La totalidad de los dibujos de Franz Kafka -un centenar de ellos inéditos-, que su amigo Max Brod salvó de la destrucción al desoír la orden del autor de Praga, se reúnen por primera vez en un volumen fruto de un proyecto internacional en el que han participado editoriales de siete países.
En España, se ha encargado de su publicación Galaxia Gutenberg, que ya da cobijo a las obras completas de Kafka y que ha colaborado en esta edición conjunta con la alemana C.H. Beck Verlag, la italiana Adelphi, la norteamericana Yale University Press, la francesa Cahiers Dessinés, la polaca Wydawnictwo Literackie y la holandesa Atheneum.
El editor de Galaxia Gutenberg, Joan Tarrida, ha asegurado este jueves en la presentación de la edición española que «estos dibujos eran lo último inédito que quedaba por publicar de Kafka, que «dibujó ya desde sus tiempos en la Universidad Alemana de Praga, especialmente entre 1901 y 1907, y además con ambiciones artísticas».
A su muerte, sin embargo, no solo quiso destruir su legado literario, sino también todos sus dibujos, que fueron salvados por su amigo Max Brod en un periplo casi cinematográfico huyendo de los nazis desde Praga hasta Palestina pasando por Constantinopla con varias maletas con los dibujos y los manuscritos de los libros.
A la muerte de Kafka en 1924, los dibujos quedaron en manos de Max Brod y en las de dos sobrinas del autor de «El proceso» que sobrevivieron al Holocausto.
Cuando llegó a Palestina, Brod dejó el legado de las sobrinas a la editorial Schocken, que había tenido sede en Berlín y que en 1934 ya había comprado todos los derechos de publicación a la madre de Kafka, y su legado en un banco de Tel Aviv.
Sin embargo, cuando en 1956 estalló la crisis del Canal de Suez, temiendo un ataque al estado de Israel o incluso su desaparición, Brod decidió depositar los fondos en cuatro cajas fuertes de un banco de Zúrich, donde la mayoría de los dibujos debían permanecer durante los siguientes 63 años.
En 1961, continúa Tarrida, las sobrinas decidieron depositar su parte en la biblioteca Bodleiana de Oxford, donde aún permanece, mientras que Brod los legó a su secretaria, Ilse Ester Hoffe, que desde la muerte de Brod en 1968 se resistió a que los dibujos fueran publicados, no por falta de interés, pues el propio Brod ya había levantado la liebre cuando vendió dos dibujos al Museo Albertina de Viena.
A la muerte de Hoffe en 2007 con 101 años, se inició una disputa legal sobre las partes del patrimonio de Kafka que todavía estaban en su poder, basándose en una cláusula del testamento de Brod en la que decía que los dibujos, que estaban en el banco de Zúrich, debían ser depositados físicamente en la Biblioteca Nacional de Israel.
La biblioteca israelí ganó el contencioso en 2019 y fue entonces cuando se pusieron a disposición de los investigadores, concluye Tarrida.
Hasta la presente edición, la única publicación con sus dibujos era «Había una vez un gran dibujante. Franz Kafka como artista plástico», de Niels Bokhove y Marijke van Dorst (Utrecht, 2002), pero solo reproducía 41 dibujos, advierte Tarrida.
En el nuevo volumen se incluyen aquellos 41 dibujos, más unos 110 inéditos, incluidos algunos del Archivo de literatura alemana de Marbach, desde su primer cuaderno de 1901 hasta el último dibujo, fechado en 1924, en el que aparece Dora Diamant, la actriz polaca y amiga que acompañó a Kafka en sus últimos días.
Según Tarrida, «los dibujos de Kafka, como su escritura, están muy ligados a su tiempo, en este caso al expresionismo, pero también al arte japonés».
En la obra, el investigador Andreas Kilcher destaca que abundan «las figuras humanas, pero también seres mezcla de animal y humano, a menudo captadas con unos pocos y diestros trazos».
Se trata, añade Kilcher, de unos dibujos que «van de lo realista a lo fantástico, de lo grotesco a lo inquietante, algunos parecen carnavalescos o caricaturescos». EFE