MOSCÚ.- «Una insaciable sed de venganza», es lo que ha llevado al siberiano Denis Karagodin a ponerle nombre y apellidos a cada una de las piezas de la demencial industria del terror de Stalin y cuyo objetivo final es llevar a los tribunales a los que asesinaron a su bisabuelo (c) durante las purgas estalinistas.
«Será como un Nüremberg ruso, pero a diferencia del alemán no será obra de un conjunto de países y un grupo de abogados, sino un solo hombre de la ciudad siberiana de Tomsk y armado exclusivamente con su educación universitaria», señaló a Efe Karagodin, filósofo de formación.
Denis Karagodin ha logrado aparentemente un imposible en este país: desandar los pasos que van desde las tres personas que participaron directamente en el asesinato de su antepasado el 21 de enero de 1938, Stepan Karagodin, hasta el mismísimo Stalin, quien firmó un año antes el decreto que dio inicio a la campaña de represión masiva en la URSS.
Este filósofo siberiano ha publicado en su blog la lista de las decenas de personas implicadas en el caso con fotos, documentos y datos biográficos, lo que incluye a los jefes de la policía secreta de Tomsk, dirigentes locales, miembros de las juventudes comunistas, miembros del tribunal, a los conductores que trasladaron a los reos y a los ejecutores del crimen.
«Fui a la oficina del FSB en Tomsk e hice varias preguntas: ¿quién mató a mi bisabuelo?¿dónde está su cuerpo?¿fueron castigados o procesados aquellos que lo mataron? No recibí una respuesta satisfactoria a esas preguntas, tras lo que arrancó mi investigación», relata.
Su mayor descubrimiento fue que «ninguno» de los que tomaron parte en los asesinatos masivos en Tomsk, que él estima en 2.000 como mínimo, fueron castigados y «muchos de ellos» vivieron hasta los años 80 y 90 del pasado siglo.
Lo más sorprendente es que después de casi cinco años de sinsabores el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB) le entregó el acta que confirma el fusilamiento de su bisabuelo y los nombres de los tres ejecutores: Nikolái Ziriánov, Serguéi Denísov y Yekaterina Noskova.
Karagodin reconoce que los historiadores que llevan décadas investigando las represiones estalinistas no creían que dichos documentos existieran y, menos aún, que se pudiera acceder a ellos, un precedente de consecuencias imprevisibles para el Kremlin.
«El gran problema radicaba y sigue radicando en que yo investigo los asesinatos masivos, pero no las víctimas, sino los asesinos, los agentes de los servicios secretos. Esos agentes están protegidos por los servicios secretos. Ese es el mayor problema y dificultad. Se trata del NKVD, del KGB y ahora del FSB», explica.
Reconoce que lo daría todo por no haber conocido muchas de las brutalidades cometidas durante las purgas de los años 30, pero cree que es «importante», un «deber familiar» y un precedente para otros familiares de represaliados el haber sacado a la luz «la logística de los asesinatos masivos en Tomsk«.
Con todo, no da por cerrada la investigación, ya que aún no ha recibido el cuerpo de su antepasado, un campesino cosaco, al que los bolcheviques nunca le perdonaron haberse opuesto a la revolución, y también necesita la confirmación del lugar donde fue enterrado.
Fue detenido en 1921 por ser propietario (kulak) y apoyar a los blancos y fue condenado a tres años de prisión; en 1928 fue de nuevo sentenciado a tres años por sabotaje contrarrevolucionario y el 1 de diciembre de 1937 fue apresado y dos meses después fusilado a los 57 años como parte de una ficticia red de espionaje japonesa.
«La investigación está en su apogeo. El mayor éxito aún está por delante», asegura e insiste en que su investigación ha logrado poner de manifiesto no sólo la crueldad del régimen sino también «la industria de la falsificación» que sostenía al estalinismo, lo que arruinó la vida de millones de personas.
El objetivo final es llevar ante la justicia a los asesinos de su bisabuelo, algo que, aunque hayan pasado ya 80 años, considera «posible», ya que su investigación ha aportado pruebas irrefutables de la implicación tanto de agentes de los servicios secretos como de sus jefes, Ezhov, Kalinin, Mikoyán, Kaganóvich y el propio Stalin en la conspiración criminal.
«En caso de éxito, todos ellos serán reconocidos como criminales y simple y llanamente asesinos», apuntó.
Por el momento, uno de sus mayores éxitos es la carta que recibió de Yulia, la nieta de Ziriánov, uno de los ejecutores de Stepan Karagodin, que le pidió perdón y le dio las gracias por abrirle los ojos sobre esa «vergonzosa página» en la historia familiar.
«No encontrarás en mí un enemigo, sino una persona que quiere terminar de una vez y para siempre con este interminable baño de sangre ruso», le respondió Denis.
EFE