El historiador y político inglés John E. Acton, siguiendo los pasos de Maquiavelo, quien separó a la política con la moral, indicaba que “el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutamente”. La suerte de los expresidentes peruanos, investigados unos, detenido otros, incluso uno prefirió quitarse la vida, debe llevarnos a reflexionar sobre que es la política en su verdadera esencia, o en todo caso, devolverle el valor que tiene.
La Política, así con mayúscula viene de dos palabras griegas: Polys, que es la ciudad, la comunidad y ethos, que es el bien. La política lo definió Aristóteles como “el arte del bien común”; porque la ética, sólo tiene sentido cuando atribuye a una comunidad determinada y donde la acción es el bien. “El bien es el fin de todas las acciones del hombre”, decía Aristóteles en la Moral a Nicómaco.
¿Cuándo cambio ese sentido de la política? ¿La política y la democracia griega fueron utopías? ¿Siguen vigentes? En teoría si. Toda sociedad tiene una polys y un ethos, que conforman la política de esa sociedad, o en términos modernos, del Estado-Nación. Somos una comunidad que vivimos en base a normas y valores que debemos cumplir y respetar. Todos, los gobernantes y los gobernados.
Por lo tanto, podemos señalar que no tiene sentido, cuando afirmamos que la política está desligada de la ética, porque justamente forma parte de ella. Entre ambas hay muchos nexos y eso tenemos que valorar: objetivos, intenciones, medios y fines, justificaciones racionales del porqué y para qué se hacen esas acciones, destinadas a una comunidad concreta.
Sin embargo la historia ha demostrado que ha sido el poder, el que ha llevado a las repetidas violaciones a la razón y la ética. Y para ello se ha justificado la existencia de un poder mutilado de todo lo referente a la moral. Esta separación entre la Ética y la Política se la atribuyen a Nicolás de Maquiavelo, quien señaló que “La política no tiene relación con la moral” y más aún, le agregaron la frase que lo ha hecho célebre: “el fin justifica los medios”.
¿Sirve esto para entender los niveles de corrupción a los que ha llegado la política peruana?
Nos encontramos en una etapa donde la Política es identificada exclusivamente como el poder y está por tanto alejada de la ética y del bien común, pero con normas dadas por los mismos políticos. Hay entonces, una contradicción entre lo enunciado y la actuación de los que gobiernan, es decir, los que se dedican a la política.
Esta es la fractura entre el mundo formal y el mundo real, señala Octavio Paz. En lo formal, somos sociedades democráticas, que buscan el bienestar de las personas, con gobernantes que administran los recursos del Estado honestamente y congresistas que nos representan. Y por supuesto, jueces que cumplen y hacen cumplir las leyes.
En lo real, somos todo lo contrario: la corrupción se encuentra en todos los niveles, desde los más altos niveles, hasta en el bodeguero que no da factura; desde el oficial que negocia con la compra de patrulleros hasta el policía que pica al chofer para no ponerle una papeleta. Eso que dice de México, también sucede entre nosotros.
Las declaraciones del secretario personal de Alan García, fue la razón que me impulso a escribir esta nota. Ha desnudado sus palabras, no sólo la corrupción del gobierno aprista, sino la corrupción en los más altos niveles del Estado Peruano.
A poco del bicentenario, ¿estamos preparados para tener por fin una democracia que sea un sistema de valores? ¿Podemos volver a ver a la política como el instrumento que se organiza para organizar la sociedad y el Estado, como una verdadera democracia? ¿Es posible tener una sociedad con valores, que recoja lo mejor del humanismo? Y, finalmente ¿que la política vuelva a ser la actividad más digna y, por tanto, que confiere dignidad a quien la ejerce?