Al científico de origen alemán Rainer Weiss le hubiera «encantado» ver la cara que habría puesto Albert Einstein al saber que las ondas gravitacionales, que predijo hace un siglo, habían sido finalmente detectadas, lo que a él le ha valido ser uno de los ganadores del Premio Nobel de Física de este año.
«El mismo día que hicimos el descubrimiento me dije:’¡Cielos! ojalá (Einstein) estuviera aún vivo para poder decirle esto’. Me hubiera encantado ver su cara», relató Weiss a Efe.
Weiss se repartirá con los estadounidenses Barry Barish y Kip Thorne el Premio Nobel de Física por su decisiva contribución al detector LIGO y la observación de las ondas gravitacionales.
Esas pequeñas «arrugas» u ondulaciones las produce en el tejido espacio-tiempo algunos de los sucesos más violentos del Universo -como explosiones de estrellas-, que generan masivas cantidades de energía.
Y su deseo de poder darle la noticia a Einstein (1879-1955) era precisamente porque, aunque predijo su existencia en 1915 al formular su Teoría de la Relatividad General, pensó que serían tan pequeñas «que nunca tendrían un papel en la física», pues entonces «ni la astronomía ni la física estaban preparadas».
Además, la primera detección de ondas gravitacionales, que se produjo en septiembre de 2015, aunque no se anunció hasta febrero del año siguiente, procedía de la colisión de dos agujeros negros, cuya existencia Einstein «rechazó desde el principio»
Por eso «habría sido tan interesante enseñárselo, decir: ‘Mira esto’. Se habría quedado fascinado», especuló el científico nacido en Berlín en 1932, aunque de nacionalidad estadounidense.
Saber encontrar las ondas gravitacionales ha sido un trabajo de más de 50 años que ha involucrado a un millar de científicos y al detector LIGO, una gigantesca instalación repartida en Estados Unidos entre Livingston (sureste) y Hanford (noroeste).
Weiss y Thorne comenzaron a mediados de los setenta los trabajos encaminados a descubrir las ondas y él fue el inventor de la técnica interferométrica láser en la que se basa el LIGO.
Medio siglo puede parecer mucho tiempo para un solo proyecto, pero él no lo ve así. No se trata solo de «obtener un resultado interesante», sino de tener «cada día una satisfacción con lo que haces, así es como funciona todo esto», asegura mientras habla sin dejar de mover las manos.
«Yo soy un experimentador, construyo cosas y las hago funcionar (…) y cada día hay algún problema, pero le dedicas tiempo hasta que se arregla y entonces (…) vas y te tomas una cerveza con tu compañeros para celebrarlo».
Las ondas gravitacionales han abierto una ventana al Universo, pues hasta ahora solo podía verse y ahora también es posible oírlo, según han señalado los científicos.
Una ventana que podría llegar a mostrar el momento del «Big Bang», cuando se originó el Universo. «Eso espero, pero no creo que se logre con los instrumentos que tenemos en este momento».
Weiss habla ahora, sin embargo, de los experimentos sobre la polarización cósmica de fondo y del Observador del Big Bang (BBO), un proyecto aún en diseño para detectar en el espacio ondas gravitacionales surgidas poco tiempo después de aquella gran explosión.
Los tres premios nobel recibieron también este año el Premio Princesa de Asturias de Investigación, por lo que pasaron unos días en Asturias (norte de España), de los que dijo que solo guardan buenos recuerdos.
Y es que los tres se han convertido en la cara visible de uno de los logros científicos más importantes de lo que va siglo y que ha despertado entre la gente un interés inusitado.
Tal fue su repercusión en la sociedad, que dos semanas después de aquel anuncio Weiss vio en el metro un anuncio que decía: «Han descubierto las ondas gravitacionales en el espacio exterior. Eso es fácil en comparación con encontrar en Nueva York un apartamento con vestidor». EFE