La democracia no se reduce a un sistema político de gobierno, sino que se trata de una forma de vida, de educación, de realización personal.
Hemos hablado ya de las limitaciones y los problemas de las democracias actuales que no han menguado sino que son más patentes, del salto cualitativo que éstas afrontan en los países occidentales, de los avances de la democracia en libertad, de su viabiliad… Han pasado seis años. El pensamiento acumulado en estos diálogos de cultura, así como en las Jornadas y coloquios dedicados al mismo tema, se encuentran recogidos en el punto X de la «Carta de la Paz, dirigida a la ONU» que promueve este tema.
Hoy vamos a profundizar sobre la persona como un sujeto político. En ella está el fundamento de este salto hacia adelante, frente al cual se encuentran las democracias, fundamento que consiste en el derecho de todo ser humano de vivir su vida en este mundo conforme a su conciencia en materia política.
La razón humana, como tal, es limitada, y por ello tiene más posibilidades de equivocarse que de acertar. De aquí que cada persona deba tener una actitud de «plaza abierta» al diálogo con el fin de acercarse más, entre todos, a la verdad.
Si del terreno de las convicciones, de las ideas objetivas, se pasa al de la actuación, se encuentran unos elementos nuevos, como el carácter y el gusto de cada uno, y, además, la libre elección propia. Por eso, el respeto por las formas de vivir de los otros debe ser mayor, si es preciso, que el respeto por sus meras ideas, ya que en este otro nivel se da un grado de libertad más grande que en el solo hecho de pensar. Impedir el actuar libre y responsable de las personas atenta de una forma muy grave contra su dignidad. Siempre, claro, que no hagan ningún mal a los otros ni a ellos mismos.
Cuando se ha hablado tanto de la tolerancia, el reto más importante que ésta afronta actualmente es la tolerancia política. No sólo la tolerancia hacia los individuos, sino, además, hacia los grupos. Y la tolerancia global, es decir, no sólo pensar, difundir, agruparse según las ideas políticas, sino también vivirlas, es decir, querer la pluralidad política coherente.
En la mayoría de ambientes se rechaza hoy con fuerza el uniformismo. Esto no obstante, en la práctica, parece que tuviéramos temor de ser consecuentes con eso y se da apoyo al uniformismo del vivir político dentro de un país. Incluso al precio de que haya períodos en que nos toca vivir como no queremos.
Los ciudadanos son cada vez más conscientes de que, en las elecciones políticas actuales, se pasa de aquello que uno piensa que es lo mejor para él a imponerlo creyendo que es lo mejor para todo el mundo. Es decir, detectan la «sutil dictadura de las mayorías» -como ya se denomina- que conllevan a la larga las democracias e impiden a sus integrantes incluso votar con conocimiento, no teórico sino práctico, de los contenidos políticos de cada grupo, para adscribirse así a este partido o abandonarlo, sin ningún detrimento de su libertad. Hoy en día, cada individuo desea tener a su alcance diversas formas de vida, con la posibilidad de elegir y también de abandonar, si no resulta conforme a sus expectativas.
Las democracias actuales deben ser valientes y tutelar también este derecho de la persona. Por la dignidad de la persona misma y para que las democracias se jueguen su propia supervivencia.
Se puede decir que los males de las democracias actuales se darán también, muy probablemente, en el interior de estos nuevos tipos de grupos políticos. En parte será verdad. A pesar de ello, el desgano del poder en la cumbre misma del Estado y que los grupos sientan respetados todos sus derechos, son hechos que repercutirán, sin duda, en las organizaciones intermedias. A parte de otros factores, como el hecho de que en estas organizaciones se hayan agrupado personas que sintonizan entre ellas, se conocen más y tienen deseos comunes, etc.
Pedimos, entonces, a los ponentes de esta noche que nos ilustren en este derecho de los seres humanos, tan necesario para la convivencia, para el desarrollo de todos y para la paz. Su existencia es motivo suficiente -y apoyo y el norte- para dar pasos firmes de una libertad y una responsabilidad más grande para todos.
La primera aportación de la noche fue hecha por Josep M. Carbonell, diputado del Grupo Socialista en el Parlamento de Cataluña, quien mostró una gran inquietud por algunos retos que hay que afrontar desde los diferentes niveles que la democracia implica. Entre dichos retos, hay que afrontar la necesidad de impulsar reformas políticas que hagan avanzar en la democratización de la sociedad, y así, intentar cambiar una ciudadanía que se interesa poco por los asuntos comunitarios, confirmando que muy a menudo las democracias han preferido unos ciudadanos apáticos a otros de críticos y activos. El uso de los poderes legítimos queda enfrentado a los poderes ocultos, creando una tensión que dificulta el avance político, opuesto, según eso, a los intereses privados. Por ello es importante que la libertad y las libertades vayan acompañadas de la responsabilidad comunitaria.
«La democracia, o bien da un salto cualitativo, o puede llevar a la dictadura». Así empezó su intervención Juan Miguel González-Feria, quien señaló que las democracias actuales están basadas en el supuesto de que las personas están antropológicamente sanas, pero la realidad nos muestra que hay gente insolidaria, que no desea el bien común. Funcionamos pensando que necesitamos el poder para realizar las ideas que tenemos. Este poder supone un recorte de las libertades individuales. El punto X de la Carta de la Paz dirigida a la ONU supone una cierta pérdida de poder en la sociedad, ya que parte de la confianza en la libertad de los individuos y de los grupos, siempre que estos sepan, naturalmente, convivir. Por ello, el primer núcleo en el que habría que fomentar la democracia es en la familia.
El historiador Carlos Martínez Shaw señaló algunas vías de actuación que respondan a los peligros de las actuales democracias. Es necesario, en primer lugar, garantizar un mínimo de dignidad económica y social para todos. En segundo lugar, respetar los espacios de indiferenciación política, los espacios privados donde la política no tiene por qué entrar. Y en tercer lugar, reconocer la necesidad de la sociedad civil, que acoge todo un colectivo de asociaciones, instituciones y grupos diversos que trabajen. Y es que «para que haya un uso correcto de estos poderes tiene que haber una movilización permanente de la ciudadanía».
Juan José Ruda, asesor legal de la Embajada de España en Lima, afirmó que un punto fundamental en este tema es el respeto a las diferentes formas de pensamiento, la capacidad de actuación de los individuos sobre la base de sus propias convicciones y el conocimiento de la realidad que se debe sustentar en una real «libertad de información» y acceso a la información por parte de dichos individuos y grupos. Así, los políticos con responsabilidades de gobierno deben informar adecuadamente a la opinión pública. También es de vital importancia la forma como se concibe y actúa el poder judicial en cada Estado: es necesario que éste tenga una independencia real del poder político.
La democracia no se reduce a un sistema político de gobierno, sino que se trata de una forma de vida, de educación, de realización personal. Se trata, pues, de una cuestión de dignidad humana y de derechos humanos, según explicitó Ramón Viñas, profesor de Derecho Internacional Privado de la UB. La tiranía invisible del más fuerte es un signo del estado enfermizo de nuestras democracias representativas. El distanciamiento de los partidos hacia la sociedad civil muestra la crisis de la representación clásica. Es preciso trabajar en mejorar el sistema de elección, porque hay algunos más democráticos que otros. En el marco de la Unión Europea hay muestras muy diversas, y la misma Unión es un laboratorio de fórmulas políticas que hay que tener en cuenta.
Al final del coloquio queda patente que hay que seguir avanzando en busca de los elementos estructurales que permitan desarrollar esta «democracia en libertad» que se propone en la Carta de la Paz, y que muchos ya ven como futuro de la democracia.
Por Juan Miguel González Feria
ideasclaras.org