TEHERÁN.- Las futbolistas iraníes han superado todo tipo de barreras sociales para incorporarse a la selección gracias a su gran pasión por este deporte, cuya práctica y visionado en los estadios por las mujeres despierta controversia en Irán.
Zahra Ghanbarí, de 27 años, del equipo Shahrdarie Bam y miembro de la selección femenina iraní, jugaba desde pequeña al fútbol en su barrio y comenzó a hacerlo de forma más profesional a los 12 años.
En esa época, en la República Islámica no había escuelas de fútbol para las mujeres ni ningún tipo de evento o información para ellas, cuenta a Efe.
Ghanbarí, reconocida como «fenómeno del fútbol femenino en Irán», tuvo la suerte de contar desde el principio con el apoyo de sus padres, que nunca le pusieron «ningún problema», pero no todas las futbolistas fueron tan afortunadas.
Otra jugadora de la selección, Forugh Murí, de 30 años, reconoce que uno de los más importantes desafíos en este campo es «a nivel social» ya que muchas familias «prefieren mandar a sus hijos en vez de a sus hijas a una escuela de fútbol».
«Mi madre al principio era muy contraria a que yo juegue al fútbol, pero mi padre no tenía problema», explica a Efe Murí, mayor goleadora en 2016, quien se inició como Ghanbarí en la modalidad de fútbol sala.
Las dos se centraron años después en el fútbol y se incorporaron a la selección femenina, para cuyos partidos no se venden sin embargo entradas en Irán.
El público femenino puede acudir de modo gratuito pero «muy pocas» lo hacen, mientras los hombres solo pueden verlas jugar «en algunas ciudades y si van junto a su familia», precisa Murí, cuyo equipo es el Azarakhsh Kordestan.
Su salida al extranjero también es vista con malos ojos por los sectores conservadores del país.
El influyente ayatolá Ahmad Alamolhodá, responsable del sermón del viernes en la ciudad santa de Mashad, ha reiterado en varias ocasiones que «la participación de las mujeres en competiciones internacionales y su entrenamiento en el extranjero va en contra de los principios islámicos».
Otros grandes ayatolás como Safí Golpayeganí y Alaví Gorganí consideran estas experiencias en el extranjero «haram» (prohibido por la ley islamica) y «contrario a la castidad».
Pese a estas presiones, tanto Ghanbarí como Murí han jugado en Irak, donde fueron contratadas por equipos de ese país, aunque siempre han respetado los códigos de vestimenta islámica de Irán, que impone a las mujeres llevar velo y cubrirse todo el cuerpo.
El «hiyab» no es un problema para ellas. «No nos molesta a la hora de jugar, estamos acostumbradas, amamos tanto el fútbol que ni pensamos en nuestra vestimenta», asegura Ghanbarí.
Una vestimenta que, según esta futbolista, sí sorprende a las jugadores de otros países.
«Les resulta muy interesante, a veces tocan el pañuelo que cubre nuestro cabello o nuestra ropa y con sorpresa nos preguntan cómo podemos jugar en esta condición», señala.
La situación para las futbolistas mujeres ha mejorado, no obstante, en los últimos años y hace ya algún tiempo que tienen entrenadores hombres, el ultimo Hosein Abdí.
En opinión de Murí, el fútbol femenino en Irán necesita de todas formas más atención y facilidades. No emiten por ejemplo sus partidos por la televisión, algo que de cambiar «puede dar visibilidad y ayudar a tener patrocinadores».
Las mujeres en Irán están privadas además de acudir a los partidos de los hombres en los estadios debido, según las autoridades, al lenguaje soez que usan los hinchas y para evitar que vean a los jugadores por ejemplo sin camiseta.
El portal del fundador de la República Islámica, el fallecido ayatolá Ruholá Jomeiní, aclara que es «haram» que las mujeres vean el brazo o las piernas de los hombres que no sean «mahram» (hermano, padre, hijo o marido).
Estas restricciones están disminuyendo por la insistencia de la FIFA, que ha logrado que puedan asistir mujeres al partido de este jueves en Teherán entre las selecciones de Irán y Camboya de la fase de clasificación del Mundial 2022.
Para Ghanbarí, este permiso, aunque la venta de entradas para las mujeres haya sido en un número limitado y vayan a estar separadas de los hombres en las gradas, es «un paso positivo».
«Puede servir a una mejora de la calidad del juego tanto para la selección masculina como la femenina», señala Ghanbarí, una opinión compartida por Murí, quien considera que esto le «ayuda a analizar el partido y progresar».
EFE