El fotógrafo de Los Angeles Times, Marcus Yam, estaba haciendo su trabajo en la unidad de cuidados intensivos para enfermos de COVID-19 en un hospital cuando se vio a sí mismo en un espejo. Al principio, pensó que alguien más lo estaba mirando.
«No me reconocí con el equipo de protección personal y el purificador de aire de cara completa que llevaba puesto», escribió el dos veces ganador del Premio Pulitzer en The Angeles Times. «Como fotoperiodista, he hecho una carrera navegando por lo desconocido. Pero esta pandemia es impredecible y nebulosa y ha puesto en jaque mi equilibrio personal».
En el mismo artículo, el fotógrafo Allen J. Schaben agregó una observación sombría: «Un error en nuestra rutina podría resultar mortal para nosotros, nuestras familias y otros».
Los reporteros gráficos en Estados Unidos también están en riesgo en otro frente. Las multitudes de manifestantes contra la violencia policial que se congregaron tras la muerte de George Floyd, el hombre negro de 46 años asesinado por un policía blanco en Minneapolis en mayo pasado, son un caldo de cultivo para el COVID-19. Además, los ataques policiales contra los fotógrafos durante estas protestas y los disturbios civiles han ido en aumento. Los fotógrafos han resultado heridos por balas de goma, gas pimienta y otras armas químicas. La fotoperiodista Linda Tirado perdió un ojo.
En junio, cuatro agencias de fotografía se unieron al Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) en una carta dirigida a la Asociación Nacional de Gobernadores, pidiendo que se investigue la brutalidad policial contra reporteros gráficos.
«Estamos particularmente alarmados por los más de 60 casos denunciados que involucran a fotógrafos y videoperiodistas, la mayoría de ellos a manos de la policía», dice la carta. Fue firmada por directivos de Associated Press, Reuters, Getty Images y Agence France Presse.
Si los fotógrafos deben trabajar en primera línea y enfrentar mayores riesgos, ¿qué estrategias de seguridad tienen implementadas? IJNet le pidió a tres profesionales experimentados que trabajan en la cobertura de Black Lives Matter (BLM) y del COVID-19 que compartan sus experiencias. Todos expresaron algo en común: planificar es vital.
A mediados de marzo pasado, la fotógrafa freelance Yunghi Kim pasó tres días documentando cómo el virus estaba cambiando la vida en el metro de Nueva York, una arteria importante para millones de neoyorquinos.
«Estaba trabajando mientras la enfermedad evolucionaba», cuenta Kim, quien ha cubierto conflictos en varios países, incluyendo Somalia, Ruanda y Afganistán. “No tenía idea de cuántas personas con las que entré en contacto podrían haber estado infectadas. Cuando escuché que uno podía ser asintomático, pensé que tal vez era mi caso».
Las fotos del metro fueron publicadas en Rolling Stone, y el New York Times publicó el ensayo fotográfico de Kim sobre la distribución de alimentos en vecindarios devastados por el virus.
Kim, quien reside en Brooklyn, se adhiere a un estricto régimen de seguridad. Cuando llega a casa después de trabajar arroja su ropa, incluidas las zapatillas, en una bolsa de basura y la lleva al lavadero. Después de bañarse, limpia el equipo de la cámara, las baterías, el iPhone, el pase de prensa, la puerta y el piso con una mezcla de cloro y agua. En el terreno ella usa máscaras N100 o N95, del mismo tipo que usan los trabajadores de la salud.
«Aprendí a hacer lo que hacen los médicos de emergencia», cuenta Kim. «Ellos me enseñaron».
Cuando comenzó el movimiento BLM, Kim lo documentó. Sus fotos de las protestas han aparecido en el New York Times y el Washington Post.
Pero no ha sido fácil. Una noche, Kim estaba fotografiando enfrentamientos entre la policía y manifestantes. Su identificación de prensa y equipo estaban a la vista cuando un policía le roció gas pimienta en los ojos. «Estaba literalmente ciega y paralizada», dice. Un transeúnte la llevó donde había médicos en la calle que trataban a manifestantes heridos.
Para sobrevivir, Kim ha contado con el apoyo de otros fotógrafos, con quienes ha formado un grupo para compartir información. «En las zonas de conflictivas debes tener amigos. En estas situaciones, hay mucha camaradería».
Kim también usa Twitter como un escáner policial para rastrear lo que está pasando, monitoreando tweets de activistas y manifestantes. “Aprende a tomar riesgos calculados. Familiarízate con la situación, presta atención a tu objetivo y ten una idea de hacia dónde va la historia”, aconseja. «Ayuda tener buenos instintos, inteligencia callejera y coraje». Y agrega: «prepárate para lo impredecible».
En mayo, el instinto salvó al camarógrafo Ralf Oberti del inminente desastre. Estaba filmando un enfrentamiento entre manifestantes y la policía en Washington, D.C., cuando la multitud comenzó a pasar junto a una línea de policías del equipo antidisturbios. Los oficiales a caballo llegaron a la escena. «Sabía que era hora de irme», cuenta Oberti, quien comenzó a filmar protestas hace años en su Chile natal y ha trabajado para National Geographic, Smithsonian y Discovery Channel.
«Cuando los manifestantes comienzan a huir de la policía, ahí empieza el peligro real, especialmente cuando transportas equipo pesado», explica Oberti. “Tienes que tener una idea del tamaño de la multitud y mantenerte alejado del medio, donde podrías quedar atrapado. Muévete a un lado y busca una salida. Si es posible, no trabajes solo».
Para Kim y Oberti, cubrir crisis y disturbios es una rutina, pero cuando los manifestantes de BLM salieron a las calles en mayo, los medios locales tuvieron que planificar su trabajo rápidamente. Cara Owsley, directora de fotografía del Cincinnati Enquirer, se apresuró a buscar gafas de seguridad para su personal y los instó a usar cualquier equipo de protección que tuvieran. Algunos fotógrafos usaron cascos de bicicleta y chalecos reflectantes para cubrir las protestas.
El staff de la publicación trabajó en grupos y se reportó con Owsley cada 30 o 40 minutos. Ella les aconsejó usar zapatos cómodos, beber agua para evitar la deshidratación, llevar algo para comer y poco peso.
El 30 de mayo, Owsley y parte de su staff estaban en la calle cuando la policía lanzó bolas de pimienta, un químico que afecta los ojos y la nariz.
«En ninguna de las protestas que he cubierto en Cincinnati a lo largo de los años he sentido miedo», cuenta. “Esta vez sentí que probablemente volvería a casa con una lesión. La situación con la policía fue mucho más intensa que en otras ocasiones, y la pandemia de coronavirus lo hizo todavía más peligroso».
Si tú o tu staff están saliendo al terreno a cubrir, considera elaborar un plan de seguridad. Los siguientes recursos pueden ayudarte en la tarea:
- El Comité para la Protección de los Periodistas aborda los potenciales peligros a los que se enfrentan los fotoperiodistas en #SafetyInFocus, una serie de videos basada en experiencias de los profesionales, y en sus recomendaciones para cubrir el COVID-19 y las protestas en Estados Unidos.
- La National Press Photographers Association de Estados Unidos cuenta con una página sobre cobertura del COVID-19 y protestas que contiene enlaces a docenas de informes y artículos sobre seguridad, salud mental y derechos legales de los fotógrafos.
- El Instituto Poynter ofrece 23 pautas para periodistas que cubren protestas.
Sherry Ricchiardi, Ph.D. es coautora de la guía de cobertura de desastres y crisis de ICFJ y capacitadora en medios. Ha trabajado con periodistas de todo el mundo en cobertura de conflictos, traumas y cuestiones de seguridad.
Imagen con licencia Creative Commons en Unsplash, vía Nathan Dumlao.
Fuente: https://ijnet.org/