LONDRES.- Lejos de la familia real británica y sin visos de regreso al Reino Unido en un futuro cercano, la reciente mudanza de los duques de Sussex a California está planteando más retos para el príncipe Enrique de los previstos.
En apenas unos meses la vida del hijo menor de Carlos de Inglaterra y la malograda Lady Di, plagada de compromisos y regida por un estricto protocolo real, ha dado un espectacular giro.
Primero fue el sorprendente anuncio hecho por la pareja a principios de año, adelantando que pensaban dar «un paso atrás» en sus funciones como miembros de la realeza a fin de volverse financieramente independientes y dividir su tiempo entre el Reino Unido y Estados Unidos.
Finalmente, sus deseos de apartarse de las obligaciones que conlleva ser miembro a tiempo completo de la realeza se tradujeron, en términos prácticos, en un abandono de la monarquía británica por parte de Enrique y Meghan.
Tras pasar previamente por Canadá, el matrimonio se ha establecido ahora en Los Ángeles (Estados Unidos), donde también reside la madre de Meghan, Doria Ragland.
El cambio de entorno estaría planteando algún que otro reto para el príncipe, acostumbrado en su país desde su nacimiento a una rígida rutina de compromisos y constante escrutinio público.
En una entrevista con una emisora británica, su buena amiga, la reputada primatóloga Jane Goodall, admitía esta semana que la adaptación a las nuevas circunstancias está resultando más complicada que lo anticipado para Enrique, de 35 años.
En sus declaraciones a Radio Times, la veterana activista afirmaba que ha estado «en contacto» con el nieto de la soberana británica y se permitía opinar que el príncipe «está encontrado la vida un poco más desafiante ahora mismo».
Además, Goodall insinuaba que su amigo podría abandonar pronto una de sus grandes y conocidas aficiones, la caza, al ser una práctica que desagrada a su esposa, gran defensora de los animales y abanderada de causas relacionadas con el medioambiente. EFE