WASHINGTON/EEUU.- El presidente Donald Trump abrió este jueves la guerra comercial con China al imponer subidas tarifarias a importaciones por 60,000 millones de dólares y limitar sus inversiones en Estados Unidos.
Como argumento, Trump se refirió al déficit de 375,000 millones, “el mayor de la historia de la humanidad”, pero también el “robo de tecnología” y el abuso contra las compañías norteamericanas.
En el escenario se dibuja un largo y erosionante pulso entre las dos superpotencias. Consciente de ello, la Casa Blanca ha rebajado la tensión con sus aliados y suspendido para Europa, Brasil y Argentina la controvertida subida tarifaria del acero y el aluminio (33,000 millones).
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Con este movimiento se asegura un descanso en el frente occidental y puede lanzarse al gran objetivo hacia el gigante asiático.
China ha sido desde sus tiempos de candidato la pesadilla de Trump. No solo genera el 45% del déficit comercial de EEUU, sino que sus avances son vistos por el presidente como una amenaza directa a los intereses geoestratégicos de EE UU.
Objetivo habitual de sus invectivas de campaña, ya en el poder, Trump atemperó su tono y buscaba una alianza con Pekín para hacer frente a la escalada armamentística de Corea Norte. China, que absorbe el 90% de las exportaciones norcoreanas, dio su apoyo. La presión combinada de Washington y Pekín logró un aparente éxito: que Pyongyang ofreciera conversaciones directas y pusiera sobre la mesa la desnuclearización.
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Conseguido este objetivo y pese a su enorme fragilidad, Trump volvió a una escalada bien estudiada, primero ha impuesto restricciones a la importación de lavadoras y paneles solares. Luego ha vetado que Broadcom adquiriera por 117,000 millones Qualcomm, el mayor fabricante de procesadores para dispositivos móviles. Y ahora ha lanzado la descarga final.
“Nuestro déficit con China es el mayor de la historia de la humanidad y es hora de acabar con él. La palabra clave es reciprocidad. Queremos tarifas espejo: si nos gravan, gravamos igual. Lo que no puede ser es que a nuestros coches les impongan una tarifa del 25%, y que nosotros a los suyos, solo del 2%”, afirmó.
El núcleo de la ofensiva es la investigación que Trump ordenó abrir en agosto al Departamento de Comercio. Sus conclusiones se ajustan como un guante a la visión del presidente y su gabinete. Pekín, según el documento, no juega en pie de igualdad.
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Grava en exceso a las compañías estadounidenses, las obliga a compartir sus secretos para acceder a su mercado y fuerza la transferencia tecnológica. A la par, usa fondos públicos para comprar empresas de futuro y roba patentes mediante ciberintrusión, para hacerse con el control de la tecnología -desde la robótica, la inteligencia artificial y la computación cuántica- para alcanzar una posición de dominio mundial.
“No busca el comercio justo. Sino que usa sus empresas como parte de su política, incluida la militar”, afirmó un alto cargo de la Casa Blanca. “Durante años hemos intentado dialogar con China; lo hicieron Bush y Obama, pero el problema es que no ha conducido a nada y esta pérdida de tiempo cuesta dinero a los americanos. Por eso Trump ha decidido dar el paso. Estados Unidos simplemente se defiende de una agresión. Pero ténganlo claro, esto no solo beneficia al país, sino al comercio mundial”, añadió. (ECHA – Agencias)