La muerte de Olivia Arévalo y los nuevos extirpadores de idolatrías

 

El asesinato de la maestra curandera Shipibo-Conibo-Shetebo, Olivia Arévalo Lomas, de la familia etnolingüística Pano, el jueves 19 de este mes en la comunidad evangélica de “Victoria Gracia”, en las proximidades de Yarinacocha, en Pucallpa, es una señal de advertencia trágica que los y las curanderas que ejercen la medicina tradicional con las dos plantas maestras del shamanismo amazónico, el ayahuasca (Banisteriopsis caapi) y la chacruna (Psychotria viridis) son víctimas de una feroz persecución desatada por los extractivistas, los nuevos extirpadores de idolatrías, las empresas turísticas que han inaugurado un ciclo de mercantilización del ayahuasca y del turismo shamánico en el contexto de un nuevo período de violencia en Ucayali y el resto de la Amazonía.

Una de las hipótesis que se barajan sobre las razones, causas y motivos que llevaron a Woodroffe a asesinar a Olivia Arévalo Lomas está de alguna manera vinculada al tráfico humano. Esta hipótesis señala que el canadiense le hizo un préstamo de mil dólares y una computadora laptop a Julián Vásquez Arévalo, el hijo de Olivia, a cambio de la entrega de una niña o niño. Vásquez nunca cumplió lo prometido y la madre pagó la deuda con la muerte.

La muerte de Olivia Arévalo Lomas, se suma a la trágica lista de líderes indígenas defensores de la Madre Naturaleza, de maestros de las ancestrales y milenarias prácticas y saberes rituales, de curanderas y curanderos de la medicina tradicional con el uso de las dos plantas maestras del curanderismo amazónico, el ayahuasca, la soga del alma, y la chacruna. En esta relación hay que incorporar a Edwin Chota y sus compañeros muertos en Saweto, en setiembre de 2014; a los seis colonos muertos en la Comunidad de Bajo Royal, presuntamente por sicarios del Grupo Melka, uno de los barones de la palma aceitera que, con otros empresarios chinos, coreanos, chilenos y peruanos, han iniciado un proceso de neolatifundización de la Amazonía.

La masacre de los curanderos de Balsapuerto

Pero sin duda una de las mayores masacres de curanderos o shamanes ocurrió entre los años 2010 y 2011. Fueron 14 shamanes Shawi que fueron asesinados. Hay un mar de fondo en la muerte de los curanderos o curanderas. Hace recordar la extirpación de idolatrías de la época colonial cuando en nombre de la hispanización y la evangelización y bajo la acusación de idólatras fueron asesinados miles de sacerdotes y destruida la parafernalia del culto a la Madre Naturaleza.

El shamanismo o curanderismo andino-amazónico representa uno de los mayores saberes y conocimientos sobre la naturaleza y el hombre. Todo o casi todo el conocimiento de las plantas que la medicina occidental aprovecha se origina en la etnobotánica andino-amazónica.

En la lógica del extractivismo, del neoliberalismo a ultranza, de la modernidad del “perro del hortelano” de Alan García, del materialismo capitalista, de la uniformización cultural planetaria, las cosmovisiones andino-amazónicas sobre la naturaleza, de los cuales las y los curanderos son los intérpretes, representan idolatrías que hay extirpar y borrar.

Las plantas y la naturaleza tienen un poder que desafía la perversa racionalidad del poder. Por eso este poder quiere extirpar a las plantas y a los que conocen y usan sus poderes. El asesinato de los curanderos y curanderas es una forma de extirpación de idolatrías en el siglo XXI.

Los peligros de la mercantilización y del turismo shamánico

En un estudio que este cronista efectuó junto con la pionera mundial de los estudios de ayahuasca, la Dra. Marlene Dobkin de Ríos, recientemente fallecida, publicada por Praeger Publisher en el año 2008 en EEUU con el título A Hallucinogenic Tea, Laced with Controversy. Ayahuasca in the Amazon and the United States, advertíamos de los riesgos de la mercantilización del ayahuasca y del turismo shamánico.

Huyendo de la crisis civilizatoria, del fin de época y de los estragos de la depresión, un verdadero flagelo en las sociedades consumistas del siglo XXI,cientos y miles de turistas de todo el mundo desembarcan en las ciudades de la Amazonía buscando curación a la pandemia del Tercer Milenio: la depresión.

Muchos de ellos han intentado el aprendizaje del shamanismo pero sin la observancia rígida del secreto del poder shamánico, la dieta; otros, como parece ser el caso del presunto asesino de Olivia Arévalo Lomas han seguido consumiendo sus drogas hedonistas y, muchos, han sido víctimas de curanderos primerizos e inescrupulosos que mezclan, además de ayahuasca y chacruna, otras sustancias originando estados psicológicos extremos.

La muerte de Olivia Arévalo nos ha dejado un reto: defender la medicina tradicional y su uso auténtico y genuino como una respuesta poderosa a los nuevos extirpadores de idolatrías del siglo XXI.

 

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