El concepto periodístico del comandante «Che» Guevara

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Una de las facetas quizás menos citadas del comandante Ernesto «Che» Guevara es la relacionada con sus conceptos del periodismo al que consideraba parte intrínseca del proceso revolucionario por su relación directa con la sociedad.

El Che le confería al periodismo un papel formador de la conciencia y del espíritu patriótico y revolucionario del ser social.

En un recorrido de trabajo muy intenso por la provincia de Camagüey a mediados de 1964 en su función de ministro de Industrias, le escuché repetir en varias oportunidades que el periodista revolucionario tenía que actuar, sentir y escribir como un fiscalizador de la correcta aplicación del sistema productivo y la tecnología que lo sustentaba, pero en especial de las relaciones de producción, entendiendo estas más allá del vínculo laboral entre dirigente y dirigido y el sistema de propiedad.

Él mismo ponía en práctica tal criterio, pues cuando llegábamos a lugares entonces muy importantes, como la fábrica de alambres de púas y electrodos de Nuevitas que inauguró, o el central azucarero Noel Fernández donde se probaron las máquinas cortadoras de caña, lo primero que solicitaba era la presencia del contador y de aquellos empleados que llevaban el control de la empresa y los costos de producción, cuidando el detalle de no sobrepasar ni subestimar al administrador o director.

Una característica importante es que casi nunca vimos que se reunía para informarse, sino para confirmar o comparar los datos que previamente había obtenido de otras fuentes probablemente no vinculadas directamente a la producción, y del cotejo de ambas sacaba sus conclusiones o llovían las preguntas.

Ese criterio, nos decía, es el que el periodista debe tomar muy en consideración a la hora de hacer su reportaje o entrevista, y nos aconsejaba que, como práctica, verificáramos en las instancias superiores los datos y las informaciones que obteníamos en fábrica, pero que jamás nos apareciéramos en ésta sin tener antes un conocimiento lo más exacto y amplio posible de lo que íbamos a investigar o escribir.

Eran consejos sumamente importantes, porque al Che le tocó dirigir el más difícil de todos los sectores productivos pues el país estaba en plena reconversión industrial que se caracterizó por dos hechos básicos: el montaje de una industria en ciernes de tecnología mayormente soviética, checa y alemana de la que no había conocimientos, y la preservación mediante la inventiva, de una industria capitalista obsoleta y sin piezas de repuestos, que funcionaba gracias al ingenio del obrero cubano y la cual no se podía paralizar.

A los muy poquitos periodistas que nos autorizó a acompañarlo en su largo recorrido de dos semanas o más por la provincia, en el que inauguró varias obras y visitó más centrales azucareros y granjas agrícolas, nos entregó una tarjeta del Ministerio de Industrias para uso de trabajo, al tiempo que nos recomendaba no dejar jamás de preguntar por los costos de producción y la disciplina laboral.

Casi al final de su estancia, lo invitamos a visitar al periódico Adelante de Camagüey a la cual accedió y eso llenó de orgullo al pequeño colectivo que allí laborábamos. Al analizar el diario de ese día, nos hizo un regaño fraternal: Está muy bueno, pero no hay nada de ajedrez.

Todas las miradas se dirigieron al jefe de la sección deportiva. Un tanto abochornado, le dijo al Che: Comandante, desde mañana mismo aparecerá siempre, en lugar destacado, la sección Ajedrez al día. No sé si aún existe, pero el viejo Eukirne cumplió su palabra hasta el último de sus días. (Editor de Prensa Latina)

 

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