NUEVA YORK.- A los 88 años falleció el escritor y periodista, Tom Wolfe, considerado mundialmente como uno de los padres del Nuevo Periodismo, corriente que presenta la realidad desde la riqueza de la literatura, con técnicas narrativas propias de la ficción, pero siempre respetando el rigor de los hechos.
El destacado hombre de prensa falleció el lunes en un hospital de Nueva York donde se encontraba hospitalizado por una infección, según confirmó su agente.
Para el escritor y periodista, había cuatro premisas básicas para hacer más vívido un relato realista: «Construir el texto escena a escena como en una novela; usar la mayor cantidad de diálogo posible; concentrarse en los detalles para definir a los personajes y adoptar un punto de vista para relatar la historia».
Famoso desde la década de los sesenta por sus impecables trajes de tres piezas y camisas de cuello blanco almidonado, Wolfe tenía incontables anécdotas de algunos de sus famosos reportajes, como el retrato de Cassius Clay, más conocido como Muhammad Ali. «Compartí cinco días con él y contestó a todo, a nada.
La diferencia la hicieron los detalles: las conversaciones de su corte de acompañantes, los aduladores, la noche en que desapareció de un club nocturno y nos dejó con una cuenta sideral para pagar…», recuerda el diario El País.
Influido por el contexto de la Guerra Fría, y todos los cambios sociales que con ella emergieron en el mundo, el periodismo vivió una de sus grandes transformaciones a principios de los años 60.
De la mano de autores como Truman Capote, Gay Talese y Hunter S. Thompson se fundó la corriente del «Nuevo Periodismo», que combina elementos literarios con otros propios de la investigación periodística. Tom Wolfe escribió los preceptos en su libro «Nuevo Periodismo» (1973) y por esto es considerado uno de los padres de esta vanguardia.
Preguntado en una entrevista en 2014 sobre los efectos negativos que tuvo el Nuevo Periodismo en la profesión, Wolfe dijo: «El abuso de la primera persona del singular. Un fallo que yo mismo he cometido. Mi primer texto,
El coqueto, aerodinámico rocanrolcolor caramelo de ron [Tusquets], sobre la cultura automovilística en California, lo empecé escribiendo: ‘La primera vez que vi coches personalizados…’. A menos que seas una parte de la trama, creo que es un error escribir en primera persona».
La obra más conocida de Wolfe es La hoguera de las vanidades, la que aún se considera la gran novela de Nueva York. Salió a la venta en el otoño de 1987, el año del lunes negro de Wall Street, la época en que los homicidios se contaban por miles, la discoteca Studio 54 vivía su declive y Donald Trump, ya dueño de su torre de la Quinta Avenida, estaba construyendo su imperio de casinos en Atlantic City.
El debut en la ficción de Tom Wolfe narraba la historia de McCoy, un joven y triunfador vendedor de bonos que una noche se pierde junto a su amante por el South Bronx, atropellan a un negro y huyen. A partir de ahí, empieza su caída libre y, en paralelo a ella, Wolfe retrata todo el submundo de la ciudad.
El libro sentó mal, se regodeaba en los tópicos sobre negros y blancos y se burlaba de todo: la tensión racial, el dinero y las miserias políticas.
«Tom Wolfe no deja prisioneros en su comedia”, decía la crítica de The New York Times, escrita por Christopher Lehmann-Haupt.
30 años después, un personaje prototípico de La hoguera como Trump, se ha convertido en presidente de Estados Unidos y el Bronx, aquella vieja jungla, sale recomendada en una guía del Times. (ECHA- Agencias)