Egipto: inauguran nuevo Canal de Suez de US$ 8.500 millones

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El gobierno del presidente egipcio, Abdelfatah Al-Sisi, inaugura este jueves el nuevo Canal de Suez, gigantesca demostración de poder, con periodistas y líderes de todo el mundo como testigos.

La orden de largada para la construcción de este proyecto se dio hace exactamente un año. El plazo fue justamente ese: 365 días. Y se cumplió a rajatabla. Cuando den las 13.45, a toda la pompa, se inaugurará un proyecto de ambiciones agigantadas y presumidas pues prometen «cambiar el mapa del mundo».

Durante doce meses y sin descanso 45 dragas quitaron 258,8 millones de metros cúbicos de tierra y lecho, se limpiaron lagos, se quitaron manchas de petróleo, se plantaron árboles. Y se construyeron y se ampliaron las rutas terrestres, creando una vía paralela al viejo canal de vital importancia para el comercio regional y global, en una de las zonas más conflictivas del planeta.

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El gobierno egipcio ha decidido que esta obra de modernización del estratégico canal, que une el Mediterráneo con el Mar Rojo, no pasará inadvertida. Y lo que podría entenderse como una obra pública más se ha vendido aquí como la llave de Egipto hacia una nueva era. El camino hacia la bonanza económica. La verdadera revolución. Y los egipcios así lo entendieron.

En El Cairo nadie habla de otra cosa. Los diarios le dedican sus tapas y suplementos. La plaza Tahrir, escenario de violentas y sangrientas manifestaciones, era este miércoles el centro de un festejo que será coronado a partir de este jueves con dos días feriados.

Las banderas egipcias decoran el alumbrado público y los puentes que cruzan el Nilo. La misma plaza se llenó de luces al caer la noche, de música, de más banderas, de mujeres que hacen la V de victoria, de voluntarios con pintura que ofrecen pintarle la cara a quien quiera de rojo, negro y blanco. Hasta los mateos pasan festejando.

Y luego están los bocinazos. En una ciudad donde tocar bocina se parece al deporte nacional por excelencia, el ruido se ha quintuplicado por los festejos. El caos de tránsito igualmente imposible ha empeorado dramáticamente con el fervor de la inauguración del «nuevo» canal. Los movileros de TV hacen notas en la calle y la gente baila. Todo se resume a una sola cosa: el nuevo canal.

El lema es «el regalo de Egipto al mundo». Y en un país aún atormentado, el proyecto ha demostrado ser la oportunidad para creer que un futuro rosa se dibuja en el horizonte.

Aladin, que maneja una agencia de viajes en Tahrir, ha visto todas las protestas. Y se anima a declarar que este proyecto es «una victoria sobre los terroristas», en alusión a los Hermanos Musulmanes, quitados del poder por Al Sisi en 2013, cuando con un golpe destronó a Mohamed Morsi, el primer presidente egipcio democráticamente electo, tras la salida del dictador Hosni Mubarak.

Para muchos aquí, en el año de gobierno que Morsi estuvo «nada cambió o poco se hizo». En contraste, dice Aladin (Iphone 6 dorado en mano), «Al Sisi dijo e hizo». Y eso se festeja. No al presidente. Sino los hechos, explica. La noche se apodera de Tahrir, el calor es insoportable y el lugar ya es un infierno de ruidos, música, bocinazos y luces azules que se han colgado como adornos de Navidad.

Han habido críticas: los 8500 millones de dólares destinados al proyecto del nuevo canal podrían haberse destinado a otras cuestiones más urgentes. Y hay quienes se atreven a pronosticar que las bondades prometidas por la ampliación no serán tantas ni tan generosas.

Pero el gobierno egipcio no está dispuesto a que nada ni nadie enturbie esta fiesta nacional. La amenaza terrorista existe. La península del Sinaí, aledaña al canal, es una zona con intensa actividad de grupos extremistas islámicos. Los insurgentes ya se han cobrado la vida de centenares de civiles desde el derrocamiento de Morsi, según reporte de clarin.com

Fotos: latercera.com/skyscrapercity.com

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