SANTIAGO.- Las Hermanas del Buen Samaritano este martes pidió perdón a la ex monja, Consuelo Gómez, quien horas antes había denunciado ser víctima de abuso sexual de una superiora mientras era religiosa de esa congregación.
«Pedimos perdón a Consuelo Gómez Pinto, nuestra hermana en Cristo. Lo pedimos con humildad y sabiendo que esta petición por sí sola no repara el daño causado», señala el comunicado subido a la página web de la Conferencia Episcopal de Chile,
Indica que «las medidas que tomamos y la actitud que tuvimos entonces no estuvieron a la altura de nuestra misión».
En el documento de seis puntos se menciona que «con el objetivo de actuar en justicia y evitar que este tipo de hechos se repitan, la Madre General, Patricia Ibarra Gómez, ha tomado una serie de medidas, que incluyen la instrucción de una investigación canónica para revisar las situaciones denunciadas».
Revisa el comunicado completo acá.
Se agrega que «también se ha tomado contacto con el Consejo Nacional de Prevención de Abusos y con la Comisión Diocesana de Prevención para abordar adecuadamente estas situaciones tan terribles y dolorosas, y se trabajará un protocolo de prevención de situaciones abusivas de toda índole».
La congregación además indica que «no siempre en nuestra comunidad religiosa se ejerció la autoridad correctamente», por lo que hace dos años se inició un proceso de renovación interno.
El comunicado finaliza señalando que «la comunidad del Buen Samaritano hará todo lo que esté de su parte para mitigar las consecuencias dolorosas de estos lamentables hechos».
En su testimonio Consuelo Gómez denunció que fue abusada sexualmente por una monja y, pese a que presentó la denuncia ante la Nunciatura, «me hicieron callar»-
La ex monja, que ingresó a los 18 años a la congregación, narró al diario El Mercurio que fue víctima de abusos de tipo sexual y que la obligaron a callar, además de que entre sus tarea estaba atender a sacerdotes acusados por estas prácticas.
Asimismo, reveló que a pesar de la existencia de una especie de contrato con las Hermanas del Buen Samaritano nunca recibió ninguna paga, ni para gastos personales. También recordó que lo más complicado fue el control que recibía sobre su conexión con el mundo, más allá de las paredes del convento. Las visitas se limitaban de familiares a dos o tres horas, una vez al mes, y los llamados tenían que durar menos de diez minutos.