WASHINGTON.- En el mayor caso de corrupción en la Armada de EEUU, 30 oficiales, entre los que figuran varios Almirantes, fueron sobornados con dinero y mujeres por el proveedor Leonard Glenn Francis que recibió contratos militares.
El sumario revela cómo el proveedor, “Gordo Leonard” con 180 kilos de peso y una sed de oro insaciable, creó un pequeño imperio empresarial con información secreta de alto nivel y contratos militares gracias a una vertiginosa concatenación de bacanales que él personalmente organizaba.
Carruseles de prostitutas asiáticas, cenas de 50.000 dólares en suites de hoteles de máximo lujo, sobornos en efectivo de 120.000 dólares, relojes Ulysee Nardin de 25.000, botellas de coñac de 2.000 eran los recursos de El Gordo Leonard.
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En las investigaciones se involucraron a 60 almirantes investigados , dos de los cuales fueron imputados y 6 sancionados.
El sumario, cuyos detalles reveló a The Washington Post, muestra el asombroso cóctel de sexo y basura del que se sirvió Glenn para su negocio. La trama era sencilla. Su compañía, radicada en Singapur, se dedicaba a la logística y su objetivo era prestar servicio a la Navy. Para ello, nada mejor que conocer sus rutas y necesidades. Y también a su puente de mando.
La infiltración tuvo como blanco preferente el USS Blue Ridge. De 190 metros de eslora, es el buque insignia de la VII Flota. Controla las operaciones en Asia y el Pacífico oriental. 70 barcos y submarinos, 300 aviones y 40.000 efectivos.
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Solo para los oficiales del Blue Ridge, la fiscalía ha descubierto que organizó 45 orgías y gastó más de un millón de dólares en comidas, licores, cohíbas, entradas a conciertos y trajes a medida.
La confianza era tal, que cuando el buque insignia llegaba a puerto, ahí les esperaba Glenn con su limusina y el Dom Pérignon. Lo que venía después era pura adrenalina.
Las juergas, siempre según el sumario, podían durar dos días y se celebraban en hoteles de cinco estrellas, como el Shangri-La, de Hong Kong, o el histórico Manila, en la capital de Filipinas, donde se alojó en los años treinta el general Douglas MacArthur.
El primer acto consistía en una cena o comida en los mejores restaurantes. Luego, apartaba a los marinos de las miradas indiscretas y se los llevaba a otro escenario. Podía ser la suite presidencial o el helipuerto del hotel. Entraban entonces en acción lo que Glenn llamaba sus “cuerpos de operaciones especiales”.
Cuadrillas de prostitutas y strippers de China, Indonesia, Rusia, Mongolia o Filipinas que acudían por oleadas. Era lo que llamaban el carrusel.
La degradación del puente de mando del USS Blue Ridge fue en aumento. Algunos oficiales no tenían recato en pedirle dinero prestado para sus deudas, y otros se volvieron prácticamente sus espías.
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Le facilitaban los movimientos de la VII Flota, le concedían contratas de repostaje, reparación y suministro, cambiaban los itinerarios para atracar en los puertos donde él ofrecía servicio y hasta le avisaban de la presencia de inspectores.
La frecuencia con que la VII Flota facturaba a su compañía empezó a levantar sospechas. En 2010 se abrió una investigación secreta y tres años después la fiscalía le capturó en San Diego. No tardó en confesar. Ahora, está a la espera de juicio y se enfrenta a 25 años de cárcel. Entre los marinos, aunque 20 de los 30 imputados se han declarado culpables, las sospechas siguen sin apagarse. (ECHA- Agencias)