MADRID.- Para entender los orígenes de los homínidos, los científicos tratan de reconstruir las características físicas, el comportamiento y el entorno del último ancestro común de los humanos y los chimpancés, y para ello es fundamental la ayuda del registro fósil, incluido los restos de los primates del Mioceno.
Así lo señala un artículo publicado en la revista Science que examina la literatura científica de los principales hallazgos sobre los orígenes de los homínidos desde los trabajos de Charles Darwin.
Hay dos grandes tendencias en la comunidad científica a la hora de valorar el papel del registro fósil de primates antropomorfos en la historia evolutiva, explica Sergio Almécija, del American Museum of Nature History de Nueva York.
«Mientras que algunos rechazan que estos hallazgos sean relevantes en el debate sobre los orígenes del género humano, otros pensamos que juegan un papel clave», añade el investigador.
Según Almécija, muchos estudios no tienen en cuenta que los hominoideos actuales (humanos, chimpancés, gorilas, orangutanes y gibones) son solo los supervivientes de un grupo que en el pasado era mucho más grande y diverso, señala el Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP, noreste de España), que también participa en el trabajo.
«Los estudios moleculares indican que los humanos y los chimpancés compartimos un último antepasado común que vivió durante el Mioceno superior, hace entre 9 y 7 millones de años», explica por su parte David M. Alba, del ICP, quien señala que «es imposible reconstruir cómo era este último ancestro común sin la ayuda del registro fósil».
Hay dos enfoques principales para resolver el problema de los orígenes humanos: «de arriba abajo», que se basa en el análisis de los primates vivos (especialmente los chimpancés) y «de abajo arriba», que da importancia al árbol más extenso de primates y que incluye las especies extintas.
Los autores concluyen que las distintas hipótesis actuales sobre los antropomorfos y la evolución humana serían mucho más precisas si, además de estudiar los primeros homininis y los primates actuales, también se incluyese en la ecuación los primates del Mioceno.
«Dicho de otro modo, los primates antropomorfos fósiles son esenciales para reconstruir el punto de partida desde el cual evolucionaron los humanos y los chimpancés», comenta Ashley Hammond en una nota del museo de Nueva York.
El artículo defiende que muchas de las teorías actuales sobre la evolución humana no son compatibles con lo que muestran los fósiles.
Los humanos comparten muchas características morfológicas con los primates antropomorfos actuales, pero también presentan características únicas relacionadas con el bipedismo habitual, la manipulación, la cognición, la dieta, y el comportamiento sociosexual.
Durante mucho tiempo se consideró que gorilas y chimpancés estaban más estrechamente emparentados entre sí que con los humanos y algunos investigadores postulan que los humanos han evolucionado mucho y consideran a los chimpancés casi como «fósiles vivientes», que habrían mantenido gran parte de las características de este último ancestro común, a menudo conocido por su acrónimo en inglés, LCA («Last Common Ancestor»).
«Si pensamos en la forma de desplazarse, por ejemplo, los humanos somos bípedos y los chimpancés caminan principalmente apoyados sobre los nudillos de las manos», detalla Salvador Moyà-Solà, investigador en el ICP.
«Nadie puede saber con certeza cómo caminaba este ancestro común, pero pensamos que probablemente no lo hacía ni de una forma ni de la otra», afirma.
Los autores del trabajo sugieren que el LCA era un animal arborícola, con un plan corporal ortógrado, es decir, con el torso erecto, señala la nota del ICP. EFE