La puerta del cielo… sobre todo para los judíos
Entre 1943 y 1944 se rodó en Roma «La puerta del cielo», película dirigida por Vittorio de Sica y producida por el Vaticano, en la que se contaba el viaje de varios peregrinos a Loreto. En realidad, la propia película en sí era lo que menos les interesaba a todos: era una simple tapadera para poder salvar a 300 judíos y antifascistas de la muerte. Para conseguirlo, se dijo que eran técnicos y extras y se les alojó en la Basílica de san Pablo Extramuros, donde se realizó la grabación.
La grabación se alargó justo hasta el día antes a la llegada de los aliados, lo necesario para salvar a cientos de personas. La película, en cambio, pasó sin pena ni gloria.
Reina después de muerta
La noble gallega Inés de Castro nunca llegó a ser reina de Portugal… en vida. Amante de Pedro de Portugal, era rechazada tanto por su padre, Alfonso IV, como por los nobles. Los amantes se casaron en secreto, pero para impedir que llegase a reinar, varios nobles la asesinaron en 1355.
Dos años después, Pedro subió al trono y, según cuenta la leyenda, exhumó el cadáver de su amada para que pudiera ser coronada. En cualquier caso, Inés está considerada reina de Portugal y fue enterrada en el monasterio de Alcobaça junto a la sepultura de Pedro.
El manco de Lepanto… no era tan manco
Los detractores de Miguel de Cervantes le pusieron el sobrenombre de «El manco de Lepanto», que ha llegado hasta nuestros días. Sin embargo, Cervantes conservó toda su vida los dos brazos, solo que perdió parte de la movilidad del izquierdo como consecuencia de las heridas sufridas durante la famosa batalla de 1571.
Una guerra por confundirse de calle
Si el 28 de junio de 1914 Leopold Lojka no se hubiera confundido de calle, quizá la Historia hubiera sido diferente.
Pero lo hizo y el motor del coche que conducía se paró justo al hacer una maniobra para tomar el camino correcto hacia el hospital de Sarajevo, momento que Gavrilo Princip aprovechó para disparar al archiduque austriaco Francisco Fernando, que iba en el coche, y a su mujer.
Friné, bella e inteligente
Las mujeres en la Antigua Grecia estaban recluidas en el gineceo de su casa y carecían de derechos que, por ejemplo, sí que disfrutaban por la misma época las mujeres egipcias, por ejemplo. Por eso resalta Friné, la amante y modelo del escultor Praxíteles, de la que se conservan numerosas anécdotas que resaltan su inteligencia.
Por ejemplo, en una ocasión Praxíteles le ofreció una escultura, pero ella no sabia cuál elegir. Para ello gritó que había fuego en el taller, a lo que el escultor reaccionó queriendo salvar la estatua de Cupido que, evidentemente, fue la que terminó por elegir.
El rey de la máscara de plata
Balduino IV, rey de Jerusalén entre 1174 y 1185, durante años ocultó su cara con una máscara de plata. La razón era que sufría los estragos de la lepra, que le había dejado sin nariz, originando el mote de «rey cerdo».
A pesar de la enfermedad, por la que mucha gente era despreciada, los súbditos de Balduino fueron leales a su rey hasta su muerte. Parece ser que su enfermedad no le impidió ni siquiera ponerse al frente de sus ejércitos contra las tropas de Saladino que pretendían conquistar su reino.
Corona de laurel contra la calvicie
Ya en la Antigüedad los hombres no llevaban bien quedarse calvos. Aunque muchos como Hipócrates buscaron la solución echándose de todo en el pelo, Julio César encontró un remedio definitivo: pidió al Senado que le dejase llevar siempre la corona de laurel que podían portar los generales triunfantes a su entrada en Roma. Así no se le vería la calva.
El baile de San Vito fue real
Ahora no es más que una expresión, pero como la mayoría, el «baile de San Vito» tiene una base histórica. Entre los siglos XIV y XVII hubo varias epidemias de una misteriosa enfermedad que hacía que los dolientes no pudieran parar de bailar hasta morir de agotamiento. Como a muchos se les llevaba ante la imagen de San Vito para intentar ponerle remedio, con el nombre del santo se quedó la enfermedad. De uno de estos episodios ocurrido en 1237 nació el cuento del Flautista de Hamelín
Un rey analfabeto
Durante siglos, que un rey no supiera leer no era raro. Por ejemplo, Carlomagno no sabía leer y sin embargo emprendió un pequeño «renacimiento» durante su reinado. Otra cosa era que a finales del siglo XVII, cuando la lectura estaba extendida entre las clases más pudientes, un rey no supiera leer. Fue el caso de Carlos II, llamado el Hechizado, aunque probablemente ese era el menor de sus problemas: no habló correctamente hasta los 10 años y al caminar debía apoyarse en algo para no caer. Como rey, delegó el gobierno, lo que no le fue mal: durante su reinado no hubo ninguna bancarrota, a diferencia de su padre, su abuelo y su bisabuelo. Su mayor carencia fue no dar un heredero a la Corona, lo que provocaría a su muerte la Guerra de Secesión.
La liberación de los presos de la Bastilla
Si algo saben hacer en Francia son símbolos: la torre Eiffel, la baguette… Entre ellos está la toma de la Bastilla.
En 1789, el pueblo francés estaba harto de su rey. La Bastilla se había convertido en el símbolo de sus desmanes después de estar allí detenidos personajes como Voltaire o, en ese momento, el Marqués de Sade, partidario de la revolución. Para atizar más leña al fuego, el prisionero aseguró que iban a matar a los encarcelados gritando desde la ventana de su celda. El 14 de julio, los revolucionarios decidieron tomar la prisión de julio, que guardaban más de un centenar de soldados. La sorpresa vino cuando, tras la toma, descubrieron que solo había siete prisioneros y que el Marqués de Sade había sido transferido a un manicomio unos días antes.
Fuente: 20minutos.es