80 años con el honor de estar considerado como uno de los mejores y más singulares actores de su generación.
A lo largo de su trayectoria, el protagonista de otros filmes memorables como «All The President’s Men» (1976) y «Rain Man» (1988) no ha destacado por ser un galán carismático o un héroe invencible, sino que ha construido su estrellato por representar, precisamente, todo lo contrario: el hombre dubitativo y temeroso que se mira en el espejo del baño y no tiene muy claro qué piensa de sí mismo.
Hoffman nació el 8 de agosto de 1937 en Los Ángeles dentro de una familia judía y su primera conexión con el séptimo arte le llegó a través de su padre, que trabajaba como técnico en el estudio Columbia.
La juventud de Hoffman, que siempre se ha definido como un mal estudiante, bailó en diferentes pistas: comenzó la carrera de Medicina y también quiso ser pianista, pero finalmente se decantó por la interpretación.
Con esa idea se mudó en los años 60 a Nueva York, donde el circuito teatral alternativo del Off-Broadway le premió con sus primeros papeles mientras se curtía en la exigente escuela Actors Studio y compartía amistad y penurias de aspirantes a intérpretes con Gene Hackman y Robert Duvall.
La vida de Hoffman dio un vuelco cuando el director Mike Nichols le escogió para interpretar a Ben Braddock, el confundido joven que se convertía en el objeto de seducción de la señora Robinson (Anne Bancroft) en «The Graduate».
El filme cosechó un enorme éxito, aupado también por la banda sonora de Simon & Garfunkel, y fue uno de los primeros exponentes del Nuevo Hollywood, un movimiento que iba a transformar la anquilosada industria de los grandes estudios para apostar, en su lugar, por nuevas temáticas como el sexo y la violencia y por una generación rupturista de cineastas e intérpretes.
A partir de «The Graduate», Hoffman se convirtió en una cara muy conocida y solicitada del cine y protagonizó el drama «Midnight Cowboy» (1969), el violento retrato de «Straw Dogs» (1971) y el meticuloso filme «All the President’s Men», en el que compartió reparto con Robert Redford para dar vida a los periodistas que desvelaron el caso Watergate.
Ganó su primer Óscar por «Kramer vs. Kramer» (1979), en la que junto a Meryl Streep dibujaba las desoladoras consecuencias de un divorcio.
Su segunda estatuilla de la Academia de Hollywood la logró por su rol de un autista en «Rain Man» (1988).
No obstante, la filmografía de Hoffman también ha tenido notables destellos en el mundo de la comedia gracias a largometrajes como «Tootsie» (1982), «Hook» (1991) y «Wag the Dog» (1997).
En el 2012 se atrevió a subirse a la silla del director para debutar en la realización con «Quartet», una comedia que lideró la actriz Maggie Smith.
Este mismo año acudió al Festival de Cannes para presentar «The Meyerowitz Stories», la cinta de Noam Baumbach que lidera junto a Emma Thompson, Ben Stiller y Adam Sandler.
Y en la rueda de prensa dejó un buen número de anécdotas características de su humor irónico, desde el momento en el que bromeó con ser el padre de uno de los periodistas, casualmente apellidado Hoffman, al que se rio de su propia edad: «Cualquier que sea mayor que yo, por favor que se levante».
Casado durante casi cuarenta años con Lisa Gottsegen, tras finalizar su primer matrimonio con Anne Byrne, Hoffman ha recibido a lo largo de su carrera el premio Donostia del Festival de Cine de San Sebastián (España) y el galardón honorífico anual Kennedy que entrega el Gobierno de Estados Unidos.
EFE/David Villafranca
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