SAN FRANCISCO (EEUU).- Las mujeres siguen siendo una minoría en la industria tecnológica, ocupando entre un 20% y un 30% de los empleos técnicos, aunque a raíz del movimiento «MeToo» se ha percibido un cambio en la «cultura» de estas firmas, explicaron a Efe dos trabajadoras de empresas de éxito de Silicon Valley.
«Creo que aún no existe una situación de igualdad al 100%, pero en los últimos años la industria tecnológica ha cambiado muchísimo: ahora las mujeres se sienten capaces de hablar, de expresarse, están empoderadas», explicó a Efe Gretel Perera (foto), directora de relaciones públicas de Roku.
«En concreto, la cultura cambió mucho a raíz del movimiento MeToo, que abrió las puertas a tener este tipo de conversaciones en el sector», indicó Perera, quien es fundadora junto a Rocío Medina de la asociación «Latinas in Tech», dedicada a potenciar el papel de las mujeres latinas en la tecnología y a crear una red profesional.
«MeToo ha cambiado las mentalidades tanto de las mujeres como de los hombres. Ellas han ganado confianza en sí mismas y ellos están más dispuestos a escuchar. Ahora hay muchos hombres que vienen a nuestros eventos (de «Latinas in Tech») a escuchar y a aprender», apuntó.
También Anne Díaz, gestora de producto en Airbnb, ha observado un cambio de tendencia en los últimos años, sobre todo en lo relativo a cómo «las empresas tecnológicas perciben la diversidad», algo que aseguró la ha beneficiado a ella directamente al haber detectado una actitud más abierta y flexible por parte de las compañías.
«Esos cambios me han permitido, por ejemplo, disfrutar de 16 semanas de baja por maternidad, que es algo no demasiado común en EEUU», y sin que ello haya tenido repercusiones negativas en su carrera profesional, explicó.
Además, Díaz dirige en la actualidad el equipo antidiscriminación de Airbnb, un departamento cada vez más común en las grandes empresas tecnológicas (aunque con distintos nombres en cada caso) encargado de fomentar la diversidad y la igualdad entre empleados y que hace sólo unos años prácticamente no existía en ninguna firma.
Más allá de las políticas propias que lleve a cabo cada empresa, la poca presencia de mujeres en el sector tecnológico se explica también, en gran medida, por las cifras de graduadas en informática e ingenierías, muy inferiores de las de graduados y de las que se nutren todas estas compañías.
Según datos del Centro Nacional para las Mujeres y la Tecnología de la Información de EEUU, las mujeres comprenden el 57 % de los graduados universitarios del país y se encuentran, por tanto, significativamente por encima de los hombres.
Sin embargo, esta proporción baja considerablemente si sólo se tiene en cuenta a los graduados en matemáticas y estadística (42% de mujeres), ciencias físicas (40%) y, muy notablemente, informática y computación (sólo un 18% de los graduados son mujeres).
«Empieza desde muy pequeñas. Cuando crecemos como niñas, no lo hacemos con la mentalidad de que podemos ser ingenieras, sino que se asume que nos decantaremos por carreras más creativas», indicó Perera, para quien resulta fundamental que cambie ese aspecto para normalizar la situación dentro de la industria.
«En Silicon Valley se ha construido la narrativa del hombre joven ingeniero informático que es un genio e inicia su empresa en un garaje, una narrativa en parte justificada porque se cumple en muchos casos, pero que a su vez es percibida como la única vía posible al liderazgo», apuntó en este sentido Díaz.
«Debemos aceptar como industria que el liderazgo se manifiesta de muchas formas distintas y que resulta clave la aportación de perspectivas distintas logradas con la diversidad. Tienen que modificarse las expectativas que tenemos sobre quiénes deben ser los líderes del mundo tecnológico», remachó.
La gestora de producto de Airbnb explicó que en muchas ocasiones a lo largo de su carrera ha sido la única mujer en salas de reuniones, y que «de vez en cuando», alguien ha dudado de su potencial y de su capacidad para llevar a cabo el trabajo.
Sin embargo, se muestra convencida de que esas dudas emanaban más de la falta de experiencia trabajando con mujeres por parte de ciertos hombres que de una voluntad de discriminar, «ya que normalmente podía observar con el tiempo cómo esas actitudes cambiaban».
EFE / Marc Arcas
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