WASHINGTON.- El Gobierno mexicano trazó este lunes dos líneas rojas frente a su difícil negociación con EEUU sobre inmigración, tema que ha llevado a punto de desembocar en una guerra comercial.
Una de esas fronteras, muy difusa, es la “dignidad” del país; en la otra se encuentra el nudo nervioso de las conversaciones: México no aceptará convertirse en un “tercer país seguro”, categoría según la cual los refugiados que soliciten refugio o asilo pueden recibir la misma protección en el país vecino y, al haber pasado por él antes, se les canaliza de nuevo al sur de la frontera.
El canciller mexicano de Asuntos Exteriores, Marcelo Ebrard, comenzó la ronda de contactos en Washington en un ambiente anticlimático: su homólogo estadounidense, Mike Pompeo, se encuentra de viaje por Europa, y el principal interlocutor designado por Donald Trump para llevar la relación con México, su propio yerno, Jared Kushner, también se hallaba fuera, en la visita oficial a Reino Unido.
Pompeo, que le dio plantón en Washington hace tan solo unos días, tenía previsto verle el miércoles, pero para entonces ambos países deben tratar de tener algo avanzado.
El día 10 entra en vigor el nuevo arancel del 5% anunciado por Trump para todos los productos mexicanos con el objetivo explícito de presionar al Gobierno de Andrés Manuel López Obrador en materia migratoria.
No está claro el encaje legal de la medida, ni los objetivos concretos que persigue el Gobierno del republicano, pero el órdago se ha convertido en una carrera contrarreloj mientras López Obrador trata de mantener la calma.
“La imposición de aranceles junto con la decisión de cancelar los programas de ayuda en los países del norte de Centroamérica podrían tener un efecto contraproducente y no reducirían los flujos migratorios”, dijo Ebrard a la prensa este lunes por la mañana. (ECHA.-Agencias)