Cuando todo en Lima se torna gris y el invierno dispara los índices de humedad, la Flor de Amancaes, el símbolo de la capital peruana, hace suya la neblina que cubre la ciudad y florece donde ninguna más lo hace, en medio del crecimiento urbano que amenaza su hábitat natural.
Esta flor acompaña la historia de Lima, donde fue la protagonista de la Fiesta de Amancaes, la principal celebración de la ciudad que se celebraba cada 24 de junio desde la época colonial hasta inicios del siglo XX, hasta ver, en los últimos años, peligrar su existencia, amenazada por mafias de terrenos que invaden sus lomas.
No obstante, su belleza e historia han sabido conquistar e inspirar a quienes son sus defensores en la actualidad, entre ellos cuatro mujeres y un hombre que viven en las faldas de uno de sus hábitats limeños: la zona de la Loma de Amancaes.
«Nadie nos paga por hacer esto. Al contrario, nos hemos ganado enemigos», señaló a Efe Haydeé Cerrón, quien a sus 62 años es presidenta de los Protectores Ambientales de la Flor y Lomas de Amancaes (PAFLA), asociación que ha asumido la tarea de preservar la flor y su hábitat frente a los traficantes de terrenos.
Desde los años cincuenta, las faldas de las Lomas de Amancaes, que ocupan parte de los actuales distritos limeños del Rímac, Independencia y San Juan de Lurigancho, empezaron a ser ocupadas, de manera desordenada, por cientos de migrantes llegados desde diversas regiones del país a la capital peruana.
Con el paso de los años, traficantes buscaron ocupar ilegalmente la loma para obtener títulos de propiedad que les permitieran vender luego los terrenos a la población necesitada, según contó a Efe el biólogo Diego Padilla, aliado de PAFLA mediante su organización civil sin fines de lucro Centro Urbes.
Las Lomas de Amancaes son verdes solo en invierno. Por eso, cuando Cerrón llegó a vivir en las faldas de ellas con su familia, hace 35 años, desde la región andina de Junín, era verano, y no sabía que el lugar era también parte de su hábitat.
«Nos llamó la atención que el cerro se ponía verde en invierno. Entonces, la curiosidad nos llevó a cuidarlo empíricamente porque nosotros veníamos de los Andes, donde todo era verde. Entonces empezamos a hacer caminatas familiares los fines de semana por la loma, como una vía de escape de lo gris», relató Cerrón.
Desde entonces, los vecinos del área perteneciente al Rímac, se organizaron para, primero, hacer un biohuerto de reinserción de la Flor de Amancaes en su hábitat natural, con lo que lograron reproducir más de 3,000 plantaciones.
Más tarde, ante la cada vez mayor ocupación del terreno, Cerrón y sus compañeros formalizaron su iniciativa a través de PAFLA, para asegurarse de que los invasores no le ganen terreno a la flor.
Cerrón señaló que han sido enjuiciadas «por usurpación de funciones», las han amenazado de muerte e incluso a una de ellas la intentaron secuestrar en la puerta del colegio de su hija.
«Pero nosotras sabemos defendernos», remarcó mientras recogía, con el cuidado de una botánica, la basura que llega hasta la zona desde otros lugares de la ciudad.
El esfuerzo de los guardianes de Amancaes fue reconocido en el 2013, cuando el Ministerio de Agricultura y Riego incluyó a las Lomas de Amancaes en la Lista de Ecosistemas Frágiles, que incluye lugares con un alto grado de amenaza y poca capacidad de recuperación.
Un logro que, debido a las poca presencia de las autoridades, exige la lucha y vigilancia constante de PAFLA, cuyos miembros deben ir a la zona alta de las lomas «mínimo dos veces por semana».
«Si los traficantes nos dejan de ver, invaden», contó Cerrón, quien lamentó que mucha gente sea estafada y vea sus sueños rotos cuando se entera que el terreno que ha comprado no puede ser habilitado con agua y luz eléctrica porque es una zona protegida.
«Lo que hacen los traficantes es poner a la población en contra de las guardianas de Amancaes. Como el agua no llega, los traficantes le dicen que los conservacionistas son los que se oponen», contó Padilla.
Ya que este problema parece que continuará mientras la informalidad se mantenga en Lima, los conservacionistas han aprendido a hacer sostenible su labor solo con los guiados turísticos que hacen por la loma.
Pero también han asegurado la continuidad de su labor con los vecinos más pequeños, a quienes les muestran el trayecto y el trabajo que hacen para después enseñarles a hacer la flor en papel, con material reciclado.
«Queremos que la conozcan y la sepan respetar, para que, algún día, ellos sean los promotores, los que guíen en este mundo de la Flor de Amancaes«, concluyó la conservacionista.
EFE