Una envidia redonda

 

Decía don Francisco de Quevedo “que la envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come”. Pero lo cierto es que siendo algunas veces sana, no podemos mirar hacia el costado cuando estadísticamente observamos con  impotencia cómo clubes de fútbol del exterior alcanzan tal grado de éxito con títulos internacionales de por medio y, sin que nuestros equipos profesionales logren lo mismo. Un solo ejemplo: no somos finalistas de la Copa Libertadores desde hace 22 años (con el Sporting Cristal de Sergio Markarián en 1997). Más de dos décadas y eso es demasiado como lo fue la ausencia de nuestro fútbol en Mundiales a donde asistimos al de Rusia 2018 luego de ¡36 años!

Todo este cuento viene a raíz del título de la Copa Sudamericana que el último sábado ganó en Paraguay el equipo ecuatoriano del Independiente del Valle sobre el Colón argentino. Un 3-1 que no admitió dudas porque a los largo de los 90 minutos fue superior. Del fútbol de Ecuador conocíamos los nombres de Barcelona de Guayaquil, Emelec, Liga Deportiva Universitaria, Deportivo Cuenca y para de contar ¿Y este Independiente del Valle? Solo tiene 10 años en Primera División, procede de la zona de Sangolquí, juega de local en el estadio Rumiñahui de propiedad del municipio y que tiene una capacidad de 7,233 aficionados casi como el ‘Campeones del 36’ de Sullana.

Independiente identificado como los Rayados del Valle en solo esos 10 años ya se ha titulado campeón de la Liga de su país; el 2016 fue subcampeón de la Copa Libertadores ya que la final la perdió (1-1 y 0-1) con Atlético Nacional de Medellín pero hace tres días hizo suya la Sudamericana que también la había ganado Liga de Quito el 2009. Como si esto fuera poco ya está clasificado para la Libertadores del 2020, la Recopa Sudamericana, la Suruga Bank de ese mismo año con el Kawasaki en Japón y en la edición XVIII del Mundial de Clubes del 2021 en la China con 24 equipos de seis confederaciones continentales.

Es decir una rica experiencias internacional para un equipo como este Independiente del Valle que de la nada hoy se puede dar el lujo de codearse con los mejores del mundo: Y les gana. Lo demostró el 2016 en la Libertadores cuando fue un verdugo nada menos que de los argentinos River Plate, de Boca en la Bombonera y de Independiente para llegar a la final con el Nacional colombiano.

Pero para que esta institución ecuatoriana haya conseguido tal cantidad de éxitos deportivos es porque sus dirigentes desde un  primer momento se propusieron llevar adelante un proyecto que no tuvo barreras: formación y promoción de jóvenes con talento para triunfar en el fútbol. Basta decir que de su actual plantilla campeona nueve de sus habituales titulares proceden de sus canteras abanderados por su capitán Fernando León. Solo sus juveniles le han deparado al club 23 títulos tanto en Reserva como las Sub 18,16, 14 y 12.

Esos mismos dirigentes firmaron de arranque un convenio con la prestigiosa Academia Aspire de Qatar para compartir experiencias en procesos futbolísticos. Por ello fue que llegó a ser el DT del primer equipo el español Miguel Ángel Ramírez, que había trabajado previamente seis años en la incubadora de jugadores del país que organizará el Mundial de 2022. Ramírez llevó como asistentes al argentino Martín Anselmo y a sus compatriota Felipe Sánchez. Y como para que todo siga en armonía de preparador físico eligió a otro español: Fran Trujillo. El trabajo formativo que hace este comando ya se lo quisieran ganar nuestros pobres equipos peruanos que de volver a gritar sus escasos éxitos deportivos internacionales seguirán pasando los años y nada. Los ecos de los títulos del Cienciano en la Copa Sudamericana (2003) y Recopa (2004) ya se apagaron hace mucho tiempo. No hubo más porque siempre nos vamos eliminados muy pronto de los torneos fijados por la Conmebol.

Dentro de ese Centro de Alto Rendimiento del club ecuatoriano ya emigraron Gonzalo Plata al Sporting de Lisboa, Moisés Ramírez al Real Sociedad, Stiven Plaza al Real Valladolid y Jordan Rezabala al Tijuana. Es decir cuatro futuros seleccionados ecuatorianos. Y siguen recibiendo talentos en un complejo que reúne tras canchas reglamentarias, áreas de control médico y fisiológico, gimnasios y hospedaje sin contar los centros de estudios secundarios. Nada se deja al azar. Y allí están los frutos y toda una esperanza de vida futbolística para el vecino país del Norte. Acá la palabra complejo la pronunciamos solo para la Videna que está destinada para las selecciones porque si vamos a hablar de complejos en los clubes de nuestra Primera División primero el Lobo Feroz se come a la abuelita.  

¿Y nosotros? Con instituciones como Alianza Lima, Universitario que siguen pagando deudas a la Sunat igual que Sport Boys, Melgar y Cienciano que acaba de ascender a Primera; de clubes como Municipal que ganan brillantemente a la ‘U’ en cancha y pierden puntos en la mesa por no pagar a sus jugadores, es casi nula la esperanza de ver un  mañana mejor en nuestro panorama futbolístico.

Esa es la envidia flaca y amarilla que muerde aunque no come que escribió Quevedo, porque también existe aquella de la esperanza y que ojalá que algún día las cosas comiencen a mejorar para bien de nuestros futuros ‘cracks’ y promesas –que las tenemos- pero que antes tienen que pagar sus pasajes, llegar a veces sin tomar desayuno, cancelar el derecho de inscripción, pagar para poder recibir el carné y vaya a saber si no les piden por el uso del uniforme. De nunca acabar. Entonces, comienzo a envidiar a Independiente del Valle, a sus dirigentes, jugadores y comando técnico.

 

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