Juicios temerarios y otras prácticas perservas

 

El mundo se enfrenta a un devenir pandémico que busca descomponer la sociedad por falta del sentido de respeto ante acciones de irresponsabilidad que violan los derechos humanos. El país requiere que estas prácticas no sean dables si queremos una sana gestión administrativa en todos los órdenes sociales, políticos, y de entendimiento humano.

Las crisis que vivimos tienen problemas estructurales donde la sociedad produce prácticas que debilitan la protección y los derechos humanitarios. Muchos se quieren proteger por distintos medios, unos muy perversos, por lo general. Todo ello si queremos un bien social, es fundamental nuestra postura personal, postura que implica renunciar a prácticas que impidan generar caos.

Todos los hechos que causan impacto social originan que las personas emitamos opiniones, críticas, comentarios y juzgamientos y según nuestra condición humana somos adictos a emitir juicios muchos sin razón alguna. Dependiendo del efecto se mirará si es para bien o para mal. Dependiendo también de la forma como se predique se pueden convertir en bolas de nieve con resultados peligrosos que como un bumerang se nos ´pueden devolver o causar afrentas contra la dignidad de las personas. Juzgar opinar, criticar nos lleva al punto de expresión de algo y se vuelve bocado de primera línea en el devenir humano con costos altos por causar prejuicios, por lo regular. Esta práctica cuando se hace con saña maltratando la dignidad, desnuda más al que infiere el juicio que al injuriado.

Seduce y causa placer hablar de los demás cuando se lleva a cabo haciendo acopio de banalidades y tácticas inescrupulosas que desprestigian el alma humana. Este comportar trasciende las esferas sociales, penales y políticas y en vez de causar una sana critica, consigue aumentar el atropello de tal manera que por la forma de proceder se pueden interpretar desviaciones de comportamiento.

 No se está enjuiciando el deber de la crítica o el juicio, que tiene como fin generar armonía y defensa contra los abusos, contra la carencia de ética, contra las afrentas a los valores. Antes de vociferar en lo recóndito de las personas, la fijación se hará primero en nuestro propio yo, no sea que como se dice en el discurrir popular, tengamos rabo de paja.

Cuando criticamos, opinamos o enjuiciando, solemos interiormente pensar que nosotros somos mejores, que somos los que tenemos la razón. Este discernir es propio también cuando nos invade los tóxicos del orgullo y la soberbia, ya sea porque estemos de lado de los criticados o de los que critican. Estos desvalores restan a la persona la capacidad de emitir juicio. Es común que cuando deliberamos juicios casi todos nos volvemos irracionales, sesgados y crueles. Esa es parte de la condición humana en ciertos cesares del poder como políticos, jueces, informadores, profetas de la verdad a medias y tantos que caemos en los placeres de la palabra y la retórica populista.

Si con expresiones vociferantes o faltad de caridad vamos a cambiar al otro, primero debemos buscar el cambio personal. Ser adalides de la confrontación pasiva, es buscar verificar decisiones y comportamientos para comprender como estamos obrando y como se apoya con esta crítica. En todo cambio de opinión, critica o juzgamiento se debe demostrar humildad y comprensión haciendo defensa justa de las ideas con argumentos fraternos, pero sin caer jamás en la descalificación personal ni perder el respeto hacia los demás, ni a las diferencias.

Antes de proferir una crítica, una opinión o juzgamiento verifiquemos que exista caridad y no perversidad o daño. Aceptemos el silencio y la prudencia como estandartes de sabiduría. Somos excesivos a la estética social y nos autodestruimos al no ser capaces de hacer limpieza de conciencia. La sinceridad consiste en criticar la hipocresía humana y ser delicados con los opositores sin sofocarlos con sentimientos de culpa, incapacidad o equivocación.

Un maestro del pensamiento humano nos dice que …solo puede criticar aquel que tiene un corazón dispuesto a ayudar…. Un juicio sano no es egoísta ni perverso. Es exhortar con respeto. Teológica y filosóficamente juzgar es una consecuencia de la comprensión benevolente del amor y en tal sentido recordemos la actitud de Jesús ante la pecadora quien no la juzgo y mucho menos la condeno, solo insto a que no volviera a cometer malas conductas.

En cualquier discurso de opinión, critica o juzgamiento o de prevención, incursionan en el intelecto, la cautela, el espíritu crítico, el discernimiento y la prudencia. Ellos serán los aliados para evitar ofensas de un lado, y de otro, para evitar guiarnos con el corazón lleno de rencores, guía que fecunda el herir susceptibilidades. Las virtudes mencionadas y la recta razón obran con acierto y respeto. La crítica justa busca separar lo bueno de lo malo mediante un proceso reflexivo. Como alguien dijo…Que el justo me censure es un arte de favorecimiento y si me critica o reprende es un bálsamo de amor……

Cuando no existen juicios y criticas dignos acordes a la esencia del ser, son inevitables las crisis de dignidad. El derecho de opinión en estas crisis se vulnera y el valor del ser se desvirtúa pues la mentira esta aparejada y a la verdad se le destrona como principio. Cuando muere la verdad, la mentira hace voraz presencia. Vivimos haciendo creer que nuestro pensar es el único poniendo en tela de juicio el talante del otro evento en el cual quien enjuicia se le tilda de chismoso,

 El silencio del justo ahoga toda palabra necia que brota de los mediocres quienes creen tener la verdad, mediocres que, como los reseña ejemplarmente José Ingenieros, son parias vulgares cercenadores del alma humana. Un filoso alemán afirma que cuando al hombre se le ultraja, se le está violando su morada…. Por lo regular los que emiten juicios temerarios no tienen el valor civil ni moral de enfrentarlo.

Es un deber tener en cuenta cuando juzgamos una actuación o criticamos unas formas de pensar o de actuar que examinemos primero el interior, y, seguidamente considerar acciones de deliberación y valoración para no exponernos a juicios temerarios, sino todo lo contrario, buscar sentido humano para brindar apoyo a través de un buen consejo.

 Cuando somos impulsivos y nada prudentes, criticar se convierte en chisme pues faltan elementos de juicio constructivos, de juicios honestos. Observemos los diversos actos de Jesús cuando acudía a emitir juicios o una crítica. Él lo hacía desde su yo de amor, respetando la libertad humana, exhortando al cambio, nunca a condenar. Alguien con mucho sentido ha dicho…Juzgar a los demás entraña mi propio juzgamiento…

Dejarnos llevar por juicios temerarios es caer en las celdas de la irresponsabilidad. Grave es incitar nuestra conciencia con intenciones sin fundamento, llevados por apariencias que nos lleva a la equivocación y por ende a causar graves daños.  Nos fascina prejuzgar, someter a juicios a inocentes produciendo serios peligros que lleva a nefastas guerras internas o externas.

 Las posiciones dominantes generan en los distintos estamentos de la sociedad y la política efectos contaminantes. Todo juicio temerario altera la conciencia del hombre, le hace perder su cordura. La ausencia de una conciencia crítica configura un ambiente malsano dando pie a discursos de ensañamiento para causar implacable deshumanización, pues una vez causado el mal difícilmente se subsana el daño causado.

Poder, carencia de valores son otros tóxicos que envilecen la conciencia y la desmedida actitud que devora la espiritualidad del hombre. Y qué decir de la competencia tan mal asimilada donde por su causa y ante los altos niveles de degradación unos y otros despotrican de sus opositores y sus competencias arguyendo indebidas calidades humanas, políticas, comerciales, productoras y profesionales. Es conducta preponderante entrar el hombre en confrontación peligrosa donde la dignidad queda en entredicho. Parece ser que estas son las nuevas reglas de juego generando distorsiones sociales, como recursos perversos portadores de violencia, generadores de impunidad.

Ante los juicios temerarios o cualquier injuria o critica que llevemos a cabo, estamos contrayendo una deuda con la víctima a quien además le vulneramos sus derechos. Pesa sobre el tribunal de la conciencia un proceso moral. Por más que el tribunal de la conciencia ejerza una debida reposición, el mal esta causado. Todos en la vida queremos ser jueces de los demás, menos de nosotros mismos

– Para no caer en los infernales juicios temerarios con sentencias injustas donde se desgarra el corazón humano dañándole su dignidad, la tarea es educar la conciencia, revisar los principios y los valores y la deontología de nuestros saberes, de nuestros distintos campos de formación. La voz de la conciencia nunca falla, nunca calla. Un filósofo romano respalda lo anterior diciéndonos que… La conciencia siempre nos empuja hacia Dios….

La situación analizada se aviene por el colapso universal, económico y político entre otros que atraviesa el país. Estos colapsos cada día adquieren mayor envergadura generando delitos como la corrupción que comprende infinitos delitos, que ante una justicia llena de inciertos penetra en el corazón social. Luchar contra la corrupción y los juicios es una tarea, pero requiere refuerzos que la constitución posee como ejercer controles, fortalecer las instituciones y mucha pedagogía sobre la praxis en valores y principios. Hablemos menos, actuemos más con efectividad. Desde siempre la lengua y la pluma ha desatado miles de soluciones, pero el problema sigue allí, como tantos otros., pero también han sido los peores enemigos de la humanidad, cayendo en la malvada calumnia.

El acto de los jueces antes de… Debe llegar hasta hacer suya la causa con los enjuiciados. Por ello se apelan las sentencias muchas veces a fin de acabar con la impunidad, a fin de acabar con procesos amañados desconociendo el debido proceso. Dícese que, y estamos de acuerdo, que, dependiendo de la ideología dominante, así mismo podemos calificar la conciencia existente en las instituciones públicas y en el mundo social que no puede ser otra que una conciencia falsa, que una conciencia mediocre, que una conciencia decadente que atrapa con saña.

Cuantas sentencias son producto de la emoción, del impulso primario, de la carencia de análisis de pruebas o la petición de otras, del afán o de la amistad o según como dicen según el marrano, o jueces firmones que no revisan los procesos, y a sabiendas que van a ser impugnadas, no hay un ejercicio jurídico acorde a los criterios de una justicia honesta.

He pensado que la estructura de la justicia debería contemplar investigación y sanción a aquellos fallos que pasan a segunda instancia, donde por falta de ejercicio no son aceptados esos fallos. Esta podría ser una de tantas formas de frenar las injusticias y las impunidades. Que mediante sanciones se depure la jurisdicción.

La filosofía oriental sobre el juzgar nos enseña que…. no debemos juzgar los actos cometidos, sino a la conciencia que es la que actúa sobre los actos realizados, que hacen parte de lo externo, mientras que la conciencia no se conoce, es interior. Ella misma se descubre.

No juzguemos por el acto, intentemos descubrir su conciencia

marsblawyer@gmail.com

 

Fuente: https://barometrolatinoamericano.blogspot.com/

 

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