Un conocido en apuros económicos acudió en busca de consejo a John D. Rockefeller sénior. Su problema era que un individuo que le debía cincuenta mil dólares se había ido a Constantinopla, y él no tenía ningún comprobante o reconocimiento de deuda que le permitiera exigir su pago. Rockefeller le aconsejó:
Escríbale una carta reclamándole los cien mil dólares que le debe. Seguro que él le contestará diciéndole que está en un error, que no son cien mil, que sólo son cincuenta mil. Y así ya tendrá usted su reconocimiento de deuda.
Al devolver un original no solicitado a un autor novel, el sabio estadounidense Samuel Johnson (1709-1784), sin más miramientos, le dijo:
Su manuscrito es a la vez bueno y original; pero la parte que es buena no es original, y la parte que es original no es buena.
En una ocasión, Albert Einstein explicó de una manera aún más gráfica la esencia de su teoría de la relatividad:
Pon la mano sobre una estufa caliente durante un minuto y te parecerá una hora. Siéntate junto a una mujer bonita durante una hora y te parecerá un minuto. Eso es relatividad
Un rico ateniense le pidió a Sócrates (471-399 a. C.) que se encargara de la educación de su hijo. El filósofo le dijo que le cobraría quinientos dracmas, pero al rico le pareció mucho dinero.
¡Es mucho dinero! Por esa cantidad podría comprarme un asno.
Efectivamente, le aconsejo que lo compre, así tendrá dos.