NUEVA YORK.- El poeta y genial pianista, Cecil Taylor, pionero de la improvisación y una de las leyendas más grandes del jazz, murió a los 89 años en Brooklyn donde encabezó una verdadera revolución musical que traspuso las fronteras y el tiempo.
Con su partida a la eternidad, la improvisación libre dice adiós a una de sus leyendas, a uno de los últimos supervivientes de los tiempos heroicos en los que un puñado de intérpretes derribaron las estructuras y ya nunca más volvieron su vista al campo quemado de las convenciones rítmicas y melódicas.
Hijo único de una familia de clase media del barrio de Queens, el prolífico músico aprendió a tocar el piano a los seis años y más adelante emprendió estudios clásicos en la New York College of Music y el New England Conservatory de Boston.
Su estilo, descrito como el de alguien que toca “88 tambores afinados” y que llevó a Miles Davis a abandonar una de sus primeras actuaciones en Nueva York, ha impactado en numerosos músicos, desde Craig Taborn hasta Yo La Tengo.
Artista polifacético, el pianista en ocasiones recitaba sus propios poemas en concierto ya que “los músicos profesionales mueren” y él siempre intentó “ser un poeta, más que cualquier otra cosa”.
Taylor se disputa en los libros de historia con aventureros como Lennie Tristano, Ornette Coleman y Sun Ra la introducción de la atonalidad y la paternidad de aquello que tuvo que bautizarse en los sesenta como free jazz (o new thing), a falta de un calificativo mejor.
El debut del pianista, grabado para el sello de nombre profético Transition, llegó en 1956 en Boston, ciudad a la que se había mudado a principios de esa década.
Titulado muy apropiadamente Jazz Advance, se escuchó entonces como el temprano grito de una aguerrida vanguardia. Hoy, a diferencia de mucha de su producción posterior, no apta para espíritus débiles, suena con el aroma de los clásicos.
El músico ya era por aquel entonces un hombre de opiniones fuertes, “Carecía de tiempo y de paciencia para los eufemismos”, recordaba el crítico Nat Hentoff en el texto que acompañó un directo grabado en 1962 en el histórico club de jazz Montmartre, de Copenhague.
El resultado de aquella estancia nórdica con los músicos Jimmy Lyons, saxo alto, y el baterista Sunny Murray, apareció bajo el título de inspiración egipcia, estética muy querida por aquella generación de jazzmen, Nefertiti, The Beautiful One Has Come. El álbum se considera uno de los hitos de la historia del género. (ECHA- Agencias)