PARÍS (Francia).– Con una decena de pinturas, un centenar de dibujos y una muestra inédita de imágenes en infrarrojos, el museo Louvre de París desvela la obra pictórica de Leonardo Da Vinci en el 500 aniversario de su muerte y presume de haber superado un desafío mayúsculo reuniendo la mayoría de sus creaciones.
Tras diez años de trabajo científico y cinco de preparación logística, el Louvre mostró este viernes por primera vez a la prensa el resultado de la gran exposición, que se inaugura el próximo jueves y culmina un año de festejos franco-italianos en honor al principal icono del Renacimiento.
La tarea no ha sido fácil aunque sus comisarios, Vincent Delieuvin y Louis Frank, pudieron finalmente alardear de préstamos de altura: una colección de 24 dibujos cedidos por la reina de Inglaterra, Isabel II, el conocido como Cartón de Burlington House prestado por la Galería Nacional de Londres, el óleo de San Jerónimo, del Vaticano, o «La Scapiliata», de la Galería Nacional de Parma.
«El objetivo de la exposición es mostrar que Da Vinci nunca abandonó la pintura y que, al contrario, con todas las múltiples ocupaciones que tuvo en su vida nunca la dejó de lado», sostuvo Delieuvin.
Con una veintena de sus escritos científicos, para no olvidar la importancia de la ciencia en su carrera, el Louvre insiste en recordar que incluso en sus estudios sobre vegetación o astronomía, el interés último de Da Vinci era siempre una mejor restitución de los conocimientos pictóricos.
La especificidad de la muestra es además su perspectiva pedagógica con la que presenta por primera vez al público las reflectologías infrarrojas, es decir, el examen mediante radiación infrarroja de sus pinturas, lo que permite completar la retrospectiva con el total de su obra.
«El infrarrojo atraviesa la materia y revela los primeros dibujos que Leonardo puso en el papel. Toda la historia del cuadro está revelada en el infrarrojo, incluso las modificaciones, y al ver estas imágenes vemos el conjunto de la obra del pintor y el perfeccionamiento de su trabajo», dijo Delieuvin.
Desde sus primeros trabajos, cuando era un aprendiz en el taller de Andrea del Verrochio, hasta sus últimos trabajos, como la Gioconda o el San Juan Bautista, la reflectología muestra la transición de un artista que decide quitar cada vez más materia para centrarse en una imperceptible transición de luces y sombras.
La exposición conjunta de sus dibujos preparatorios, la pintura y la reflectología permite al visitante ver la evolución y adentrarse en lo más parecido hasta la fecha del trabajo en el taller de Da Vinci. Un método que confirma también, según el Louvre, la objetividad de sus estudios basados en estudios científicos.
«A menudo me dicen que a Da Vinci no era la pintura lo que más le interesaba porque pintaba muy poco, pero precisamente lo que explicamos es que es un enfoque e singular e inédito. Nunca quiso ser un artista productivo sino que era un hombre de una exigencia inaudita, que necesitaba comprender el mundo en su esencia», señala el especialista.
De ahí que el trabajo de sus cuadros se extendiera en ocasiones durante diez y quince años llegando incluso a quedar inacabado.
«Para preparar cada uno de sus cuadros necesita un tiempo de trabajo científico, perfeccionar su técnica pictórica antes de ponerse con el pincel», añadió.
De las apenas veinte pinturas que se conservan de él, el Louvre considera haber reunido prácticamente la totalidad de lo que se podía juntar, teniendo en cuenta que «La adoración de los magos» o el fresco de «La última cena» no pueden ser desplazados por su fragilidad.
La exposición, que abre sus puertas del próximo 24 de octubre hasta el 24 de febrero, contará durante los primeros dos meses con el delicadísimo «Hombre de Vitruvio», cuyo préstamo fue bloqueado a principios de mes por la Justicia italiana pero que estará finalmente presente en la exhibición, según confirmó este viernes el comisario.
Delieuvin explicó que la tensión entre Italia y Francia ha menguado progresivamente, lo que ha permitido traer también el icónico dibujo de «La Scapelliatta».
El Louvre enseña también algunas obras de sus contemporáneos, tanto de su maestro como de sus aprendices, para defender que, pese a la singularidad, Da Vinci «no fue un extraterrestre», sino un hombre de su tiempo que escuchó, observó y finalmente perfeccionó lo que había aprendido de otros.
Del cuadro que aún siguen sin noticias pese a haber solicitado el préstamo es el «Salvator Mundi», fechado en 1500, redescubierto en 2005 y subastado en 2017 en Nueva York como la pintura más cara jamás vendida, por 400 millones de euros.
Ahora es propiedad del príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salmán, que lo recibió como un regalo y lo expone desde el 2017 en un lugar mucho menos accesible, su yate privado.
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EFE/María D. Valderrama