Treinta años han pasado desde que se creó el Instituto Cervantes para coordinar la acción exterior de España en la enseñanza del idioma y la promoción de su cultura por el mundo, un plazo en el que se ha convertido en el «buque insignia» de la diplomacia cultural, con una clara voluntad panhispánica.
En marzo de 1991 se publicó el decreto de fundación del Instituto Cervantes y en estas tres décadas se ha extendido 45 países con 88 centros por el mundo, en el que el número de hablantes de español ha aumentado en un 70 por ciento.
Son ya cerca de 600 millones de personas los que hablan español, entre las que lo tienen como lengua materna, más los usuarios potenciales, es decir, los que tienen competencia limitada y los que lo estudian.
En estos años, el español se ha convertido en el segundo idioma materno más hablado del mundo, tras el chino mandarín, y la segunda lengua de comunicación internacional, solo superada por el inglés.
Su director, Luis García Montero, considera que en estas tres décadas el Cervantes se ha convertido en una institución de prestigio en España y de referencia en la enseñanza del español como en lengua extranjera y en la divulgación de la cultura en español y las otras lenguas del Estado, según explica a Efe.
Y es que el aprendizaje del español se extiende y ya son 22 millones de alumnos los que lo estudian como lengua extranjera, con un aumento del 60 por ciento en la última década.
La mayoría de estudiantes de la lengua española, cerca de ocho millones pertenecen a Estados Unidos, un millón a Brasil y tres millones y medio a Europa, con Francia a la cabeza, seguida de Alemania, Italia, Suecia y Reino Unido.
Los puntos en los que el Instituto Cervantes enseña español a lo ancho y largo del mundo están en 88 ciudades de 45 países, y lo hace a través de sus centros (66) aulas (11) y extensiones (17).
Una de sus funciones es expedir en nombre del Ministerio de Educación y Formación Profesional los diplomas oficiales de español DELE (Diploma Oficial de Español como Lengua Extranjera) y organizar los exámenes para su obtención, así como las pruebas que deben superar los aspirantes a la nacionalidad española por residencia en España o por su origen sefardí, las pruebas CCSE (conocimientos constitucionales y socioculturales de España que el Cervantes administra desde 2015).
Desde su constitución, ocho directores han estado al frente del Instituto Cervantes (Nicolás Sánchez-Albornoz, Fernando R. Lafuente, Jon Juaristi, César Antonio Molina, Carmen Caffarel, Víctor García de la Concha y Juan Manuel Bonet, además de Luis García Montero).
Tras estos años, el trabajo del Instituto Cervantes se reconoce, explica García Montero: «hay muchos extranjeros que se acercan a aprender la lengua y a conocer la cultura y hay muchos españoles que cuando andan por el mundo buscan el instituto para sentirse por su casa».
Ahora, la transformación digital del Instituto Cervantes es uno de sus principales retos, explica: «se ha hecho muy presente durante la pandemia pero es un compromiso en el que llevamos trabajando desde hace tiempo. La divulgación de la cultura y de la enseñanza de los idiomas en línea no simplemente se trata de sustituir las clases por un ordenador o un móvil sino de buscar nuevos métodos, una nueva cultura que afronte la transformación digital».
Y otro es seguir extendiéndose por el mundo: «Tenemos asignaturas pendientes en África y en Asia, y nuestros trabajo es ir extendiéndonos allí y en Estados Unidos, para convertir el español no solo en la lengua de Cervantes o Sor Juana Inés de la Cruz, sino también en una lengua puntera por lo que se refiere a la ciencia y a la tecnología», sostiene García Montero.
Además de la lengua española, el Cervantes es embajador también del resto de las lenguas cooficiales del Estado y organiza así cursos y actos para su enseñanza y divulgación por el mundo: el respeto democrático a todas las lenguas de España y su convivencia es fundamental», explica su director.
Aunque cumple 30 años, el Cervantes es el más joven de los grandes institutos culturales europeos, la versión española del Instituto Goethe de Alemania, el British Council del Reino Unido, la Aliance Française de Francia o la Sociedad Dante Alighieri de Italia, instituciones que nacieron en Europa en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial para impulsar en el exterior las culturas y lenguas nacionales
«Cuando se nos oye celebrar los 30 años quien sepa de lengua se extrañará de lo jóvenes que somos», admite el director del Cervantes pero aclara que «hay que mucho que celebrar en la juventud, porque una institución así era imposible en una España no democrática».
Porque, lejos de antiguas visiones imperalistas y «retóricas patrioteras», la visión panhispánica es referente del Cervantes: «nuestra comunidad está formada por casi 500 millones de hablantes y los españoles solo somos el 8 por ciento y en ese sentido se trata más de una colaboración».
Estados Unidos es una de las grandes apuestas del Cervantes, para donde se acaba de aprobar un nuevo centro de Los Ángeles, que será el primero en la costa oeste de Estados Unidos, y que se suma a los centros en Nueva York, Chicago y Albuquerque, además de las oficinas en Seattle, Boston y El Paso.
En materia de presupuesto, si se compara con el de las instituciones de otros países europeos, es «muy modesto», asegura su director, que explica que depende por una parte de las transferencias del Estado y por otra de la autofinanciación por las clases, certificados o exámenes que imparte.
En España, además de una histórica sede de Alcalá de Henares, el Cervantes tiene su sede central en Madrid donde alberga uno de sus tesoros, la Caja de las Letras, la antigua cámara acorazada de un banco en el que se guardan en la actualidad los legados que han dejado cerca de 90 personalidades de la cultura en español desde 2007. EFE