Distintos tipos de “hincha” de fútbol

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Se comprende como “hincha” de un equipo al aficionado que no se limita a ver el partido del equipo de sus amores por una pantalla de televisor, ese que se gasta su “platita” en ir al estadio, con su camiseta a flor de piel, luciéndola pese al frío que te propone una casaquita. Ese barrista que por ejemplo hoy, si es de Universitario de Deportes debe haberse tomado unas merecidas “chelitas” a pesar de la hora, pues hasta el cierre de esta columna la “U” hacía lo que no podía desde hace rato: sacar dos triunfos al hilo y uno de Copa Sudamericana.

Pero, la palabra hincha va tomando otras connotaciones dependiendo de las circunstancias. Hay por ejemplo aquellos que confunden seguir a tu club con una “vocación”, un trabajo, algo que te define como persona. Eso ya es un extremo, que raya en lo patológico. El fútbol es un juego y no puede ser el motivo para vivir de una persona. Si tu equipo campeona la realidad es que los jugadores pensaran un instante en la barra, sobretodo en el momento que se den el consecuente “baño de popularidad” y luego tomarán otro tipo de decisiones. En favor de sus familias, su crecimiento como deportista profesional, su trascendencia. Ellos viven del fútbol, el hincha no debería hacerlo.

Ese compromiso desmedido, que rompe los límites lógicos del hinchaje, es el que luego parece excusar a los barrabravas para cometer todo tipo de actos de violencia cuando su equipo tiene una mala tarde. Te vuelve un enajenado, que crees tener el legítimo derecho de agarrar golpes al futbolista que no brilló en la cancha. A inicios de año se vivió esa experiencia con jugadores de Alianza Lima, y hasta ahora no sabemos qué resultados obtuvo la policía contra los salvajes agresores. Se han vivido tragedias como la muerte de un hincha aliancista, que cuando hablo de eso con amigos cercanos a la barra crema me reclaman “es que tú no sabes lo que realmente pasó”. Todos sabemos lo que sucedió, se mató a un muchacho que puede haber provocado violencia, pero eso no justifica su final.

La violencia es llevada a las calles, y en el Perú se convierten de hinchas a pandillas. Los mismos casos que vemos muy pronunciados en México donde los pandilleros no llevan colores de equipos de fútbol, pero los actos delincuenciales son “cortados por una similar tijera”. Los crímenes van desde robos, hasta homicidios (con balaceras incluidas). En el mismo sentido “geográfico” de las pandillas de Estados Unidos hay zonas que son prohibidas para unos y permitidas para otros. El “capturar” una bandera del contrincante futbolístico es un pecado que invariablemente debe terminar en derramamiento de sangre. Asimismo, se registran violaciones sexuales, a veces premeditadas, otras debido al estado de inconsciencia por las sustancias prohibidas consumidas.

No todos los hinchas son iguales, eso hay que destacarlo. Hay muchos que se limitan a animar, a vitorear, quizás a quejarse (pues eso que uno alienta en las buenas y las malas es harto complicado de llevar a cabo). Pero existen otros que destruyen la reputación del conjunto total, por eso se están formando facciones, debido a ello hay dirigentes inescrupulosos que utilizan a los barristas de “chalecos”, o como grupos de presión a la hora de obtener favoritismos electoreros (el hincha y su amedrentamiento a algunos rivales políticos ha obtenido resultados en más de una ocasión). Eso se ve en Universitario desde la época de Alfredo Gonzales, en Alianza era conocido que “Pocho” Alarcón hacía lo propio.

Cuando la dirigencia es la primera en “colaborar” con la corrupción de ciertos elementos, entonces uno no puede esperanzarse que la policía va a cumplir su trabajo (bastante ineficaces resultan sin tener que afrontar aún más trabas). Una conclusión primaria sería decir que el hinchaje está como nuestro fútbol “desinflado”.

 

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