Mario Testino: «He peleado toda la vida por mi libertad»

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Mario Testino ha llegado donde muchos quieren y pocos pueden. En base a talento ha logrado instalarse como fotógrafo de la realeza inglesa y de las modelos top de las mejores pasarelas mundiales. El peruano Testino es de los fotógrafos más poderosos de la moda. El único capaz de darle órdenes a Beyoncé.

CRÓNICA VIVA, en la semana en la que sus fotos del bautizo de Carlota, hija de los duques de Cambridge , reproduce la entrevista que ofreciera al diario El País de España, dónde confiesa el secreto de su éxito.

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Lo primero que veo al entrar en la suite donde voy a entrevistar a Mario Testino (Lima, 1954), quizás el fotógrafo de moda vivo más famoso del mundo –incluso más que muchos de sus retratados–, es al propio Testino, alto y en alerta, rodeado de su equipo, formado por más de media docena de caballeros. Durante sus días en Barcelona trabajando en una campaña publicitaria la suntuosa habitación que ocupa en el Mandarin Oriental se ha transformado en un despacho a medio camino entre Matrix y Funny face.

Testino me parece un pontífice rodeado de una Guardia Suiza de múltiples nacionalidades, seleccionada con el mismo criterio que el célebre cuerpo militar del Papa. Como Inocencio X, retratado por Velázquez, él también parece saber leer mi mente, y me conduce hasta el salón. Prefiere hacer la entrevista descalzo, enseñando unos magníficos calcetines largos de hilo. “Abramos la ventana porque descalzo siempre hay que estar ventilado”, desliza, sin resistirse a una carcajada. Flamboyante pero al mismo tiempo viril, su tamaño, su voz, sus manos te hacen sentir protegido. Y su verbo comparte continuamente información. “Odio a la gente que se guarda datos. Toda sabiduría debe ser compartida”, aclara mientras arregla los cojines del sofá. Cuando te mira descubres que bajo sus pupilas hay dos maquinarias en acción. Una, la que observa la foto y seduce paulatinamente al observado. Otra, la que está pensando en cien cosas a la vez, disfrutando al mezclarlas y agitarlas, pero sin olvidar por un segundo dónde está cada una.

Mario Testino: Mi cosa rara es que soy muchas cosas. Me gusta la moda, pero me gusta también su parte periodística. Porque la moda es historia. Soy al mismo tiempo fotógrafo y cronista. Me gusta la tradición, pero también me gusta lo nuevo. Soy como un perrito al que le dicen “haz una pose” y después le dan una galletita. Y todos los días quiero mi premio, mi galletita.

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Boris Izaguirre: Su relación con España parece una historia de amor mutuo.

M.T.: Cuando decidí hacer un número de la edición española de Vogue dedicado a España, oiga, era el peor año de la crisis. Me pareció el momento perfecto para devolver una sonrisa, un poco de luz. Fue un trabajo enorme, pero la respuesta de todos los que participaron, los decoradores, los fotografiados, era tan vital…, seguramente porque ellos también veían que en medio de la crisis había que despertar ese ánimo de positividad. La supervivencia es eso, mantenerte positivo mientras todo oscurece.

B.I.: ¿Qué le parecen nuestros Reyes?

M.T.: Pedí hacerle una foto a la entonces princesa Letizia, pero el protocolo sólo concedió que fuera a un acto donde ella acudiría para parapetarme entre los fotógrafos autorizados. No era el retrato que quería hacer de ella y decliné. Pero creo que ahora, la pareja, como reyes, está creando un discurso más propio. Quizá podamos pensar ahora en una foto que refleje ese cambio.

Viste camisa, pantalón y calcetines en distintos tonos de antracita, destilando una masculina sofisticación. “¡Pero al principio, en el 76, no me bajaba de una plataforma!”, sentencia con una carcajada. “Me gritaban en la calle. Me gritaban porque me vestía de flores. Me gritaban en todas partes. Qué antipáticos, yo no estaba haciendo ningún daño. Mis vestuarios eran tan elaborados que en el periódico en Lima prácticamente tenían una sección dedicada a lo que me ponía. En Perú el vestuario es muy importante. En todas las clases sociales y en nuestra historia. Uno de mis últimos trabajos ha sido precisamente fotografiar todos los vestuarios del folclore peruano. Han estado allí por siglos y de repente los fotografié y todo el mundo en el país se siente orgullosos de ellos. Es la historia de siempre, no puedes entender algo que es tuyo hasta que te alejas de ello. Y regresas y lo mejoras”.

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Testino se marchó muy joven de Perú. “Haciendo dedo conocí a un chico surfista que estudiaba filosofía y que me dejó en mi casa un ejemplar de Demian, de Hermann Hesse”, acentuando todos los elementos de sexo, iniciación y liberación que encierra la propia anécdota. “Yo era diferente y tenía que ir a donde estuvieran los otros diferentes. Y ese lugar era Londres. Porque allí sólo hay libertad. ¡Creo tanto en la libertad! Por eso en mi nuevo libro, SIR, editado por Taschen, quiero devolverle a los hombres, al varón, una libertad que ha ido perdiendo por los prejuicios. La masculinidad también puede ser un espectáculo”, afirma. “El hombre se lo puede permitir todo, hacer y ser lo que sea. Para mí eso se concentra en David Bowie, que hacía todo lo que hacía una mujer pero también le gustaban las mujeres. Y le importaba un pimiento lo que pensara la gente. Yo recibía esa vena Bowie a través de un grupo brasileño llamado Secos & Molhados, su líder Ney Matogrosso era lo máximo. Plumas, lentejuelas y fantasía tropical en un macho. Todo eso lo quería volcar en SIR”.

De Bowie pasamos a Enrique VIII, quien por una necesidad personal –poder divorciarse de una esposa para casarse con otra– creó una religión. Ese tipo de cosas le maravillan. “Vivimos regidos por decisiones que han hecho otras personas y yo creo que el verdadero cambio es cuando tú impones tus decisiones, tus criterios. Aunque no me vea casado, defiendo el matrimonio igualitario. He peleado toda la vida por mi libertad, y dentro de esa libertad he entendido que no voy a tener hijos. Dicho esto, todo lo que son gustos y colores tiene que poder cambiar. Los valores son las únicas cosas que permanecen. Ser honesto, respetuoso, bondadoso. Pero los gustos, mientras más, mejor”.
Y de seguidas, se declara defensor de Margaret Thatcher. “Porque esa mujer cambió completamente el país que más admiro, Inglaterra. Es un ejemplo de tolerancia reconocer que un gobierno conservador puede enderezar un país. Y punto”.

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Ese criterio conservador no se manifiesta en su haber como coleccionista. “Durante 36 años me levantaba todos los días a comprar algo hasta hacer una colección de más de dos mil piezas. Pero ya no quiero coleccionar más. Ahora esa energía está enfocada en mi museo, MATE, en Perú. La gente me dice que estoy cambiando Lima, que no es una ciudad linda pero sí con un alma por descubrir. Ojala sea así”. En efecto, la inauguración de este centro cultural que fundó en el distrito limeño de Barranco, en 2012, coincide con un momento esplendido para Perú. “Siempre he tenido muy buena nariz. Para saber con quién tengo que ir, a quién tengo que ver, dónde tengo que pararme, qué ciudad…”.

Con ese don podría haber sido cualquier cosa, diplomático, político. “Yo no sabía ni lo que era la fotografía”, expone. “Estudiaba economía y derecho. No podía estar más aburrido, aunque luego eso me ayudara mucho en hacer de mi talento una empresa. ¿Por qué los creadores no podemos ser también empresarios? El caso es que llegué a Londres y trabajé de camarero. No era un buen camarero, me fastidiaba al instante, pero mis compañeros, actores y escritores, me pedían que los fotografiara para sus books y sus documentos de inmigración. Así me di cuenta que, aunque fracasara como camarero, tenía mucho don para fotografiar y ayudar”.

Cualquiera que sea el motivo de sus imágenes, lo primero que recibes es vitalidad, color, nitidez. SIR está plagado de ejemplos, como la instantánea de tres bañistas cariocas vestidos con estrechísimos bañadores en colores primarios. O su Instagram, que supera el millón de seguidores. El día de nuestra entrevista su cuenta era la más visitada gracias a las imágenes que había tomado en la celebérrimaMet Gala de Nueva York. La alfombra roja más delirante, retratada con el ojo de Mario Testino al ritmo de la red social. “Hay muchos fotógrafos que hacen lo mismo que yo”, concede, saboreando su propio sarcasmo, “pero ninguno con mi acceso. Ese es mi don: he nacido con acceso total pegado en mi frente. ¡Claro que me acerco a Beyoncé y le digo, ‘Beyonce, no me pongas cara de orto’, o le digo a Jennifer Lopez que se quede tranquila! Y el resultado es esa foto increíble en la que están sentadas en la misma mesa Jennifer, Donatella Versace, Lady Gaga y, como guinda, Uma Thurman”. Testino no lo puede evitar y otra vez se parte de risa.

Pero también hay momentos comprometidos. John Galliano vistiendo a la nueva señora de George Clooney ante la presencia de la directora de Vogue USA, Anna Wintour. “John ha pedido perdón, se ha rehabilitado. Y su talento sigue intacto. Y Anna esta allí para defenderlo. Yo quería esa foto. La necesitamos”, zanja.

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B.I.: El Instituto de Fotografía de Nueva York se ha rendido por una vez a la moda concediéndole un premio.

M.T.: Sí, y me acompañó a recogerlo Carolina Herrera. Los premiados que me precedían eran trabajos muy serios, la desigualdad del hombre negro, el peligro de los drones…. Y de repente salgo yo, todo color, todo fiestas, diciendo “¡amo la vida!”, y me quedé pensando, “parezco tan superficial…”.

B.I.: ¿Le molesta?

M.T.: No. Siempre le digo a mi equipo: uno nunca es de una sola manera. Tienes una parte masculina y otra femenina, una parte seria y una parte divertida. Ninguna molesta a la otra, ambas siempre se necesitan. Pertenezco a un club privilegiado de caballeros, el de los latinoamericanos sofisticados. Hemos tenido una educación con lo mejor de todos los mundos. No lo olvide.

B.I.: ¿Fue eso lo que quebró el hielo que envolvía a Diana de Gales cuando la fotografió?

M.T.: Para mí, lo hermoso de esa fotografía es que hizo que, años después, su hijo Guillermo solicitara que yo hiciera la foto de su compromiso con Kate. La manera en que una foto homenajea a la otra, es, por encima de todo, muy emocionante.

B.I.: ¿Es cierto que la sesión con Diana cambió en el momento en el que usted se soltó la melena y se puso a petardear delante de ella?

M.T.: En esa época yo estaba fascinado con las pasarelas. Porque en los noventa las modelos tenían cada una su propia personalidad. Y sí, empecé a hacer como que desfilaba delante de la Princesa, para que ella entendiera que también podía ser otra mujer aparte de princesa. ¡Claro que se relajó!.

B.I.: La sensación es que esa sesión transformó su vida, le creó un sello.

M.T.: Los Rolling Stones siempre tienen que cantar Satisfaction, yo siempre tengo que contar la sesión con Diana de Gales.

Testino reconoce cuáles son sus principales influencias. Cecil Beaton (“que lo anotaba todo, ¡eso sí hubiera sido un Instagram!”) y Madame Yevonde, una fotógrafa de los años treinta que ya anunciaba hasta dónde llegaría la digitalización. “Cuando empecé, me peleaba todos los días con Kodak porque me enamoraba de un tipo de película y ellos dejaban de fabricarlo. Eso es lo que me gusta de lo digital, que no dependes de nadie, sólo de lo que se te ocurra.” ¿Retocar es arte? “Todo el mundo cree que retocar es quitar arrugas y cambiar cuerpos. No, retocar es eliminar lo que te distraiga. Cuando ves un error en una foto, te das cuenta de que no es el personaje, no es el maquillaje, tampoco es el pelo. ¡Es el techo! Resulta demasiado bajo. Entonces me siento a retocar y alargo el techo seis metros”.

En las paginas de SIR aparecen David Bowie y David Beckham encantados de estar unidos delante de su ojo. Testino sonríe. “No hay nada como el acceso”, murmura, llevando la entrevista a su fin con una frase: “Me llama la atención que la gente insista en diferenciar lo superficial de lo intelectual. Por más que lo pienso, no encuentro la posibilidad de que una cosa pueda sobrevivir sin la otra”, dice, devolviéndome a la realidad con esa mirada que transmite su peculiar forma de retocar el mundo.

(Entrevista: Boris Izaguirre – Diario El País, España).

 

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