Perú: la luz de la reconciliación

 

—Hoy no voy a hablar de esperpentos —respondí en un auditorio universitario de Oregón cuando alguien me preguntaba acerca de la reciente renuncia del presidente de mi país.

Les recordé que estaba allí para presentar el libro “La luz de Diana”, y les dije que la personaje del libro (acaba de aparecer en Estados Unidos) era un buen ejemplo de que también producimos gente buena y maravillosa.

Me refería a Diana Ávila Paulette quien ha fallecido hace tres meses. Diana, socióloga y periodista peruana, apostó todo el tiempo por la paz y la reconciliación. En momentos en que se suponía que tan solo podíamos escoger entre uno de los bandos en conflicto, ella se decidió por un tercero: el bando de los que siempre pierden la guerra.

¿Quiénes son los eternos derrotados? En la pasada guerra interna, lo fueron en primer lugar las comunidades ajenas al enfrentamiento. En ellas, se metió Sendero a buscar voluntarios o supuestos traidores y, por su parte, las fuerzas armadas ingresaron en ellas para causar infinitas masacres.

Eso ocasionó desplazamientos forzados de millares de hombres, mujeres y niños, y sembró los andes peruanos de huérfanos, viudas, mutilados, presos y desaparecidos. Diana apostó por ellos.

La primera vez que me hablaron de ella fueron unos campesinos peruanos que habían logrado llegar a los Estados Unidos. Me contaron que- al salir de su devastada Huancavelica- Diana los había ayudado a instalarse en Lima y, con su ONG, les había proporcionado alimentos, educación y ayuda médica. Y lo mismo había hecho en Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia, América del Centro.

Antes de conocerla personalmente, averigüé algo o mucho más acerca de la ONG en la cual trabajaba. La Consejería en Proyectos (PCS) es un consorcio de agencias canadienses y del norte de Europa que apoyan a las poblaciones desarraigadas por la violencia en América Latina. En el periódico que entonces leí, algunos observadores señalaban que esa organización merecía el premio Nobel de La Paz.

Después la encontré en un libro. Diana Ávila Paulette, socióloga y periodista peruana, era la única latinoamericana entre los diez importantes científicos y luchadores sociales que la Universidad de Columbia había escogido para que describieran cómo es nuestro planeta y cómo lo sufren los más pobres entre los pobres, las mujeres del campo.

Y por fin nos conocimos. “Vivimos en el pasado” me dijo Diana. Me explicó que el desdichado conflicto bélico interno finiquitado 20 años atrás seguía asumiendo el rostro de una ominosa paz de cementerios. El gobierno de Kuczynski, al igual que todas las administraciones posteriores al conflicto, mostraba una imagen de encarnizado vencedor y de carcelero perverso.

Nada hay que justifique esa actitud. El aducido terrorismo ya no existe. Sendero Luminoso fue derrotado y, por su parte, el movimiento revolucionario Túpac Amaru hizo renuncia explícita a la lucha armada a finales de los 90 en el siglo pasado y llamó a sus bases a la lucha política electoral.

Sin embargo, en contraposición con los principios del derecho y el mandato de la Constitución, se ha aumentado las largas carcelerías de los vencidos al cancelar de un plumazo los beneficios penitenciarios que existen para el resto de los presos comunes y ahora ya no para los políticos. Además, se busca iniciar nuevas causas en su contra para que nunca salgan de una prisión que, durante largos años, sufrieron como si estuvieran enterrados vivos.

Un amigo me ha dicho que “Diana Ávila era una de esas personas que defendían las causas perdidas”. Y así fue. La conocí cuando ella tenía un cáncer, pero eso no era lo más importante. Cada día fue para ella una profesión de fe en la causa perdida del amor y la reconciliación. Y la enfermedad no se llevo sus sueños.

Al año en curso, se le ha denominado “año de la reconciliación”. Ojalá que este nuevo gobierno decida la paz. Ya ha llegado el tiempo. Por lo menos, yo lo creo así. Es de noche mientras escribo esta nota, y allí en los cielos del sur, allí donde debe estar mi patria, se borran las nubes y aparece la luz de Diana.

 

 

 

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